Craig Calhoun, sociólogo estadounidense: “La desigualdad es un problema para la democracia”

En esta entrevista con La Tercera, el autor de "Degenerations of democracy" plantea que la democracia “es un proceso, no es solo un conjunto de reglas”. Así, sostiene que las democracias “son siempre incompletas, nunca perfectas y los ciudadanos deben tratar de mejorarlas”.


¿Por qué la democracia está en proceso de erosión? ¿Por qué el índice de The Economist considera que la democracia se ha erosionado en todo el mundo en el último año y sólo 22 países, que albergan a 430 millones de personas, fueron considerados “democracias plenas” (Chile es uno de ellos)? ¿Qué explica estas “degeneraciones” de la democracia?

Grandes preguntas que los pensadores Craig Calhoun, Dilip Parameshwar Gaonkar y Charles Taylor han intentado contestar en un libro que ha causado gran interés: Degenerations of democracy. Esta obra plantea un marco para analizar este fenómeno y asume que la democracia debe ser entendida como un concepto “télico”, que significa “fin o propósito” en griego. Un proceso que nunca se termina, que debe ser revitalizado, que nunca es perfecto, y que no solo se debe considerar la forma de gobierno, la frecuencia de las elecciones, sino que los valores que la sustentan.

Craig Calhoun es un destacado sociólogo estadounidense, que fue el rector de la London School of Economics, para luego ser presidente del Instituto Berggruen. Hoy es profesor de la Arizona State University. Desde Arizona, vía Zoom, conversa con La Tercera sobre cómo evitar la erosión democrática, de la relación de esta con la desigualdad, y de la búsqueda de Chile de un nuevo pacto social, además de lo sucedido en la elección de consejeros constitucionales.

En su libro, usted plantea que la democracia se ha degenerado. ¿Por qué y cómo?

Creo que es importante captar que la democracia es un proceso, no es solo un conjunto de reglas: es un proyecto de tratar de hacerla mejor y más profunda. Entonces, las democracias son siempre incompletas, nunca perfectas, y los ciudadanos deben tratar de mejorarlas. Las degeneraciones que vemos venir es cuando eso está bloqueado, cuando en vez de aumentar las oportunidades para la ciudadanía de tener una voz en su sociedad, y definir la situación, las élites poderosas, o sistemas como la economía, bloquean esas oportunidades. Y eso produce frustraciones que pueden expresarse en muchos modos distintos: en el llamado populismo, o movilizaciones de ultraderecha, o en extremos antidemocráticos en la izquierda, cuando la gente pierde la confianza en la democracia.

¿Qué elementos son cruciales, en tal sentido, para evitar esa desconfianza?

Tres cosas son cruciales. El empoderamiento ciudadano: ellos necesitan sentir que pueden hacer que las cosas pasen en sus vidas, las de sus familias y de sus hijos. Número dos: inclusión. Cuando decimos “we are the people of this democracy”, debe significar a todos y todas y no solo a algunas personas. Y tercero, el compromiso para un futuro juntos. Que grupos políticos diferentes encuentren maneras de vivir juntos, acordar y comprometerse juntos, trabajar juntos.

¿Cuál es el valor de la solidaridad dentro de la democracia? A veces es uno de sus valores menos resaltados…

Desgraciadamente, muy a menudo la solidaridad ha sido olvidada. Las personas dicen: la democracia es igualdad y libertad. Y entonces deciden cuánta libertad y cuánta igualdad, cuánto se conflictúan entre sí, cómo se equilibran. Pero realmente la solidaridad es muy importante, porque es el compromiso entre nosotros como ciudadanos, y es la conexión entre nosotros como ciudadanos que hace el demos, la polity, la gente de una democracia. Cuando se crean movimientos que tratan de que haya mayor inclusión de diferentes segmentos de la población, se piensa que eso es parte de la historia del pensamiento democrático, pero a menudo hoy la gente olvida la importancia de constantemente renovar y reconstruir la solidaridad entre los ciudadanos. Y ese olvido les da una oportunidad a quienes quieren dividir a los ciudadanos, les da la oportunidad de perseguir alguna ventaja partisana propia.

Usted releva el rol de la creciente desigualdad en la erosión democrática.

Claro. La desigualdad es un problema para la democracia. Esto depende de un tipo de acuerdo con el capitalismo, depende de las condiciones sociales, y siempre hay tensiones. En una sociedad capitalista, no hay nunca la posibilidad de escapar completamente de la desigualdad. Eso requeriría una real revolución contra el capitalismo, pero sí hay posibilidades de tratar de tener un mejor acuerdo, menos desigualdad, más solidaridad, mejores instituciones para proveer de servicios. Puedes decir: los colegios son privilegios por los que cobramos dinero. O puedes decir: los colegios son gratis, son un derecho para todos los ciudadanos. Mientras más tratas de contrapesar la desigualdad, más tienes las condiciones sociales para la democracia. La desigualdad alrededor del mundo hoy se ha tornado muy extrema.

¿Cree que las élites globales están conscientes de la amenaza que implica la desigualdad? ¿O que, después de la pandemia en particular, hay otros temas más urgentes?

Siempre hay muchas cosas sobre la mesa, pero la democracia no es solo una meta o objetivo, es parte de cómo puedes enfrentar las otras cosas: cómo puedes hacerlo mejor en una pandemia, de modo que la salud de todos esté protegida. Como puedes hacerlo mejor para que los países pobres y ricos cooperen para tener una mejor salud internacionalmente, en fin. Esto es parte de las características de la democracia. Entonces no tienes que decir: porque la salud es urgente, dejemos la democracia, o porque el cambio climático es urgente, dejemos de lado la democracia. Al contrario, necesitas estar seguro de que las acciones para lidiar con estos otros temas también incluyan la consideración de la democracia, pues la capacidad de hacer progresos en estas materias depende en parte de estas características de la democracia: empoderamiento ciudadano, en no ser hiperpartisano y en tener una aproximación inclusiva de una ciudadanía mucho más amplia.

¿Qué pasa que eso se olvida?

Es una pregunta importante la de la desigualdad, porque es fácil condenar a los multimillonarios. Y deberíamos decir que hay demasiados multimillonarios, hay demasiada desigualdad extrema, debemos preocuparnos por la décima parte del 1% de la riqueza extrema. Eso es verdad. Pero también es cierto que muchos de nosotros disfrutamos de niveles de privilegio en relación con otros ciudadanos y nuestros semejantes. Y tenemos que ser conscientes de que su relativa pobreza o falta de empoderamiento, o falta de inclusión en el sistema, sucede, en parte, cuando diseñamos el sistema para construir privilegios para aquellos con propiedades, para aquellos con cierto tipo de credenciales educativas, con trabajos en ciertos tipos de corporaciones o industrias. Y creo que las élites son conscientes de los problemas de desigualdad, pero no están dispuestas a renunciar, en su mayor parte, a sus propios beneficios. Eso es cierto para los extremadamente ricos, ¿verdad? Hay una cantidad muy grande de riqueza que está concentrada en manos de personas que pagan impuestos muy bajos. Eso es un desastre para la democracia. Pero también ocurre que las personas que se benefician del sistema educativo, la llamada meritocracia, encuentran en eso una especie de excusa: oh, fui a una universidad muy buena, me fue bien, por lo tanto, merezco tener más de mis conciudadanos, y eso también es un problema.

Justamente usted dice en su libro que la autenticidad y la meritocracia, dos valores normalmente asociados con la democracia, han sido usados contra ella para legitimar la desigualdad, ¿por qué?

La autenticidad, es decir, ser capaz de sentir que tengo integridad personal, y que tomo responsabilidad por mi vida, escogiendo mi futuro, está relacionada con la democracia, con la idea que no solo individualmente (puedo) elegir mi futuro, sino también con otros ciudadanos, participando en un proceso democrático para elegir el futuro. Lo mismo con la idea de meritocracia: que no deberíamos premiar a las personas sobre la base de la herencia, como las élites feudales, sino que las personas deberían ganarse su lugar en la sociedad. Eso ha ayudado a construir la democracia. Pero estas dos ideas pueden ser llevadas muy lejos cuando son tomadas como excusas para el privilegio, cuando las personas olvidan la contribución social a sus vidas. Dicen: soy un millonario self made, hice todo esto por mí mismo, porque fui a la escuela, pasé los exámenes, pero olvidan las contribuciones sociales a su propia situación de privilegio. Solo recuerdan lo que es auténticamente mérito suyo, pero olvidan lo que realmente es compartido con el resto de la sociedad. Recuerdan cuando fueron recompensados por el llamado mérito, pero olvidan que los colegios, las instituciones que les ayudaron, no fueron todos creados por ellos, fueron creados por la sociedad, muchas veces por el Estado. Entonces, su propia condición de éxito individual dependió de vínculos más amplios con la sociedad. Y el exceso de autenticidad y meritocracia los alientan a ese olvido.

Otra razón para la degeneración de la democracia que ustedes señalan es esta narrativa de “ellos” versus “nosotros”. Es un problema global, esto de hablar de quienes piensan distintos como enemigos...

Absolutamente. Pero las instituciones democráticas y las instituciones que las democracias poseen desde el pensamiento político republicano crearon la idea del bien público y del debate público, en que las diferencias pueden resolverse sin que sus conciudadanos sean sus enemigos. Puede que uno no esté de acuerdo y diga que deberíamos invertir más en salud, o puede decir: menos impuestos. Pero se puede tener una discusión civilizada sobre eso en una democracia, llegando potencialmente a un compromiso, y también ser consciente de que hay oportunidades para seguir reconsiderando esto en el futuro. Pero este hiperpartisanismo, este nosotros contra ellos, (crea) esto de que la gente comienza a pensar que sus conciudadanos no son solo personas con las que no están de acuerdo, sino sus enemigos, que es muy fuerte en Estados Unidos hoy, y también en todo el mundo.

¿Qué tan antiguo es este fenómeno?

Esto es algo que no ha estado siempre presente, ha sido construido durante un período de años, donde las personas dejan de hablar entre sí, dejan de conectarse entre sí. Un factor importante ha sido la divergencia de los medios de comunicación, pues las personas hoy tienen ideas diferentes no solo de lo que sería una buena política, sino acerca de lo que es verdad, porque están siguiendo diferentes medios y están en diferentes círculos sociales y culturales. El efecto de esto es que comienzan a pensar que los que están afuera no pertenecen. Pensar: ¿Por qué deberíamos sacrificar nuestro dinero por esas personas? Ellos no son los que se lo merecen, solo debemos apoyarnos. Esto ha sucedido antes: esto sucedió en el ascenso del fascismo, por ejemplo, que tenía ideas muy fuertes sobre “nosotros”. Después de todo, era una especie de nacionalsocialismo, y había un compromiso de cuidarnos, pero también había una exclusión de las personas que se decía que no pertenecían. Ni los judíos, ni los homosexuales, ni los gitanos... La necesidad de expulsar a las personas que no son “nosotros” tiene una especie de lado psicológico social, cuando la gente siente una necesidad de pureza y una gratificación por tratar de expulsar a los demás. Es un impulso muy agresivo. Pero también tiene raíces sociales en las divisiones que surgen y en la búsqueda por tratar de culpabilizar a las personas, en lugar de encontrar soluciones efectivas. Se necesitan movimientos que no se centren en culpar a las personas, a los enemigos, sino que se centren en tratar de encontrar mejores caminos hacia el futuro. Porque tenemos problemas tan grandes, climáticos, pandémicos, y así sucesivamente. No podemos darnos el lujo de simplemente tratar de culpar a la gente. Incluso si ese reproche fuera justo -y normalmente no lo es- sería un enfoque inútil.

No sé cuánto sabe del proceso chileno de escribir una nueva Constitución. ¿Qué diría acerca de esto y la relación con su libro: cómo revitalizar la democracia, cómo hacerla más inclusiva, cómo combatir la polarización política?

Por cierto, no soy un experto en Chile, ni soy chileno. Dicho eso, diría primero que me inclino a pensar que, como dices, todos estos son temas muy actuales hoy para Chile, Estados Unidos o Francia… Escribir una Constitución realmente significa qué tipo de sociedad queremos ser, y tratar de encontrar un camino compartido, que incluya a todos, y es desafiante. Ha habido divisiones. Y sin pretender tener una solución específica para Chile, diría que estoy muy impresionado por el esfuerzo continuo por la búsqueda de una Constitución común, renovándose para nuevos temas. Chile también tiene extrema desigualdad y espero que pueda haber una política de solidaridad para reducir las desigualdades y compensar sus efectos, construyendo instituciones sociales fuertes y compartidas, como escuelas y universidades… Chile tiene una larga historia de tratar de encontrar integración democrática y republicana en la sociedad. Esto ha sido un ir y venir en la historia de Chile, pasos adelante, pasos atrás. Y una de las cosas que es importante para una democracia es mantener el compromiso por un futuro común. No dejar que los retrocesos persuadan a la gente a renunciar al futuro. En Chile esto ha sido difícil a veces, pero Chile también ha sido inspirador para el mundo, porque ha mantenido el compromiso de no olvidar el pasado, y de no renunciar al proyecto. Esto se relaciona con lo que llamamos la idea télica de la democracia: esta es siempre incompleta, es siempre algo que debemos trabajar.

El 7 de mayo hubo elecciones para elegir el nuevo Consejo Constitucional, y la ultraderecha y la derecha ganaron 2/3 del Consejo, por lo que no necesitan consensuar o ponerse de acuerdo con la centroizquierda y la izquierda. ¿Qué diría sobre esto?

Diría: ¡Cuidado con lo que deseas! Sospecho que los partidarios del Presidente Boric siempre imaginaron que la oportunidad de reescribir la Constitución significaría perfeccionarla de acuerdo con sus valores y puntos de vista. Ahora se reescribirá de acuerdo con las aspiraciones de los intereses de los negocios y la ultraderecha. No sé lo suficiente como para decir si las elecciones recientes reflejaron ansiedades económicas, decepciones con el Presidente Boric o detalles específicos de las campañas que se llevaron a cabo. Pero esto es un shock y una preocupación para el mundo y especialmente para Chile.

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