Empresario que perdió campo tras 12 ataques: “Soy amigo del diálogo”

Andrés Cox es un empresario agrícola y ganadero, propietario de un fundo de 470 hectáreas en Cañete. Tras una serie de atentados, su terreno dejó de ser productivo. Ahora quiere venderlo al Estado y que mapuches puedan desarrollarlo en su reemplazo.


“El día que vi mi casa en llamas, fue un faro que me dijo ‘acá pasa algo’. Arauco arde, hay dolor, pobreza, olvido, abandono, rezago. Si el humo hubiera tenido letras, esas hubiesen sido las palabras que salían de las llamas. No quiero que mi campo le quite un lugar a otra persona. Lo que corresponde es que le mande una carta a la Conadi poniéndolo en venta y cuando ellos tengan una comunidad aplicada, digan ‘se lo vamos a entregar a esa comunidad’”.

Esas son las principales definiciones que transmite Andrés Cox Baeza (66), empresario agrícola y ganadero, propietario desde 1989 de 470 hectáreas del fundo La Pasión. Este está ubicado a la orilla del lago Lanalhue, en el sector de Huilquehue, en el camino que une Contulmo y Cañete, en la provincia de Arauco.

Recuerda que fueron 30 años de bonanza, periodo en que logró cuidar un bosque nativo, crear un camping, producir 400 novillos anuales y 300 lanares y cuidar un criadero de 25 caballos andaluces portugueses. Eran “terneros que producían las comunidades mapuches e iban a nuestro campo, donde hacíamos un proceso de engorda intensiva hasta llevarlos a su término”, relata Cox.

Se lo compró a la familia Rocha. Dice que era un campo que estaba abandonado e inundado por el lago: “Fue 100% construido por nosotros después de tres años de intensa labor. Toda la gente en Arauco lo conoce. Pudimos tecnificarlo poniendo equipos de riego, haciendo capturas de alta tecnología, generamos un centro de engorda intensiva mecanizada y empezamos a proveernos de animales de todas las comunidades. De hecho, cuando el fundo La Pasión salía a hacer sus compras todos los años, prácticamente marcaba el precio de la zona”.

Pero en enero de 2019, todo lo construido comenzó a derrumbarse, hasta quedar sin nada.

Los atentados

Fueron seis días de ataques. En enero de 2019, cuenta Cox, llegaron cerca de 40 personas mapuches a su campo y le exigieron a sus trabajadores contactarse con él, quien se encontraba en Santiago y viajaba periódicamente a Cañete. “Intentaron tomar contacto conmigo para informarme que ellos pretendían que ese territorio les fuera cedido y necesitaban iniciar una negociación. Pero, lamentablemente, en la tarde de ese mismo día llegó un grupo más extremista que empezó a hacer destrucciones y me robaron toda la maquinaria, 15 monturas que usábamos para los entrenamientos de caballos y mataron y robaron 40 animales”, dice.

Relata que dos de sus empleados quedaron secuestrados dentro de las casas. No recuerda el nombre de la comunidad involucrada, solo que estaba ubicada en el sector de Huentelolén. “Se hizo la denuncia en esa oportunidad, tal como se hizo 11 veces después, pero no ha habido en estos dos años ninguna acción. En los contactos con el fiscal encargado del tema mapuche de la Octava Región, se nos ha dicho que no existen antecedentes que permitan iniciar algún proceso legal”.

Recuerda que ese año los atacaron varias veces más: “Estábamos haciendo un proyecto inmobiliario para generar un centro turístico muy importante, que eran aproximadamente 400 terrenos. Se iba a generar una marina y un centro de uso común de playa para hacer un condominio. Pero se robaron las redes eléctricas. Después tuvimos otros atentados de baleo y robo de animales”.

Luego, asegura que en agosto del año pasado quemaron la casa principal de campo: “Después de que se quemó mi casa, uno de los empleados renunció por temor y estaba un solo empleado que incluso intentaron balearlo, le dispararon tres veces, terminó herido y con hipotermia metido en un bosque con ropa interior”.

La semana pasada prendieron fuego a la casa de sus trabajadores y dos galpones con cerca de cinco mil fardos e insumos para hacer una siembra de avena. “También quemaron el camping”.

Pero, lejos, el atentado que más lo afectó dice que fue el ocurrido este miércoles en la madrugada, cuando perdió todo el criadero de caballos andaluces, además de 40 ovejas. “Es un campo desolado. No hay instalaciones para poder tener gente. Tenemos una plantación forestal importante arriba, que han intentado incendiar dos veces”, relata.

Pese a no tener claro quiénes están detrás de estos ataques, Cox dice estar consciente de que este es un tema de demanda territorial.

Un colono

Desde que llegó a Arauco se ha sentido como un colono en un territorio mapuche.

Recuerda que algo similar a la situación que vive hoy con su predio le ocurrió hace 20 años en Tirúa, pero las cosas terminaron de otra forma. “Compré un campo en Tirúa que tenía 25 ocupantes. Cuando ellos con su muy sensible y pobre documento me demostraron la historia de cómo había estado históricamente toda su familia en esa tierra, a pesar de tener el título del campo y de que la ley me protegía, yo pude darme cuenta de que existía algo antiguo, no respetado, y llegué a un acuerdo con ellos. Vendimos juntos ese campo a una compañía forestal y nos repartimos la plata, porque me encontraba en una situación que moralmente no me parecía correcta”, explica el agricultor.

Hoy su convicción es entregar el fundo La Pasión: “Soy amigo del diálogo y por esa vía tenemos que llegar a que el Estado, que es el que ha abandonado a ellos y a nosotros, sea responsable de solucionar esto (...). La historia entre el mundo mapuche y nosotros ha sido siempre ‘mandemos al Ejército’, siempre a someter. No creo que exista la palabra someter como un método para llegar a un arreglo de largo plazo con la gente”.

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