Juan Villoro y la emergencia sanitaria en México: “En condiciones de pobreza, la peor epidemia es el hambre”

El escritor mexicano Juan Villoro.

Autor de El testigo y Dios es redondo, el escritor y cronista mexicano se refiere al impacto de la emergencia en su país, donde se registran 7.600 muertes. En cuarentena voluntaria, Villoro culmina una nueva novela y una obra de teatro, y comparte sus temores en torno a los efectos sociales de la crisis en México: “Se teme una ola de violencia muy grave”.


Trabaja como si todo fuera posible, dice. Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) vive su cuarentena creativa y productivamente: acaba de concluir una novela y avanza en la obra de teatro más tumultosa que ha escrito. Y si bien no tiene problemas con el confinamiento, extraña los ritos afectivos de la vida social: "Extraño caminar por la ciudad, que es mi actividad preferida, abrazar a la gente, ver partidos de fútbol, compartir cervezas con los amigos y, sobre todo, extraño un mundo en el que no hablábamos de coronavirus”.

Ensayista, novelista y cronista, el autor de Dios es redondo y de El testigo se encontraba en San Francisco, como profesor en la Universidad de Stanford, cuando el Covid-19 entró a territorio americano. Entonces decidió volver a su país junto a su familia.

“Los escritores somos profesionales de la soledad y en esa medida la reclusión no ha sido un problema para mí, pero la crisis te afecta a través de los amigos que pierden trabajos, sufren depresiones o ya están en fase de contagio”, dice a La Tercera PM.

Mientras los contagios y las muertes se disparaban en México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dispuso de una cuarentena a medias, de carácter voluntario. Hoy las cifras dibujan un escenario desolador, sobre todo en cuanto a pérdidas humanas: más de 70 mil contagios y 7.600 muertes. En litigio con las cifras oficiales, que prefiere relativizar, el mandatario ordenó un estricto plan de ajuste presupuestario, con el que eventualmente liberará recursos para atender a las necesidades de la crisis. Los costos sociales y económicos asociados son acaso tan graves como la emergencia sanitaria, observa Villoro.

“Ningún país estaba preparado para la pandemia. México ha tenido un deterioro constante en los servicios de salud pública en las últimas décadas. Durante el gobierno pasado se robaron miles de millones de pesos en el Seguro Social. Este gobierno no invirtió en el sector y ahora tenemos hospitales saturados e insuficientes”, dice el escritor.

“He oído declaraciones de mandatarios de muchos países que ahora elogian el sistema de salud pública que ellos mismos han contribuido a desmantelar. México tiene un 40% de personas que viven en la pobreza. En esas condiciones la peor epidemia es el hambre. Me parece correcto que el gobierno haya optado por una reclusión voluntaria. Los que se pueden dar el lujo de estar aparte deben hacerlo, quienes deben salir a la calle para poder comer también deben hacerlo. Por desgracia, padecemos otro mal de los tiempos: la polarización política. Toda cifra y toda medida son juzgadas de manera ideológica. El peor virus son las distorsiones de la realidad que impiden solucionarla”, agrega.

¿En este escenario, cómo estima que será la recuperación tras la pandemia?

Se teme una ola de violencia muy grave. Habrá 12 millones de nuevos pobres y buena parte del territorio está bajo control del narcotráfico. La emigración a Estados Unidos se va a dificultar, por las restricciones en nuestra frontera norte, y los precios del petróleo van en picada. Para paliar esta tormenta perfecta, el gobierno seguramente recurrirá a programas de asistencia social destinados a reforzar la imagen del presidente como salvador de la patria. Los draconianos planes de austeridad al interior del gobierno han tenido la finalidad de combatir la corrupción (lo cual es muy bueno), pero también han permitido reunir recursos que serán repartidos en forma discrecional, sin que se discuta el destino de las partidas. Nadie se puede oponer a la ayuda a los más necesitados. Lo temible es que eso se haga con fines demagógicos y se intensifique antes de cada elección, en busca de la compra de votos. En otras palabras, lo más probable es que la amenaza de una ruptura social no se supere con una reactivación económica fuerte, sino con un reparto selectivo de lo que se ha ido ahorrando, lo cual significa que muchas áreas quedarán descubiertas (me temo que la cultura, la ciencia y la educación pertenecerán a ese rubro). 

Personas hacen fila para recibir alimentos en Ciudad de México.

Honrar a los muertos

Premio Herralde y Manuel Rojas de Narrativa, entre otros galardones, a fines de 2019 Juan Villoro publicó El vértigo horizontal, un volumen de crónicas que traza un mapa personal de Ciudad de México. Ahora prepara su regreso a la ficción con una nueva novela y una obra de teatro que gira en torno a la historia de Timothy Leary, el sicólogo y gurú del LSD, en México.

“Antonio Castro, que será el director y que ya ha montado otras obras mías, me ha alertado sobre la posibilidad de que no lleguemos a escena”, dice Villoro, autor también de los dramas La desobediencia de Marte y Conferencia sobre la lluvia, ambos montados en Chile.

“Por primera vez escribo para un número amplio de personajes. En este caso, para la Compañía Nacional de Teatro, que tiene más de 40 actores. Obviamente, no necesito tantos. La obra tiene 13 personajes que pueden ser representados por 9 actores, que de cualquier manera son bastantes; para mí eso es una multitud shakespereana. Espero que cuando termine la epidemia aún haya teatros y la Compañía Nacional siga existiendo. Por el momento, mi obligación es trabajar como si las cosas fueran posibles”.

En estos momentos de emergencia, ¿qué rol le cabe a la cultura?

Los gobiernos de todo el mundo aplican restricciones al presupuesto y una de las primeras cosas que eliminan son los fondos para la cultura. Y sin embargo, hemos resistido al tedio del encierro gracias a la cultura. La gente ha podido sobreponerse a la angustia y al aislamiento con numerosas representaciones de la realidad, de los memes a la poesía. Por eso resulta absurdo que no se garantice el apoyo al arte. El ser humano no solo existe en condiciones materiales, sino también espirituales. Dostoyevski retoma la frase de Jesús, "No sólo de pan vive el hombre", para demostrar que las recompensas materiales solo tienen sentido con la libertad de pensar, y eso, precisamente, es la cultura.

Desde las calaveras de Guadalupe Posadas a Pedro Páramo y la película Coco, la cultura mexicana tiene una relación significativa con la muerte. Pero este virus priva de los ritos funerarios, ¿cómo se vive esto hoy en México?

Cuando conduje la serie de televisión Piedras que hablan, sobre la arqueología mexicana, una de las enseñanzas básicas fue que todas las civilizaciones prehispánicas se definen por sus ritos funerarios o, en algún caso, como el de Tajín, por su misteriosa ausencia. Desde el sumerio Gilgamesh y la Grecia de Antígona, las comunidades se ordenan por sus hábitos de vida, pero también por sus ritos fúnebres. En la ciudad de Aguascalientes hay un Museo de la Muerte que recoge la herencia prehispánica, la colonial y la moderna en torno a este tema. Podría pensarse, con cierto facilísimo, que el mexicano no le teme a la muerte y por eso hace tantos festejos en los cementerios y tiene una tradición humorística como las calaveras que dibujaba Posada. Se trata de lo contrario: es precisamente por tener mucho miedo a la muerte que el tema se sublima con el humor y el arte. Al ver los grabados de Posada, André Breton dictaminó que era el inventor del humor negro. En medio de la pandemia ha habido situaciones de comedia oscura, como la presunta desaparición de 22 momias que son una atracción en la ciudad de Guanajuato, y no han faltado los memes ni los gifs cargados de humor. Pero, como bien dices, faltan el rito y la convivencia que hace que nuestros mejores chistes se cuenten en los velorios. Hay un vacío muy significativo al no poder honrar a los muertos. Un amigo escribió en estos días un cuento en el que va a un funeral y sus amigos le piden que lo transmita por Zoom. De ese modo asiste a una segunda muerte, la de convertir a alguien real en alguien virtual. 

¿Qué rescata de esta pandemia?

Rescato el tiempo que tengo para mí mismo, la posibilidad de vivir sin pasar por el tráfico urbano, la ausencia de trámites en oficinas; han mejorado las llamadas telefónicas, que vuelven a ser como las del siglo XX: extensos diálogos donde se dicen cosas significativas.

¿Qué espera del mundo tras la crisis?

En el plano negativo, temo un mayor control con pretextos de biopolítica y una dependencia aún más fuerte de la tecnología. En el plano positivo, aguardo una mayor conciencia ecológica y un deseo más fuerte de participar en las decisiones sociales. La democracia no puede ser un ejercicio meramente representativo, debe tener formas directas de participación. La epidemia demuestra que esto es un asunto de supervivencia: tenemos que volvernos necesarios.

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