Actor y director de teatro Alex Rígola: "Gracias al teatro, se llega a saber más de grandes genios"

Tras adaptar 2666, de Roberto Bolaño, presenta en Chile Maridos y mujeres.




Se autodefine como un obsesivo sin remedio. Tras 24 horas de vuelo, una escala en París, otra en Brasilia y este, su segundo arribo a Chile desde su presentación en el Festival Santiago a Mil en 2008 con 2666, la obra póstuma de Roberto Bolaño, el director español Alex Rígola (1969) apenas alcanzó a pasar por su habitación del hotel antes de partir a ensayar al Teatro Municipal de Las Condes. Allí presenta desde el jueves pasado Maridos y mujeres, su más reciente obra, inspirada en la película de Woody Allen de 1992, protagonizada por el mismo cineasta y su entonces esposa, Mia Farrow. El argumento es simple: dos parejas amigas quedan de acuerdo para cenar, pero cuando unas de las dos anuncia que se separará, los protagonistas, marido y mujer, se quedan pasmados, mirándose y dudando acaso siguen juntos por amor. Sentado en uno de los sillones que configuran esta puesta en escena, Rígola revela por qué le interesó inmiscuirse en dos historias que, hasta ahora, permanecían ajenas al teatro.

Para adaptar a Bolaño, leyó 10 veces una novela de más de 1.100 páginas. ¿Cómo fue adaptar a Woody Allen?

Fue muy distinto. Me tomó todo un año sin dirigir ni actuar en otra cosa meterme en 2666. En este caso, desde la primera vez que vi la película supe que tenía un potencial escénico único. Además, es el guión mejor logrado de Allen, honesto y cargado con su propia historia. Pienso que fue muy valiente al grabarse a sí mismo en el ocaso de su relación con Mia Farrow.

Ud. ha adaptado a Shakespeare, a Brecht y a Mamet. ¿Por qué quiso llevar autores del cine y la novela al teatro?

Lo de Allen es mérito de la película en sí misma. Con Bolaño me pasó algo distinto: nunca lo conocí en persona y solo llegué a leerlo cuando ya se había cumplido un año de su muerte. Aunque crean lo contrario, en España se lee mucho menos de lo que se dice. Y claro, muchos hablan hoy de su obra, pero hace una década o menos no era tan así. Como sociedad, nos hemos convertido en analfabetos literarios. Entonces, si aún hay espectadores de teatro, había que acercarles historias como esta. Además, gracias al teatro se llega a saber más de estos grandes genios.

Ud. se declara fanático de Bolaño, ¿le pasa lo mismo con Allen?

No. Con Bolaño había una intención de darlo a conocer más allá de los círculos literarios. Pretender dar a conocer a Allen sería ingenuo. Sí me interesaba que, entre todas las historias que se han escrito sobre el amor, haya algunas que se detengan a retratar algo más que los inicios y los finales. Allen logró hacerlo con maestría. Si bien la obra comienza con un quiebre, la otra pareja queda a la deriva, cuestionándose, intentando dilucidar por qué siguen juntos a pesar de los años. Ese punto medio en la cuerda tensa me parecía interesante.

Como director, imagino que le gusta ver las reacciones...

Sí, aunque por lo general la gente es reacia a verse así de expuesta. Pero cuando me he quedado a un lado del escenario esperando las carcajadas, el llanto o los nervios, la gente saca lo que le sale. Es un efecto que jamás vi antes. ¿Cómo interactúan con lo que ocurre en el escenario?

Los personajes usan al público como psicoterapeutas. Les confiesan que tienen un problema, les piden ayuda. Pero cuando están así de identificados, ni siquiera ellos pueden ayudarlos (ríe). Aún así, el texto ha cumplido su objetivo: el amor, por muy manoseado que esté, sigue provocando reacciones opuestas en la gente, y todo parece impredecible.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.