Marta Minujín: Mítica

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Marta Minujín ha esculpido con colchones y estructuras inflables, ha construido laberintos multisensoriales, partenones de libros prohibidos, lobos marinos de alfajores, obeliscos de pan dulce; ha pagado la deuda externa de Argentina con choclo a Andy Warhol y la de Grecia con aceitunas a una doble de Angela Merkel. Todas las obras de Marta Minujín se ven distintas pero comparten su intención de desmitificar los mitos universales. En ese proceso su historia, su imagen, sus declaraciones y sobre todo su trabajo se han envuelto en eso, nuevos mitos.




A pesar de que no sobrevivieron planos ni especificaciones técnicas, 'La Menesunda' se recreó en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en octubre de 2015. De la manera más fiel posible, ocupando 400 m² del primer piso, el laberinto multisensorial volvió a abrirse. Nuevamente los visitantes entraban en números reducidos y pasaban por once situaciones en una secuencia de espacios con distintas geometrías y revestimientos. De un túnel de neones a otro de televisores en blanco y negro, a un dormitorio con una pareja en la cama, al interior de la cabeza de una mujer lleno de cosméticos -donde dos mujeres daban masajes o maquillaban a los asistentes-, a un canasto giratorio, a unos intestinos gigantes, a una cabina de teléfono con olor a dentista, a un congelador a cero grados, a un bosque de formas y texturas, a un octaedro de espejos con olor a fritura y papel picado en el suelo.

Sin desmerecer el gran trabajo del Museo de Arte Moderno para la recreación, lo realmente impresionante es que 'La Menesunda' (confusión o mezcla en lunfardo) fue montada originalmente por Marta Minujín y Rubén Santantonín en mayo de 1965. Hace más de 50 años los autores ya proponían una revolución al involucrar al público en la obra, al no dirigirse a una élite de entendidos, al no limitarse al caballete, al integrar tecnologías. Como si fuera poco, la mitad de la dupla era una mujer de solo 22 años. Por cosas como esas, y después de ver muchas de sus entrevistas en YouTube, me atrevo a preguntar a Marta Minujín si vino del futuro.

"Como que estoy en otro planeta. La gente puede venir a conocerlo y por ahí se queda. Siempre pensé que todo el mundo es artista, que todo el mundo es creativo; si lo desarrollas o no es otra cosa. Siempre digo que hay muy buenos pintores y excelente escultores, pero hay pocos artistas. Hay miles de seudoartistas, que no viven el arte como única razón de su vida", responde Marta, que Whatsapp usa un sticker con su foto y las palabras '¡Arte, arte, arte!'.

Tus obras tienden puentes a ese planeta donde vives "en arte", como tú dices.

"Claro. Mi arte no es arte sin la gente. Esa es la diferencia. Por ejemplo, hago el 'Obelisco de Pan Dulce' (obra de 1978). Consigo un millonario que me dé los panes dulces, otro que haga la estructura; sin yo ganar nada más que verlo realizarse. Después esos 30 mil panes dulces son para la gente. La gente en una acción como de plaga de langostas se tira sobre el obelisco y lo desarma.

Yo tardé 30 días en hacerlo y se llevaron los panes dulces en tres minutos. Lo mismo con el lobo marino de alfajores que hice en Mar del Plata (obra de 2014, cubierta por 80 mil envoltorios de alfajores Havanna que la gente posteriormente canjeó por alfajores) y otros proyectos míos en Irlanda; el Partenón (en Buenos Aires), el otro Partenón (Kassel); todas obras de participación masiva".

Cerca de la Navidad de 1983 Marta hizo su primer Partenón en Buenos Aires con miles de libros que habían sido prohibidos durante la dictadura. La reversión también fue efímera pero mucho más descomunal; con las mismas proporciones del Partenón griego, una estructura de metal se cubrió con 70 mil libros prohibidos de distintas partes del mundo. Esa obra de arte colaborativa ocurrió durante Documenta 14 (2017) y fue registrada en un libro y un documental.

"Al final terminé haciendo obras gigantes. ¿Viste el último Partenón en Alemania?, fue insólito, 70 x 35 x 22 metros, y libros que vinieron de todas partes del mundo. Siempre para lo único que viví fue para el arte. Jamás pensé en ganar dinero. Por ejemplo, viví 20 años de becas. Yo era amiga de Juan Downey, ¿lo conocés? Trabajó conmigo en el MoMA. Yo hice un happening y lo invité. A él le gustaban mucho mis happenings porque ponía barreras invisibles. La época que más me gustó fue la de los happenings. Es lo que más me divirtió en toda mi vida. Después el arte de participación masiva y el arte monumental. Hacer cosas gigantes-gigantes, eso también impresiona. Creía que entrando al año 2000 había que producir otros mitos, no seguir con los de siempre. Por eso me propuse acostar la (estatua) Libertad, porque está como dormida, no hay nada de libertad, y así cambiar los mitos. Por eso acosté el obelisco en Sao Paulo y después la gente se lo comió".

Es lo que has llamado "desmitificar los mitos universales".

"Claro, para crear nuevos mitos. Y en el futuro van a crear otros más. La Libertad (estatua) se relacionaba con la inmigración, recibía a todos los inmigrantes del mundo, y eso ahora cambió completamente de sentido en EE.UU.".

Otra de las capas simbólicas del Partenón de los libros de 2017 es su emplazamiento: en ese lugar fueron quemados libros considerados anti alemanes por la juventud universitaria hitleriana en 1933.

Por eso la vas a cubrir de hamburguesas.

El año que viene tenía una retrospectiva en Nueva York e iba a hacer una estatua de la Libertad acostada, cubierta de hamburguesas falsas que la gente iba a poder cambiar por reales; y bueno, ahora no se sabe. Lo de la pandemia nunca lo imagine, ni lo creí. Porque nunca creo en malas ondas y esta es muy mala onda. Es como la tercera guerra mundial, obliga a todo el mundo a encerrarse. Es horrible.

Nosotros y dos publicaciones argentinas tenemos que agradecer a la cuarentena el tiempo que Marta nos entrega esta tarde de domingo por videollamada. A los tres nos debe haber dicho algo similar respecto a cómo se siente por estos días: "¡Me estoy asfixiando! No puedo ir a mi taller, no me dejan. No hay permiso para moverse. Aunque estés en una jaula de oro, es una jaula. Nunca en mi vida estuve en mi departamento. Un mes entero jamás; dos días a lo más. Siempre iba a mi taller, que es gigante, tiene 900 m², y ahí hago esculturas de 5 metros. Todavía no veo claro cuándo podré agarrar el auto e ir para allá. Como tengo arriba de 70 años, es peor".

Parece ser que las cosas se ven distintas a través de los grandes lentes oscuros que Marta ha hecho parte de su imagen desde hace décadas. Por eso la prensa argentina siempre acude a ella y titula con lo más ocurrente y único que ella pueda darles. La quieren porque desde que tenía un poco más de 20 años nunca ha dejado proveer material. "Con los happenings que hacía, y como era muy rebelde, empecé a salir en todos los diarios. Cuando hice 'La Menesunda', los happenings en el estadio de Uruguay y todos los de Buenos Aires, ya en el año '68 no podía caminar por la calle. Más tarde también me hice conocida en Nueva York, en París, y siempre estuve en los medios. Todo el mundo me conoce… padres, hijos y abuelos. Los nenes me conocen porque ahora me estudian en las escuelas".

Si alguien se diera el trabajo de detener a un grupo de personas en la Avenida 9 de Julio y les pidiera nombrar artistas argentinos, no solo es probable que la mayoría mencione a Marta Minujín, también es muy factible que les venga a la mente primero. "En realidad los que más me quieren son los iletrados. Después está toda la gente snob y artistas que no. Pero a mí no me importa nada. Mucha gente me critica; pocos coleccionistas han comprado mis obras, algunos colchones (material con el que comenzó a trabajar en París), mientras otros artistas argentinos venden como locos. Yo no, pero no hice nada para vender, tampoco me importa. Lo único que quiero es crear y que me den la posibilidad de hacer las cosas. Lo logro por otros canales que no son los del mundo del arte".

Marta Minujín a los 22 años montando “La Menesunda” original en el histórico Instituto Di Tella, cuna de grandes artistas argentinos entre los años 1958 y 1970.
“La torre de Babel” consistió en una estructura espiral de 25 metros de altura cubierta por 30 mil libros en todos los idiomas. La obra estuvo montada por varios meses en 2011, en la plaza San Martín de Buenos Aires.

Marta quemó todas sus pinturas, Marta hizo una línea de naranjas a lo largo de una calle, Marta y su megafono invitando a jugar en una rayuela gigante. ¿Con qué 'locura' saldrá Marta ahora?

Nunca, nunca, nunca me importó que pareciera loca. ¡Y seré un poco loca! Pensá que nunca estudié, nunca tuve esa estructura. Abandoné la escuela en 4to. año y nunca estudié nada más, ni francés ni inglés ni nada. Soy totalmente libre. A Dalí también le decían loco y era un genio. Yo siempre me sentí genia. Desde chica. Me digan mala, me critiquen, yo creo que soy una genia.

En tiempos en que la participación de la mujer estaba más restringida que hoy, ¿cómo lograste hacer estas cosas que ni los hombres soñaban?

Porque era irrefrenable. Yo nací en una de las cuatro casas chorizo que ahora son mi taller. Mi abuelo tenía una casa de uniformes y de overoles. Yo dije, me pongo un overol, el cuerpo no se me ve y puedo ser hombre o mujer. El arte no tiene sexo, eso pensaba.

MINUJISMOS

Sobre los medios

"Les importo mucho más como personaje que como artista plástica. Mucha gente pensaba que yo era artista de rock porque mis amigos siempre fueron roqueros; siempre. A mí me encanta, me gusta el ritmo de vida desaforado que tienen".

La inclusión de la mujer en el arte

"Siempre hablan de que el cubismo rompió la estructura del arte; el fauvismo, el expresionismo, el romanticismo. Pero la irrupción de todas las mujeres juntas, a lo largo de 200 o 300 años, va a cambiar el arte de una manera mucho más potente. Simplemente porque antes no había mujeres artistas. Ahora hay miles. Eso se verá de lejos, va a tener que pasar tiempo para que se den cuenta".

Happenings y performances

"Lo que siempre me gustó fueron los happenings. Después vino la performance, y me aburre, pero igual las hago. Ahora el happening lo hace la gente que se come mis obras o que arranca los libros, que se vuelven locos y cambian de comportamiento. Yo lo único que puedo hacer es mirar".

La fama internacional

"En Nueva York me conocían en la calle. Había hecho estas obras tecnológicas y hablaban de mí en el New York Times ya como una cosa rara, ¡una artista sudamericana! La gente pensaba que en la Argentina no había arte. '¿Pero cómo hay artistas ahí?'".

Ocupar el espacio público

"Las manifestaciones son algo distinto. Es toda la gente luchando para quebrar una regla. Pero como yo quebré siempre todas las reglas, soy como única. En el sentido que Dalí o Andy Warhol lo eran. Me dicen 'hacé algo para una maratón', y no, porque ya está inventada. No puedo hacer nada que no invente yo. Jamás hice una escenografía ni nada a pedido. No estoy atada a nada. Trabajo sola, con tres ayudantes, pero hago todo yo".

La pandemia

"Se acabó la diversión, el abrazarse, el divertirse, se acabó".

Marta Minujín mantiene la comunicación con sus seguidores muy activa, especialmente a través de su cuenta de Instagram

@martaminujin.

“El pago de la deuda externa” (1985), la serie fotográfica en que Marta pagó la deuda de Argentina a Andy Wahol con miles de choclos. Hoy es posible verla en el MALBA.

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