El sueño de la casa propia o la pesadilla de Podemos

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Las críticas a Iglesias y Montero no tienen sólo que ver con el hecho que lideren un partido populista, sino que con la mezcla del populismo con la ideología de izquierda. Es complejo que ambos lideren un partido que retrata la dicotomía entre pueblo y élite en términos socioeconómico mientras que, al mismo tiempo, viven una vida de lujo.


Hay una crisis rondando a Podemos, el partido de izquierda española que, junto a Ciudadanos, vino a romper con el bipartidismo que se mantenía en España desde la caída de Franco. Pero la crisis no tiene que ver con elementos políticos ni derrotas electorales, sino que se relaciona a la compra de una casa.

El líder del partido, Pablo Iglesias, junto a la portavoz parlamentaria de Podemos, Irene Montero, han decidido comprar una casa de 600.000 euros para poder iniciar una familia. El bien raíz cuenta con todos los lujos imaginables a ese precio, incluido un terreno de grandes proporciones en medio de un suburbio acomodado de Madrid. La casa se compró con un crédito hipotecario y es acorde a los ingresos que ambos obtienen como diputados, por lo que no habría nada ilegal o sospechoso en la compra. La crisis ha llegado al punto en que ambos líderes del partido pusieron sus cargos a disposición de un referéndum a sus militantes.

¿Por qué una decisión de ese tipo, aparentemente legal y razonable, tiene en la cuerda floja al principal partido de la izquierda española?

De partida, tenemos que referirnos a la naturaleza populista de Podemos. Los partidos populistas se definen por apelar al pueblo y la soberanía popular, por un lado, y la denuncia a las élites políticas por el otro. Éstas últimas suelen representarse como corruptas o, al menos, insensibles a las demandas populares.

En términos de estilos de vida, claramente no todos los líderes populistas viven de forma humilde. Ejemplos recientes son Silvio Berlusconi en Italia, Andrej Babiš en la República Checa y, si lo consideramos como populista, Donald Trump en EE.UU. Todos estos políticos tienen grandes fortunas y aún así logran convencer a los votantes que pueden representar al pueblo. En rigor, el mensaje es que mientras representen bien la voz del ciudadano de a pie, importa poco si ellos andan en auto.

Asimismo, muchos de los populistas de derecha exitosos en Europa critican a los políticos tradicionales por facilitar la inmigración y su supuesto desprecio por la cultura popular. Los populistas de derecha dicen estar contra los ideales del liberalismo cultural en sus países. El hecho que sean liderados por personas que no viven las vidas ordinarias de los trabajadores no es problemático; después de todo están preocupados primordialmente de la inmigración y el multiculturalismo, no de la desigualdad.

Para entender la crisis de Podemos, hay que entender que el partido pertenece a una conspicua familia: la izquierda populista. Estos partidos suelen referirse al "pueblo" y a la "élite" en términos socioeconómicos, en los cuales el pueblo es víctima del neoliberalismo y sus agentes – como bancos, empresas multinacionales, etc. – mientras que la élite se alimenta de apoyar al sistema capitalista.

Por lo mismo, las críticas a Iglesias y Montero no tienen sólo que ver con el hecho que lideren un partido populista, sino que con la mezcla del populismo con la ideología de izquierda. Es complejo que ambos lideren un partido que retrata la dicotomía entre pueblo y élite en términos socioeconómico mientras que, al mismo tiempo, viven una vida de lujo.

La crisis de Podemos puede parecer pequeña al lado de los problemas que enfrenta España, o incluso de los líos de corrupción en que se ha visto el Partido Popular, actualmente en gobierno. Sin embargo, cuando la mezcla de populismo e izquierda convierten al precio de una casa en la vara ética con la que miden a sus líderes, se demuestran las limitaciones que este sector se impone a su propia forma de vida. Algo muy distinto que en otras corrientes políticas.

*Esta columna fue escrita por Javier Sajuria en conjunto con Stijn van Kessel. ambos del Queen Mary University of London.

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