El efecto silencioso de la crisis de seguridad: el impacto en los niños

Un estudio de la UAI arrojó que los menores que viven en comunas donde han ocurrido homicidios han visto afectado su desarrollo del lenguaje. Expertos también alertan sobre la eventual normalización de la violencia.


La crisis de seguridad que atraviesa el país y el violento inicio de año -al menos 108 asesinatos en 42 días- está teniendo efectos también para los más pequeños. Según advierten los expertos, ser expuestos, directa o indirectamente, a homicidios u otras situaciones violentas puede provocarles estrés, irritabilidad, pesadillas, miedo a dormir solo e incluso -según revela un estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI)- una consecuencia hasta ahora invisibilizada: un impacto en su desarrollo del lenguaje.

El efecto de la violencia en el desarrollo lingüístico de los niños es el principal hallazgo de la investigación Community violence and early childhood language development: The moderating role of maternal efficacy and satisfaction (“Violencia comunitaria y desarrollo del lenguaje en la primera infancia: el papel moderador de la eficacia y la satisfacción maternas”), de las académicas Alejandra Abufhele, de la Escuela de Gobierno de la UAI, y Agustina Laurito, de la University of Illinois, Chicago.

El estudio trabajó con una muestra de 1.194 niños hasta los seis años, repartidos en 75 comunas del país, a los que se les realizó una evaluación del lenguaje llamada “Peabody Picture Vocabulary Test-Revised” (PPVT). La investigación se basó en datos de la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (ELPI), realizada por el Ministerio de Desarrollo Social en 2017, en combinación con cifras sobre homicidios del Ministerio del Interior.

De acuerdo con este estudio, “los niños que viven en una comuna donde ocurrió un homicidio justo antes del test tuvieron menos puntaje que niños de la misma comuna, pero que fueron expuestos al hecho después de ser evaluados”, explica a La Tercera Alejandra Abufhele, realizadora de la investigación.

Los datos son a nivel municipal, por lo que la exposición a los homicidios “tiene un efecto indirecto, el niño no necesariamente lo presenció ni estuvo en la cercanía”, explica la académica. Las consecuencias, añade, están ligadas al estrés transmitido por el núcleo cercano a los pequeños que viven en comunas con mayores índices de violencia.

Resultados

Los niños expuestos a homicidios antes de la prueba lingüística PPVT –cuya evaluación oscila entre los 20 y 160 puntos- obtuvieron entre 0,18 y 0,41 SD menos puntaje que los que hicieron el test sin ser afectados aún por un homicidio en su comuna. Los efectos aumentan a medida que la exposición a estos crímenes es mayor. “Hay una especie de sensibilidad al homicidio, o sea, un niño que ha sido expuesto reiteradamente a homicidios verá aún más perjudicado su test de lenguaje”, dice Abufhele.

La académica explica que el estudio usó datos de hace más de seis años, y asegura que “con el aumento que ha habido de homicidios, no me cabe duda de que lo que encontramos es un resultado lower bound, que significa el límite inferior y esto probablemente ha aumentado”.

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En 2017, año que el estudio tomó como referencia, Chile tenía una tasa de 3,3 homicidios por cada 100 mil habitantes, según datos de InSight Crime. La cifra aumentó a un promedio de 6,7 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2022, acorde al Primer Informe Nacional de Homicidios Consumados. El Informe Nacional de Víctimas de Homicidios Consumados en Chile del primer semestre del 2023 informó que los lugares con mayor concentración de asesinatos fueron Santiago, Arica, Viña del Mar, Antofagasta, Puente Alto, San Bernardo, Calama, Estación Central, Valparaíso, Alto Hospicio, Iquique, Maipú y Recoleta.

Abufhele menciona que los efectos de los homicidios fueron medidos a corto plazo, por lo que no se sabe si estas implicancias perdurarían en el tiempo o si los niños pueden volver a su curva de aprendizaje. Para dimensionar el hallazgo de la investigación, la autora compara los resultados con un estudio que realizó en 2022 y concluye que el efecto de los homicidios en el desarrollo del lenguaje de los niños equivale a la brecha lingüística que existía entre los niños de los quintiles más pobres y más ricos en Chile en 2017.

El estudio también analizó la moderación de los padres para reducir los efectos de la exposición a la violencia. Sin embargo, las académicas no encontraron resultados concluyentes.

Qué hacer, según especialistas

Los niños que viven en comunas con mayor concentración de homicidios son más propensos a sufrir la exposición a estos y, por ende, sus efectos. Ante este eventual caso, expertas explican sus consecuencias y entregan sus recomendaciones.

Candy Fabio, oficial de Protección Infantil de Unicef, indica que aquellos infantes que están expuestos sistemáticamente a la violencia “muestran menores niveles de desarrollo integral y están más proclives a mostrar comportamientos violentos hacia otros niños y adultos”.

Respecto del efecto en el desarrollo del lenguaje, Maribel Corcuera, psicóloga experta en crianza, dice que, al vivir en un contexto de violencia donde ocurren homicidios, para los niños “mantenerse seguros va a ser más importante que aprender a hablar”.

A largo plazo los efectos son diversos: “Pueden ser niños súper reactivos frente a cualquier situación de violencia y defenderse o, todo lo contrario, esconderse para no enfrentarla”, explica Corcuera. Para la especialista, otro peligro es que los pequeños comiencen a normalizar la violencia como parte de la vida. Para evitarlo explica que, si bien, los cuidadores no pueden controlar lo que ocurre fuera de la casa, tienen control sobre lo que ocurre dentro y el mensaje que les transmiten a los niños.

“En varias escuelas han tenido que enseñarles a esconderse bajo las mesas. Ningún niño debería vivir eso, pero si llegara a ocurrir, hay que mostrárselo como algo que nos protege ante ciertas cosas, pero sin llegar a normalizarlo”, dice Corcuera.

Jennifer Conejero, psicóloga de la Clínica Santa María y magíster en psicología infanto-juvenil, menciona que “los niños que son expuesto a noticias violentas pueden sufrir un aumento de ansiedad: temor a que les suceda algo similar a ellos o a sus familias.”

En el caso de ser víctimas o testigos directos, la especialista menciona que pueden llegar a sufrir de estrés postraumático. Respecto a cómo actuar ante un episodio de violencia, las especialistas concuerdan que mantener la calma frente a los pequeños es clave.

“Los cuidadores también se estresan y pueden transmitirles su propia ansiedad o tener reacciones que perjudican a los niños como llanto, temor e, incluso, violencia verbal o física hacia ellos”, advierte la especialista en psicología infanto-juvenil.

Conejero también menciona que “muchos cuidadores sienten –con cierta razón- que es más seguro que los niños se queden frente a una pantalla antes que salir y exponerse, lo cual trae como consecuencia el abuso de dispositivos electrónicos”. Ante la exposición, directa o indirecta a homicidios, la experta recomienda evitar que los niños vean noticias y hablar de estos temas delante de ellos. “Organizarse para el cuidado y facilitar que jueguen en grupos y con elementos manuales, técnicas de relajación (control de la respiración, mindfulness)”, menciona.

En el caso de que los niños ya sepan, Conejero explica que es importante “escucharlos, permitir que dibujen y expresen sus sentimientos”.

La oficial de Unicef menciona que, frente a situaciones de violencia, especialmente si es cercana, deber ser el adulto responsable del cuidado del niño el encargado de brindar información. “Es recomendable describir el hecho en términos simples y proveer de manera clara las medidas que dicha familia tomará para prevenir situaciones de violencia similares”, explica.

La representante de Unicef recalca la importancia de que los cuidadores brinden colaboración para “ayudar a dimensionar la situación y contribuir en su comprensión, especialmente cuando los hechos han sido descritos de manera alarmante”.

Por último, la especialista advierte que la edad del niño afectará la forma en que reacciona frente a un hecho de violencia: “Un niño pequeño tal vez presente algunos efectos que pueden leerse como retroceso, por ejemplo, querer dormir nuevamente con su mamá y/o papá”, explica.

Las psicólogas hacen un llamado a estar pendientes a cualquier señal de alerta. “Un niño deprimido es un niño enojado, no un niño que está siempre llorando”, explica Maribel Corcuera, y agrega que hay que poner especial atención a los juegos de los niños, “hay cosas que no pueden razonar, y a través del juego las expresan”, asegura.

Jennifer Conejero recomienda a los padres fijarse en las manifestaciones de estrés: “Aumento de temor, pesadillas, irritabilidad, llanto fácil y problemas para dormir solo. Tener en cuenta que si estos síntomas duran más de tres semanas o un mes se recomienda consultar a especialistas”, concluye.

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