Sebastián Hurtado, historiador: “Estados Unidos no tuvo participación directa en el Golpe, pero sí quería que Allende cayera”

Imagen del 11 de septiembre de 19873 frente a La Moneda. Foto: Reuters

Para el autor entre otros libros de Gathering Storm: Eduardo Frei’s Revolutions in Liberty and the Chile’s Cold War y profundo conocedor de los archivos desclasificados de EE.UU. sobre Chile, no hay evidencia documental que sostenga que Washington actuó activamente en la coordinación y ejecución de las acciones del 11 de septiembre de 1973. Sin embargo, reconoce que el interés del Presidente Nixon desde el día uno fue que el gobierno de Allende no se consolidara.


El historiador Sebastián Hurtado lleva más de una década revisando documentos oficiales de Estados Unidos. Un trabajo que le permite tener una mirada detallada del rol de ese país en la política chilena durante parte importante del siglo XX y específicamente en los eventos de fines de los años 60 y comienzos de los 70. En 2020 publicó en inglés, bajo el sello de la Universidad de Cornell, The Gathering Storm: Eduardo Frei’s Revolutions in Liberty and The Chile’s Cold War, donde aborda la estrecha relación entre la Democracia Cristiana y el gobierno de Lyndon Johnson. Este año lanzó junto a Joaquín Fermandois An International History of South America in the Era of military Rule y paralelamente ha escrito una serie de artículos en revistas académicas sobre la injerencia norteamericana en Chile.

Su trabajo le permite concluir sin sombra de duda que es poco lo que una nueva desclasificación de documentos estadounidenses, como los conocidos ayer, pueden revelar sobre los sucesos de 1973. “Siempre está la posibilidad de que un nuevo documento pudiera agregar un detalle dentro de ese mismo cuadro, pero algo que nos haga cambiar nuestra comprensión de ese periodo histórico lo veo bien difícil”, asegura. Según él, “lo único que ilustraría bastante sobre el Chile de la época sería conocer los nombres de las personas con las que tenía contacto la CIA en Chile o la agencia de inteligencia militar”. Sin embargo, reconoce que eso es improbable, por la propia lógica de la labor de inteligencia, que es mantener el secreto de sus informantes.

Algunos en estos días, incluido el embajador de Chile en Washington Juan Gabriel Valdés, han pedido a Estados Unidos un gesto y que ofrezca disculpas por lo sucedido. A la luz de lo que ha investigado y de la revisión de documentos desclasificados, ¿cuáles son las responsabilidades de Estados Unidos en los hechos de 1973?

Esa es quizá la pregunta más difícil de responder, quizá la más difícil de enfrentar, porque dentro de todo esto hay muchas pasiones, emociones e intereses personales involucrados. Quizá esto se resuelve en cómo uno explica la historia. Estados Unidos no tuvo participación directa en el Golpe, ni en su planificación ni en su coordinación, y yo me atrevería a decir que ni siquiera en su incitación.

Es decir, ¿no hay paralelos, por ejemplo, entre el Golpe de Estado en Chile y el que derrocó a Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, que sí fue dirigido por la CIA?

No, no hay paralelos. Estados Unidos tuvo una participación directa en el golpe de Arbenz, poniendo a disposición de los golpistas guatemaltecos recursos tecnológicos, con hombres participando activamente en esa operación. En el caso de Chile, no hay ninguna evidencia documental que permita sostener esto. Por el contrario, la evidencia documental que existe y que se refiere al tema de un golpe de Estado, más allá de establecer que es el deseo de Estados Unidos que eso ocurra, deja muy en claro que la instrucción que se dio tanto desde la CIA como desde el Departamento de Estado y la Casa Blanca fue que no se buscara activamente la provocación de un Golpe tras la asunción de Allende.

¿Eso está documentado?

Sí, porque desde la oficina de la CIA en Chile se ofrecían caminos de acción, buscar o incitar un Golpe a través de los contactos militares que tenían y tratar de crear las condiciones dentro de los militares para que llevaran a cabo el Golpe, un poco a la manera de Guatemala. Y la respuesta fue que si bien el interés de Estados Unidos era que el gobierno de Allende no se consolidara e incluso, cayera, eso no se iba a buscar directamente a través de una operación encubierta de la CIA. Ahora, si se daba la situación de que en algún momento los militares chilenos adquirían la convicción por sí mismos de llevar a cabo un Golpe y querían ayuda de Estados Unidos eso se podía considerar. Pero eso no pasó. Los militares actuaron en forma independiente. Nadie puede sostener algo diferente, porque los documentos están allí.

¿Por qué existe la creencia de que Estados Unidos sí participó directamente en el Golpe?

La confusión se puede producir porque EE.UU. y el gobierno de Nixon, efectivamente, querían que hubiera un Golpe. Muchas de las instrucciones que se daban hacia Chile se orientaban hacia el fomento de una oposición dura hacia Allende, y como al final el resultado del proceso fue un Golpe se puede establecer esa relación.

Imagen del 11 de septiembre de 1973.

Pero ¿en el caso del asesinato de Schneider, sí intervino la CIA?

Sí, esa evidencia es bastante conocida, incontrovertible y clara. Hubo una operación de la CIA que se enfocó en promover un Golpe de Estado que impidiera que Allende fuera Presidente, principalmente enfocado en la interrupción del proceso electoral que se llevaba a cabo en esos momentos. En la promoción de ese Golpe, lo que se terminó haciendo es que los agentes de la CIA, agentes que se habían destinado a Chile específicamente con esa función, unieron sus esfuerzos con oficiales chilenos. No se sabe si estos actuaron porque los agentes de la CIA se lo pidieron o bien porque sencillamente convergieron los intereses, pero en cualquier caso lo que esta operación encubierta hizo fue patrocinar a estas personas con plata, con algunos implementos y finalmente fueron estos grupos los que actuaron. Esto tiene bastantes elementos de confusión, porque hubo dos grupos, uno liderado por un general activo, que era Camilo Valenzuela, y otro, por un militar retirado, Roberto Viaux. El que terminó actuando en contra de Schneider, por lo que sabemos, es el grupo de Viaux. ¿Con cuánta coordinación con el otro grupo? Es difícil saberlo, o nunca quedó completamente claro. El punto es importante, porque efectivamente existe una instrucción de Kissinger a la estación de la CIA en Santiago del 15 de octubre, siete días antes de los eventos que culminaron con la muerte de Schneider, en la que se indica que le diga al grupo de Viaux que es mejor que por ahora no actúe. La estación de la CIA en Santiago aparentemente transmite esta comunicación a Viaux, pero la misma instrucción que viene de la oficina central de la CIA dice que independientemente de esto, sigue siendo política de Estados Unidos buscar un Golpe para que Allende no sea Presidente, lo cual conduce a confusiones sobre cómo proceder en terreno. En cualquier caso, el grupo de Viaux terminó actuando al margen de esa instrucción.

Después de esto y de que Allende asume la Presidencia, ¿cuál es la línea de acción de Estados Unidos, porque está ese famoso documento de septiembre del 70, donde Nixon dice que hay que hacer chillar a la economía chilena?

Hay que tener varias reservas con eso. Ese famoso documento, que es muy cinematográfico en su forma, es una reproducción de palabras de Nixon en una reunión que él tuvo con el director de la CIA y es una de las primeras ocasiones, si no la primera, en la que Nixon deja ver una opinión directa sobre la situación de Chile y una de las primeras veces en que tuvo incluso que fijarse en Chile. La verdad, exagerando un poco, es que sabe poco de lo que habla. Entonces cuando dice voy a hacer aullar a la economía de Chile está un poco replicando la caricatura que los izquierdistas tienen del imperialismo estadounidense, como que se está creyendo ese mismo cuento, como que Estados Unidos puede hacer algo para hacer aullar la economía chilena. Ahora, si bien sí hubo intentos de este tipo, que se tradujeron en negar algunos préstamos o ejercer el veto de facto que tenía Estados Unidos en algunas instituciones multilaterales, ¿cuánto de eso fue el motor o la causa principal de la crisis económica que enfrentó Allende? Yo me inclino por decir que tuvo muy poco efecto. Los problemas fundamentales del gobierno de Allende fueron de balanza de pagos. Más problemático fue para Allende la baja del precio del cobre. Hay quienes han sostenido que EE.UU. alteró el mercado mundial del cobre y aparentemente Nixon sí exploró esa posibilidad, pero no hay evidencia de que usara sus reservas de cobre para alterar el precio y hacerle la vida imposible a Chile.

El historiador chileno Sebastian Hurtado. Foto: Juan Farías /La Tercera

Pero de acuerdo con lo que revelan los documentos desclasificados, Estados Unidos sí apoyó a la oposición, entregó dinero, ¿cuán determinante fue ese apoyo?

Desde el punto de vista de Estados Unidos, eso tuvo mucha importancia para sostener a la oposición a flote. Eso significaba que no se cerrara el diario El Mercurio, que la DC pudiera tener su propio órgano de prensa, que ciertas organizaciones pudieran operar y tener posibilidades de acción en la política chilena. Eso significaba también apoyar campañas parlamentarias el 73, de una manera que ya se había hecho el 69 y el 65. Pero la plata de EE.UU., ya sea a El Mercurio, al Partido Nacional o la DC, que fueron los mayores destinatarios de esos dineros, no determinó cursos de acción, no estaba sujeta a condicionantes que fueran más allá de que ellos siguieran siendo oposición a Allende.

Las investigaciones se han centrado mucho en el rol de EE.UU., pero poco se sabe de otros actores, como la Unión Soviética, Cuba o Brasil. ¿Qué podrían aportar?

Rusia puso a disposición en los 90 material sobre este tema. Muchos de los cuales fueron recopilados, por ejemplo, por la historiadora Olga Ulianova y otros colegas que tuvieron la posibilidad de escribir varios artículos bastante útiles. En magnitud, todavía es mucho menos de lo que Estados Unidos ha puesto a disposición. Todavía habría mucho por saber de la URSS. Sería muy bueno conocer, por ejemplo, qué tanto sabía el KGB de lo que pasaba en Chile, que vendría a ser el equivalente de lo que Estados Unidos ha aportado a través de la CIA. Pero sin duda lo más importante sería tener evidencia documental cubana que tenga algún nivel de equivalencia con lo que ha aportado Estados Unidos. Los servicios de inteligencia cubanos tenían una penetración muy numerosa en Chile en los años de la Unidad Popular.

Y en el caso de Brasil, ¿hay sugerencias de apoyo al Golpe?

Lo único que sabemos sobre eso es el testimonio de Roberto Kelly, que viajó a Brasil pocas semanas antes del Golpe comisionado por los militares golpistas a reunirse con la inteligencia brasileña y preguntar si un golpe en Chile sería aprovechado por Perú para atacar a Chile, y los brasileños averiguaron y le dijeron que no, que no habría problemas en ese flanco. Y eso da a entender que existe una suerte de afinidad entre estos estamentos militares que sugiere que hubo algún tipo de, no sé si coordinación, pero al menos de información suficiente como para que no fuera nada sorpresivo.

El Presidente Richard Nixon junto a Henry Kissinger en el Salón Oval, el 8 de octubre de 1973.

Usted dice que no hay ninguna evidencia concreta de que Estados Unidos participó en la planificación y en la ejecución directa del Golpe, ¿por qué cree entonces que se ha instalado esa visión?

Hay varias razones. Primero, la parte de verdad que tiene todo esto. Estados Unidos apoyó activamente a la oposición chilena. Efectivamente, en algún momento intentaron promover un golpe activamente, que fue lo que pasó tras la elección popular del 70. El gobierno de Nixon siempre quiso que Allende no terminara su gobierno. Dentro de la política del gobierno estadounidense estaba eso como objetivo o al menos como horizonte. Eso, sin embargo, no debería confundirse como una participación directa en el Golpe de Estado, o una complicidad efectiva con los militares que condujeron el Golpe, porque de eso no hay evidencia. Otro factor es que en el mundo de la Guerra Fría a muchos les parecía impensable que Estados Unidos no estuviera detrás de eso. Y por último, también está, para usar los términos de lo que ha propuesto Mansuy en su último libro, la renuencia a ver el proyecto de la UP como un fracaso de parte de muchos de sus adherentes y más bien como una derrota. Perdimos porque había mucho poder en contra nuestra. Eso es parte de la paradoja en que nos vemos enfrentados, incluso hoy quienes trabajamos en la academia, porque gran parte de lo que queremos explicar termina formando parte de una batalla de ideas, de posiciones, de emociones, que todavía tiene una mentalidad muy propia del 73. Parece que todavía se están peleando esas batallas.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.