María Victoria Murillo, directora de Instituto de Estudios Latinoamericanos en la U. de Columbia: “Cuando el miedo al contagio baje veremos renacer las protestas”

Manifestantes queman neumáticos en bloqueos carreteros contra el aplazamiento de los comicios en Bolivia. Foto: AFP

En entrevista con La Tercera, dice que la pandemia mostró “las debilidades” de los Estados de la región. Sobre el plebiscito en Chile, advierte de protestas “de una población que no se siente representada”.


La crisis sanitaria y económica por el coronavirus ha agudizado los problemas estructurales que venía arrastrando América Latina. Es lo que piensa María Victoria Murillo, directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Columbia. “Me parece que va a ser muchísimo más complicada la gobernabilidad”, reconoce la académica en esta entrevista con La Tercera, la misma en la que también se refiere al próximo plebiscito en Chile. “Si bien va a ayudar a descomprimir un poco, también hay un potencial para que en algún momento vuelva a haber protestas”, advierte.

Usted dijo que “ya está empezando una segunda ola de estallido social”. ¿Cómo agrava la pandemia la crisis política en la región?

La pandemia para mí tuvo dos efectos. Un efecto de corto plazo, el efecto inmediato, que es que la gente dejó de protestar porque le dio miedo y se guardó. Y tiene un segundo efecto de corto plazo que, en general, cuando los presidentes reaccionaron rápidamente, con excepción de México y Brasil, tiene un impacto positivo en su opinión pública. Esto ocurrió en marzo-abril. Ya pasaron unos seis meses. Entonces, me parece que lo que la pandemia mostró a mediano plazo fueron las debilidades de los Estados latinoamericanos, su falta de inversión en salud pública, su falta de inversión en infraestructura. Todo eso se vio que no estaba y, en un contexto de gran desigualdad que había provocado el desencanto ya en 2019, la pandemia sólo lo hizo peor. Mostró más las desigualdades de la región y las incapacidades de los Estados y las élites para tratar con los problemas de esas desigualdades generadas. Entonces, me parece que si algo ocurre va a ser un aumento del descontento con la pandemia, no una reducción del descontento. En el momento en el cual el miedo al contagio empiece a bajar o la desesperación por la comida empiece a crecer, es cuando vamos a ver un renacer de las protestas.

En el marco de esta segunda ola de estallido social de la que usted habla, ¿hay algunos países que le preocupen más?

Todos los países que terminaron mal el 2019 a mí me resultan preocupantes, porque en esos países los problemas que llevaron a la calle a la gente en la zona andina, particularmente en Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia, no se resolvieron con la pandemia. Me resulta muy difícil pensar que las elecciones bolivianas (desarrolladas ayer) no vayan a generar protestas de uno o de ambos lados. Es una situación muy polarizada. Se trata de unos comicios muy complicados. Como es la primera elección que se produce, esperaría a mirar ahí con atención.

¿Y en el caso de Chile?

En el caso chileno me parece que hay mucha esperanza en que la reforma constitucional mejore la situación. Todas las encuestas dan que ganará el Apruebo. Entonces, si bien puede haber cosas que hagan estallar protestas puntuales, me parece que la población le va a dar una chance al proceso constitucional. Pero, por otro lado, no me queda claro que la clase política esté haciendo grandes cambios. Me parece que todavía no hay conciencia del grado de desafección que tiene la población con las formas en las que se ha hecho históricamente política en Chile. Ahí yo creo que si bien el plebiscito va a ayudar a descomprimir un poco, también hay un potencial para que en algún momento vuelva a haber protestas de una población que no se siente representada.

El libro La ley y la trampa en América Latina, del que usted es coautora, postula que las élites aceptan que se garanticen derechos porque saben que las instituciones no los van a hacer cumplir. ¿Cómo ve eso de cara al eventual proceso constituyente en Chile?

La Constitución del 80 realmente tenía pocas promesas no cumplidas, en el sentido de que no había muchos derechos aspiracionales, lo que es común en las Constituciones latinoamericanas, al menos desde la de 1988 de Brasil en adelante. No es tan fuerte en derechos, pero es una Constitución que se cumple y que dura. Pero al cumplirse y durar también genera problemas por su falta de ambición, porque más bien limita el cambio en vez de empujar por el cambio. Y eso en una sociedad democrática que se transformó muchísimo en los últimos 30 años, como ocurrió con la chilena, le fue restando legitimidad. Hay que ver qué ocurre con la Constitución que emerja y si va a seguir esa línea que han tenido las Constituciones latinoamericanas recientes de realmente prometer derechos que son aspiracionales en su momento de definición, pero que muchas veces se han ido cumpliendo, si bien en forma no sostenida y más bien desigual.

¿Cómo ve la gobernabilidad en la región?

La gobernabilidad la veo más complicada, mucho más difícil. Si bien en el corto plazo los presidentes y los Ejecutivos de toda la región concentraron poder, en una situación de emergencia su incapacidad de haber podido proveer un desempeño acorde a la concentración de poder me parece que debilita su legitimidad.

¿Existe un campo fértil para que entren a jugar outsiders, sobre todo populistas?

Sí, a mí me parece que eso depende también de cada lado de la oferta política de cada país y cuán abiertas son las reglas del juego a la entrada de populistas. Pero en tanto la región tenga procesos en los cuales la ciudadanía está descontenta con su clase política, tiende a abandonar a esas élites en muchos casos, también a producir una erosión del sistema de partidos. Y en esas consecuencias, en general, se abre la oportunidad para la emergencia de nuevos liderazgos, para que vengan outsiders que prometan acabar con los políticos que no saben cómo hacer las cosas

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