El Estado Islámico resurge y apunta a Rusia

Un combatiente del Estado Islámico de Irak y el Levante sostiene una bandera mientras está parado en un vehículo blindado en la ciudad de Mosul, Irak, el 23 de junio de 2014. Foto: Reuters

Una filial del grupo yihadista atacó el viernes 22 un centro de eventos en las afueras de Moscú dejando 143 muertos. El atentado puso de manifiesto el alcance del Estado Islámico de Khorasán, que tiene presencia en Asia Central y que ha ido ganando terreno. El grupo ya amenazó con más atentados e incluso con matar a Vladimir Putin.


Pese a que en 2019 Washington declaró su desmantelamiento, el Estado Islámico -que en su momento autoproclamó un califato en partes de Siria e Irak- está de regreso. Y el retorno lo hizo con su sello: terrorismo y muerte. La tarde del viernes 22 de marzo milicianos del grupo terrorista irrumpieron en una sala de conciertos en las afueras de Moscú, provocando al menos 143 muertos, 360 heridos y 95 desaparecidos.

El atentado, reivindicado ese mismo día por la rama del Estado Islámico en Afganistán a través de mensajería vía Telegram, ocurrió cuando hombres armados irrumpieron en el Crocus City Hall, donde estaba a punto de celebrarse un concierto de rock del grupo Picnic. Los milicianos comenzaron a disparar de manera coordinada y metódica contra los asistentes del evento. Incluso uno utilizó un dispositivo incendiario para prender fuego a la sala, en un modus operandi similar a lo ocurrido en París en 2015.

Posteriormente, las fuerzas de seguridad rusas arrestaron a cuatro hombres, todos ciudadanos de Tayikistán, y los acusaron de llevar a cabo el atentado. Los detenidos comparecieron ante un tribunal de Moscú el domingo y mostraron signos de haber sido brutalmente golpeados. A uno de ellos, de hecho, le cortaron parcialmente la oreja. Durante la semana el presidente Vladimir Putin reconoció que se trataría de “radicales islámicos”, aunque mantuvo la versión inicial del Kremlin en cuanto a implicar a Ucrania, aunque no mostró evidencias.

A los expertos la presencia del Estado Islámico en Rusia no los sorprendió del todo, ya que hace rato tenían en el radar a milicianos del llamado Estado Islámico de Khorasán (ISIS-K), que formarían parte de la red de Asia Central del grupo terrorista, que se extendería por Afganistán, Tayikistán, Kirguistán, Uzbekistán y el Cáucaso.

Hombres armados abren fuego en el distrito de Crocus, en Krasnogorsk, región de Moscú, Rusia, el 22 de marzo de 2024. Foto: Reuters

De hecho, el 7 de marzo Estados Unidos le advirtió a Moscú sobre la posibilidad de un atentado del Estado Islámico, lo que no habría sido considerado por el Kremlin.

La arremetida del Estado Islámico de Khorasán no estaría acotada solo al ataque en las afueras de la capital rusa. El lunes, la Fundación Al-Azaim -un medio de comunicación vinculado al ISIS-K- publicó un aviso en inglés señalando que iba a llevar a cabo más atentados en el país y no descartó matar al mismísimo Vladimir Putin. “¡Cuidado! No crean que no tenemos la capacidad de vengarnos de ustedes por nuestros hermanos encarcelados. Les demostramos con el ataque del viernes que los muyahidines del Estado Islámico pueden castigarlos por todos sus horrores (...). La difusión de videos de prisioneros siendo torturados por ustedes ha aumentado la sed de miles de hermanos por su sangre”, añadió el mensaje.

El atentado en Rusia y la posterior amenaza del grupo terrorista llevó a que varios países europeos elevaran sus alarmas al nivel más alto. De paso, esto se convirtió en un recordatorio implícito de que el Estado Islámico ha vuelto.

El centro Soufan, con sede en Nueva York, señaló que lo ocurrido en Moscú “es otra señal de que la rama afgana del Estado Islámico está reconstruyendo su capacidad de operaciones externas y sigue siendo quizás la más potente de todas las filiales que componen su red global”.

“La decisión de ISIS-K de llevar a cabo ataques en Rusia puede atribuirse a una serie de factores estratégicos e ideológicos. Rusia ha sido un actor importante en el conflicto sirio, apoyando al gobierno de Bashar Assad y también tiene un historial de represión contra los musulmanes en el Cáucaso, y ha tratado de establecer relaciones con el enemigo del Estado Islámico en Afganistán, que son los talibanes. Esta participación ha posicionado a Rusia como un adversario”, dijo a La Tercera Amira Jadoon, académica de Clemson University, especialista en el Estado Islámico de Khorasan.

“Los ataques contra Rusia, directos o contra su presencia en otros lugares, tienen múltiples propósitos: son una forma de venganza contra las intervenciones militares rusas en Medio Oriente, una herramienta para disuadir una participación futura y un método para mostrar su alcance y capacidad. Los ataques también actúan como propaganda para mejorar su imagen dentro de la comunidad yihadista global, ayudando potencialmente al reclutamiento y la difusión de su ideología”, añadió.

Un combatiente del Estado Islámico de Irak y el Levante sostiene una bandera de ISIL y un arma en una calle de la ciudad de Mosul, Irak, el 23 de junio de 2014. Foto: Reuters

A juicio de Murat Aslan, académico turco de la Universidad Hasan Kalyoncu, especializado en estudios de seguridad y defensa, el EI “seguirá concretando ataques en todos los países disponibles a los que puedan llegar. ¿Por qué? Porque su motivación es difundir una ideología. No es religión. Y quieren ser mucho más dominantes en comparación con otras organizaciones”.

La caída

El Estado Islámico surgió de los remanentes de Al Qaeda en Irak, una rama local fundada por Abu Musab al Zarqawi en 2004, alguien a quien Osama bin Laden consideraba incluso más radical que él mismo. Tras un período en el que perdió fuerza con el aumento de tropas estadounidenses en Irak en 2007, comenzó a resurgir en 2011 y aprovechó la creciente inestabilidad en Irak y Siria para llevar a cabo ataques y reforzar sus filas.

En junio de 2014 lanzó una ofensiva contra Mosul y Tikrit, y su líder, Abu Bakr al Baghdadi, anunció la formación de un califato que se extendería desde Alepo en Siria a Diyala en Irak, cambiando el nombre al grupo a Estado Islámico.

Una coalición liderada por Estados Unidos inició ataques aéreos contra en Irak primero y luego la amplió a Siria. Pero el grupo pudo expandirse en este último país llegando a las cercanías de Alepo, mientras que llegó a controlar Raqqa y otras ciudades.

Fue así como se expandió hasta convertirse en una red de afiliados en al menos otros ocho países, llevando a cabo sus ataques más allá de las fronteras de su califato.

Por ejemplo, en octubre de 2015, la filial egipcia del ISIS bombardeó un avión ruso, matando a 224 personas. Y el 13 de noviembre de ese mismo año, 130 personas murieron y más de 300 resultaron heridas en una serie de ataques coordinados en París. En junio de 2016, un hombre armado que prometió apoyar a ISIS mató a 40 personas en un club nocturno en Orlando, Florida.

Ya en diciembre de 2017, el califato del Estado Islámico había perdido el 95% de su territorio, incluidas la ciudad iraquí de Mosul y Raqqa, en el norte de Siria, a la que consideró su capital.

Un miembro de las fuerzas de seguridad iraquíes pasa junto a un muro pintado con la bandera negra comúnmente utilizada por los militantes del Estado Islámico en Shirqat, Irak, el 22 de septiembre de 2016. Foto: Reuters

En 2018 el foco de la campaña contra el grupo se desplazó al este de Siria, donde una coalición de kurdos y árabes sirios respaldada por Estados Unidos -conocida como las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS)- capturó gradualmente posiciones clave del grupo yihadista. El 19 de diciembre de 2018, el entonces presidente Donald Trump declaró que el ISIS estaba derrotado, pero las SDF continuaron su ofensiva y en febrero de 2019 lanzaron el asedio final a la ciudad siria de Baghouz. La caída de esta en marzo puso fin formalmente al reclamo del califato sobre cualquier territorio. En octubre, Baghdadi fue asesinado en una incursión estadounidense en el norte de Siria.

El pequeño emir

Pero la amenaza del grupo no terminó ahí. Las miles de personas que viven actualmente en campamentos de desplazados en Siria, como el de Roj, se han visto expuestas a la doctrina radical del ISIS a través de grupos leales que implementan duras restricciones -en cuanto a vestimenta y comportamiento- para quienes viven en el lugar. Según el diario The Times, el campamento tiene a un pequeño “emir” de 14 años, que amenaza a las mujeres con la muerte.

“Estados Unidos los marginó en Irak y Siria. No se puede esperar que ninguna organización terrorista disminuya o se evapore, sino simplemente se la puede marginar por un período, porque una vez que sienta que el terreno es apropiado para florecer nuevamente, entonces podrá comenzar sus actividades. Es como los virus. Eso significa que Daesh en Irak, Siria, Libia o en algunos países de África están sobre el terreno en este momento”, indica Murat Aslan a La Tercera. “Y una vez que haya una especie de escalada en los países donde están habitados, pueden desafiar a las autoridades”, añadió.

Para julio de 2021, el número de combatientes del ISIS en Afganistán se estimaba “entre 500 y varios miles”, según un informe de Naciones Unidas, mientras que su presencia en la región está documentada desde 2015. La ONU concluyó que, si bien el regreso al poder de los talibanes a mediados de 2021 no redujo su capacidad, desde entonces ha restablecido bases en países de Asia Central.

Incluso, en octubre de 2021, Putin se manifestó alarmado por “las ambiciones y las fortalezas del grupo yihadista Estado Islámico en Afganistán”.

“Se sintieron alentados por la retirada estadounidense de Afganistán. Ahora creen que pueden desafiar a un Estado o superpotencia porque, en su opinión, los talibanes lo lograron”, indicó Aslan.

Combatientes talibanes celebran un año desde que tomaron la capital afgana, Kabul, frente a la embajada de Estados Unidos en Kabul, Afganistán, el lunes 15 de agosto de 2022. Foto: Archivo

Según Jaddon, el “ISIS-K como afiliado oficial del Estado Islámico comparte objetivos similares y suscribe su ideología islamista extrema y sus tácticas brutales. Tanto ISIS como ISIS-K apoyan el establecimiento de un califato global y atacan a actores estatales y civiles mientras instigan una guerra sectaria. Sin embargo, ISIS-K combina estos objetivos más amplios con un enfoque en las dinámicas locales específicas de la región de Asia central y meridional”.

“El grupo ha localizado su yihad mediante el reclutamiento local y la colaboración con facciones militantes afines en el área. También ha lanzado una campaña de propaganda multilingüe en idiomas del sur y centro de Asia a través de su propio brazo mediático, Al-Azaim, y otros canales no oficiales, entrelazando efectivamente los agravios políticos y socioeconómicos locales con los objetivos más amplios del ISIS-K para crear una mezcla particularmente volátil”, añadió.

Entre los múltiples ataques terroristas que ha realizado en toda la región se encuentra el lanzamiento de cohetes en Tayikistán y Uzbekistán. También ha atacado intereses extranjeros dentro de Afganistán. En septiembre de 2022, por ejemplo, llevó adelante un ataque suicida contra la embajada rusa en Kabul, dejando dos empleados y cuatro civiles afganos muertos. En diciembre de 2022 atacó la Embajada de Pakistán en un intento fallido de asesinar al jefe diplomático de Islamabad.

Jaddon destaca que el panorama militante general ha proporcionado un entorno propicio para el crecimiento del grupo yihadista. “Con los talibanes en el poder, muchos militantes que anteriormente se habían alineado con la insurgencia talibán han gravitado hacia ellos como grupo coordinador, creando un grupo de combatientes potencialmente receptivos a la ideología y los objetivos del ISIS-K. Además, la posición moderada y debilitada de Al Qaeda ha disminuido su atractivo e influencia y los ha beneficiado”. concluyó.

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