Los antecedentes que cercan al cardenal Francisco Javier Errázuriz y al obispo Alejandro Goic

Errázuriz

El encubrimiento se configuraría porque todas las indagatorias internas realizadas durante su periodo que involucraron a menores de edad y que se mantuvieron ocultas de la justicia civil llevan su firma y la del o los promotores de justicia del Tribunal Eclesiástico asignado para cada causa.


Cerca de 90 investigaciones canónicas por abusos sexuales contra menores ocurridos entre el año 2007 hasta la fecha tiene hoy en sus manos el fiscal de O'Higgins, Emiliano Arias Madariaga. Se trata de documentos que forman parte del archivo eclesiástico incautado y que no había sido informado al Ministerio Público y, en algunos casos, ni siquiera a la Congregación para la Doctrina de la Fe pues solo quedaron en investigaciones previas.

Los datos le han permitido a Arias configurar eventual encubrimiento por parte de los obispos, algo que se plasmó en la citación como imputado del arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati Andrello y que Arias reivindicó en una entrevista al diario El País este fin de semana: "¿Quién es el responsable de una organización y de lo que ocurre en un territorio? El obispo. ¿Por quién pasan todas las denuncias de abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes? Por el obispo. Conocen los hechos durante todo el proceso", adujo el persecutor.

¿Quiénes podrían caer como encubridores? Fuentes de la investigación apuntan a que Ezzati no sería la única figura de alto rango en el clero en la mira del Ministerio Público sino que también su predecesor Francisco Javier Errázuriz Ossa, quien forma parte del llamado C9, el grupo de nueve cardenales que asesora al Papa en la reforma de la curia romana.

Ello no porque existan testimonios que lo comprometan directamente, sino porque todas las indagatorias internas realizadas durante su periodo que involucraron a menores de edad y que se mantuvieron ocultas de la justicia civil llevan su firma y la del o los promotores de justicia del Tribunal Eclesiástico Metropolitano asignado para cada causa. Se trata, en suma, de escudriñar en la cadena de personas que tuvo conocimiento de los hechos y que no hizo gestión alguna por dar cuenta de los delitos a tribunales.

En la misma situación estaría el renunciado Obispo de Rancagua, Alejandro Goic, sobre quien pesan también las decisiones que no tomó al recibir testimonios, pero que además podría verse complicado por la información a la que tuvo acceso como Presidente de la Comisión Nacional de Prevención de abusos.

Desde la Iglesia han asegurado que el silencio de décadas obedeció a la protección de las víctimas y aunque, a diferencia de un funcionario público, los miembros del clero no tienen obligación de denunciar un ilícito del que se enteran, lo sistemático de la conducta hace que el ministerio público considere que existe participación en los ilícitos en calidad de encubridores.

Arías, a quien el Fiscal Nacional Jorge Abbott favoreció con una ampliación de la investigación, permitiéndole indagar en cualquier causa que guarde relación con las que ya tiene en curso y que no hubieran sido previamente entregadas a otros fiscales, independiente de la región donde ocurrieron, está siguiendo esta arista.

En paralelo, según dijo Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima, a La Tercera PM desde la Fundación para la Confianza están analizando los pasos legales a seguir en este nuevo escenario.

En paralelo, según publicó La Tercera, fieles de distintas capillas de Ñuñoa y Macul solicitaron al párroco de Santo Tomás Moro, el sacerdote Sebastián Vial, que el cardenal Errázuriz no fuera más invitado a celebrar misa en esos lugares, por cuestionar la labor y visitas de los enviados papales, el arzobispo de Malta, Charles Scicluna y el sacerdote, Jordi Bertomeu.

La molestia se hizo ver en una asamblea parroquial a la que asistieron alrededor de 130 personas. "Pedimos que no fuera invitado. El párroco dijo que iba a ver de qué forma solucionaba la situación y esta semana nos comunicó que habló con él y que el cardenal lo había entendido", contó Pauline Saintard, feligresa de San Agustín, una de las capillas del sector.

"Sus palabras nos llevaban a dudar de que él estuviera entendiendo y aceptando lo que ocurre en la Iglesia chilena. Algunas homilías nos desconcertaron, como queriendo bajarle el perfil a la crisis. En vez de un sentimiento de humildad, de preguntarse por qué pasa esto, prefería decir están exagerando. Hoy día, yo, como laica, pido y rezo por él, por el cardenal, para que reflexione", explicó Saintard.

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