Arquero, colegial y parrillero

Ricardo Soto

El tirador de arco Ricardo Soto (17) abre las puertas de su día a día en Arica a El Deportivo. Un fin de semana juntos. Rondas de entrenamiento, evaluación física, asado con los amigos y regreso a clases. Es una fanático de la cocina. A pesar de competir incesantemente, y querer llegar a la cima, envía un certero mensaje: "Lo practicaré hasta los 24 años, no más. Después estudiaré odontología".




"Mi mayor miedo es perder estas condiciones idóneas para entrenar en Arica. Es perfecto", dice Ricardo Soto (17) sentado en un tronco a unos diez metros de distancia de donde lanza, durante tres horas al día, en el club Ajayu Thaya. No titubea en sus respuestas. Parece un hombre maduro, pero ni siquiera alcanza la mayoría de edad. Sus objetivos y sueños los tiene más claros que cuando se para frente al arco para lanzar.

17.30 horas. Viernes. Toca entrenamiento. Soto camina 70 metros tras un certero lanzamiento que dio en el blanco del parapeto. Saca las flechas del cuadrado, que tiene cinco colores, y realiza el mismo trayecto de regreso hasta llegar a una línea blanca. Allí separa sus piernas y se pone el arco sobre sus hombros. Lo hace con pausa y un nivel de concentración alta. Aprieta el gatillo y de nuevo clava la fecha en el centro. No le tirita el arco.

Entre la tierra y pequeñas siembras de pasto entrena el chileno. En el club, fundado en marzo de 2013, escribe su propia historia, aquella que ya sabe de participaciones olímpicas y récords nacionales. Las condiciones del lugar son precarias. Francisca Pedraza, la madre del arquero, cuenta que incluso parchan los plásticos que cubren el parapeto. Los recursos, lejos de sobrar, alertan a los que vienen detrás de Soto. Con poco, ya hay uno que ha logrado mucho. Mientras entrena, una radio suena constantemente, pero no en vano. Es para generar distracciones al momento de lanzar. Otra forma de entrenar la concentración. Ceñirse sólo al arco y el parapeto es la consigna. Todo lo que ocurra afuera, no influye. Y allí aparece Soto, con paso tranquilo entre el resto de los chicos.

"Una de las cosas más destacables de Ricardo es que se ha mantenido igual. Superhumilde, sencillo, muy cooperador. Es uno más. Si tiene que guardar el parapeto, lo hace. Cuando llegó de los Juegos Olímpicos, los chicos lo fueron a buscar al aeropuerto e hicimos una caravana hasta los pies del Morro. Fue su minuto de fama. Pero al otro día, ya era el niño de siempre. Realmente es un niño", narra la presidenta del club, Denisse Leiva.

Sorprende la sencillez del arquero. Camina a la par de niños de 13 años que lo ven como un ejemplo en busca de las flechas y se devuelve junto a ellos. Atisbos de divo, están estrictamente prohibidos. "Aquí somos todos de una gran humildad y cualquier síntoma de mirar en menos a alguien, yo que soy bruja, los sacó. Tuve un par de situaciones así y los chicos se tuvieron que ir. El deportista que comienza con esas actitudes, se estanca", narra su madre

La mujer que se pasea dando indicaciones en el lugar, la madre, fue la causa del arribo de la familia a la ciudad nortina. Ocurrió hace nueve años. Producto de una calcificación en sus hombros, enfermedad que con el frío de Curanilahue, Región del Bio Bio, se acrecentaba, los Soto Pedraza se debieron trasladar a Arica. "La ciudad perfecta", dice Ricardo. "Aquí tenemos una tranquilidad que no se ve en ningún otro lugar. Eso me jugó a favor, por ejemplo, después de Río; porque si hubiese estado en Santiago, sé que todos los medios hubieran estado encima mío y me habría presionado un poco. Pero acá nada. Además, el clima es perfecto para entrenar", añade.

Tras un intenso entrenamiento que cuenta con una evaluación física, Ricardo desmantela su armadura guardando pieza por pieza en un maletín. "Cada una de estas flechas te pueden costar 80.000 pesos", comenta mientras las pone en su lugar. Las trata con cariño. Un chico a su costado las mira, admira y comenta: "Ese mono de Batman te lo regalé yo para tu cumpleaños". Soto asiente con la cabeza.

Pero no todo es arco en la vida de Ricardo, el menor de tres hermanos. Hay un hobby que cada día perfecciona más: la cocina. "Su especialidad son las chuletas de cerdo marinadas en cerveza y miel", afirma su mamá. "Todos en mi familia son buenos para la cocina. Sobre todo mi abuelita y abuelito. Ellos nos enseñaron a cocinar y de ahí que me gusta", cuenta Soto. Tampoco le tiembla el brazo frente a la parrilla.

La entraña, su especialidad

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Ricardo Soto

Ricardo posa junto a sus amigos en el patio de su hogar.[/caption]

Es sábado. El sol ya se escondió y el tenue frío comienza a sentirse en Arica. Al interior de un hogar en calle Cruz del Sur, se escuchan risas. Son cuatro jóvenes que conversan reunidos frente a una parrilla. Hablan de la tensión entre Chile y Perú. Uno de ellos es Ricardo Soto. Está en frente de la parrilla y se maneja a la perfección. "Mi especialidad es la entraña", asegura mientras ofrece carne a sus amigos.

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Soto, cortando un pedazo de carne en un asado hecho para sus amigos.[/caption]

El recuerdo de la euforia en el Colegio San Marcos (su ex colegio) tras lo conseguido por Soto en Río, no tarda en hablarse. "Fue hasta incómodo. Porque a mí me entrevistaron una vez y yo nada que ver", asegura María Paz, su mejor amiga desde cuarto básico.

Mauricio, único con 18 años en el grupo, agrega otro episodio. "Me acuerdo de que los más chicos se paraban en la ventana y a él lo veían como un ídolo. Le pedían fotos, autógrafos, fue extraño. Pero él siempre sencillo". El aludido tira de risas e ironía: "Siempre fui famoso".

Públicamente, Soto se muestra sereno, tranquilo y hasta introvertido declarando siempre con pocas palabras ante los medios. Pero en confianza, todo cambia junto a sus amigos. Historias de viajes y anécdotas en la voz de uno de los deportistas con mayor proyección de Chile. "Me acuerdo de que fui a una gira por Europa, y nos trasladamos todos en un bus. Se subieron dos atletas y pasaron por al lado mío y fue como una cachetada. Era terrible su olor. Ellos no se echan desodorante y en el albergue que nos estábamos quedando, yo era el único tonto que me bañaba todos los días. A saber qué habrán pensado de mí", relata entre risas y gestos de mal olor sacando las carcajadas de sus amigos.

Para llegar a la cima, Soto deberá comenzar a tener constantemente un roce internacional, y para allá apunta. Pero con la misma tranquilidad y pausa que camina y se desenvuelve, da una certera respuesta de alguien que simplemente, es distinto: "Como es un deporte de mucha concentración y poco físico, se permite competir con mucha edad. Hay chances para alcanzar las metas. Tanto tiempo haciendo la misma cosa, aburre. Hasta los 24 años, máximo, competiré".

Ricardo Soto

Ante la interrogante de poder alcanzar sus metas a tan corta edad, lanza una flecha en el blanco: "Ya las tendré cumplidas". De sus metas, habla el arquero: "Quiero conseguir una medalla  olímpica, un mundial y ser el número uno del mundo".

Dicen que la vida posterior del deportista es traumática. A los 17 años, a Soto eso no le asusta. Al revés, tiene la película del días después muy clara, como si ya la hubiese visto: "Entrenaré como te dije hasta los 24 y después entraré a estudiar odontología. Para que lesear más con el arco. Estudiaré en la Universidad Central, ahí tengo una beca".

Llega el lunes. El despertador suena temprano. Y no para entrenar. Ricardo debe regresar al colegio. "El primer día fue con mucho sueño, con mucha flojera", asegura. Soto estudia cuarto medio en el colegio Adolfo Beizaga Obando. En su faceta de estudiante, el arquero no está dentro de los mejores. "Es un alumno aplicado, pero no mateo. Se le hace muy fácil entender", dice su madre. "Yo lo paso bien, hueveo con los cabros", cierra el chico que hace un año puso a todos los chilenos mirando a un arco.

Hoy, Ricardo no está en Arica. Viajó el viernes a Berlín para disputar desde el miércoles la Copa del Mundo, uno de sus objetivos principales.

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