Filibusteros en el Parlamento (o hablar sin parar por horas): la técnica del Senado de EE.UU. que saltó a Chile

Con la intención de bloquear la aprobación de una ley, los senadores norteamericanos se han visto en verdaderas maratones retóricas, con más de 20 horas sin parar hablando en el estrado.


Veinticuatro horas parado en el estrado, sin posibilidad de pausa para ir al baño, hablando y hablando. En el Congreso de Estados Unidos se conoce como “discurso filibustero” a una técnica de obstrucción parlamentaria, en la que un senador se para a hablar durante horas con el fin de retrasar la votación de una ley.

Sin estar oficialmente registrada, esta técnica es perfectamente legal: en medio de un debate legislativo, un senador puede hablar ininterrumpidamente durante el tiempo que desee, a menos que el 60% de sus colegas decida terminar con el debate. A través de este sistema, el parlamentario puede retrasar el máximo horario de votación, y finalmente, incluso frenar una iniciativa de sus rivales en la Cámara. La condición: no puede abandonar el estrado en ninguna circunstancia, ni siquiera para ir al baño. Debe estar parado durante todo el tiempo, ya que si se sienta, pierde el turno.

Algo parecido a lo que en esta jornada está ocurriendo en la Cámara de Diputados, donde el PS Jaime Naranjo -eso sí, sentado en su escaño- ya ha hablado más de tres horas hasta el cierre de esta edición; todo para asegurar que el RD Giorgio Jackson pueda llegar esta noche, alrededor de las 2 de la mañana, a votar la acusación constitucional contra el Presidente Sebastián Piñera. El objetivo es asegurar que estén los 78 votos para que ésta sea aprobada.

Esta particularidad de la política norteamericana ha llevado a famosas “maratones” retóricas, con parlamentarios que han hablado durante más de 24 horas. Tal es el caso del republicano Strom Thurmond, que en 1957 se refugió en esta legislación para bloquear la aprobación de la Ley de Derechos Civiles, oponiéndose así al fin del sistema de segregación racial en Estados Unidos. Ese 28 de agosto, Thurmond tomó la palabra a las 20:54, bajando finalmente del estrado a las 21:24 del día siguiente.

Uno de los misterios más discutidos de este discurso tiene relación a cómo es que Thurmond pudo pasar tanto tiempo sin ir al baño. Lo que el republicano había contado a los periodistas esa vez fue que, sencillamente, había pasado al baño antes de empezar su discurso, además de visitar una sala de vapor para deshidratarse. Años después, en las memorias de una empleada del Senado llamada Bertie Bowman, se señaló que el senador había utilizado un tubo catéter.

A pesar de sus esfuerzos, la ley se aprobó. Luego, en 1964, una nueva Ley de Derechos Civiles lo llamaría a él y otros compañeros republicanos a una nueva aventura filibustera, en la que se dedicaron a mantener la palabra durante 60 días para impedir la votación de la ley. Para la salud de Thurmond, esta vez se organizaron e hicieron el hiperdiscurso por turnos.

Otro ejemplo clásico de filibusterismo es el que protagonizó en 1935 el demócrata Huey Long, que haciendo honor a su apellido, gastó más de quince horas en el estrado con el fin de evitar la votación de una de las leyes del New Deal de Franklin D. Roosevelt. En la ocasión, Long terminó divagando sobre los más variados temas, llegando a leer fragmentos de la Constitución, recetarios de ostras fritas y sopas típicas norteamericanas. A eso de las cuatro de la mañana, en la obligación urgente de ir al baño, Huey Long terminó su intervención.

Pero esta técnica no le es exclusiva al siglo XX: en 2012, el senador republicano Ted Cruz marcó 21 horas ininterrumpidas de discurso, con miras a oponerse al programa de salud de Barack Obama, conocido como “Obamacare”. En su intervención, el parlamentario por Texas aprovechó de leer tuits de apoyo en el estrado, mandarle un saludo de buenas noches a sus hijas y hasta leerles un cuento para dormir.

Un año después, el republicano Rand Paul cumplió con medio día de discurso, empezando con la siguiente frase: «Voy a hablar por un tiempo lo suficientemente largo como para llamar la atención sobre algo que encuentro muy inquietante». Con eso, gastó uno de los tres días que le quedaban al Congreso antes de entrar al receso parlamentario, pero para su mala fortuna no alcanzó a bloquear el nombramiento de un nuevo director de la CIA.

Algunos de estos discursos, a pesar de su duración, han llegado a ser rescatados y hasta publicados. Tal fue el caso de Bernie Sanders, que el año 2010 y a título puramente personal, dedicó ocho horas y media a denunciar la infamia tras un trato entre republicanos y demócratas para mantener los cortes de impuestos que venían de la era Bush. “Pueden llamar como quieran a esto que voy a hacer hoy. Pueden llamarlo filibusterismo. Pueden llamar un discurso muy largo”, abrió entonces el demócrata, en una instancia que lo volvió un referente de la izquierda norteamericana.

Los fanáticos más asiduos del senador de Vermont lo conocen como “The Speech” (“el discurso”), y en su edición en papel alcanza las 288 páginas, bajo el nombre “El discurso: una filibustera histórica sobre la ambición de las corporaciones y la caída de nuestra clase media”.

Sin embargo, los discursos filibusteros han sido usados más por el bando Republicano que por el Demócrata, y hoy por hoy, cuando el Senado norteamericano tiene 50 parlamentarios para cada lado, la obstrucción ha sido muy discutida.

Al necesitar 60 votos para detener el debate y pasar a la votación, los demócratas pierden la posibilidad de aprobar muchas de sus leyes más controvertidas, como las relativas al cambio climático, el derecho al voto, la ampliación del Medicare y la subida al impuesto de los ricos.

El autor Adam Jentleson, que escribió un libro sobre la obstrucción parlamentaria, llamado Kill Switch, comenta que la existencia de esta técnica ha afectado históricamente a las fuerzas progresistas en Norteamérica: “El filibusterismo es una herramienta para preservar el statu quo y hace más difícil el cambio”.

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