Así son las cintas que compiten con No por el Oscar a Mejor Filme Extranjero

El 24 de febrero se realizará la ceremonia de premiación.




Amour, de Michael Hanecke (Austria)

Lo ha dicho Pablo Larraín esta semana y, para el caso, lo ha dicho casi todo el mundo: Amour debería alzarse como ganadora el 24 de febrero. Mal que mal, es la última ganadora en Cannes, ha puesto de rodillas a la crítica, y su eventual triunfo marcaría una revancha para un director consagradísimo, quien hace tres años perdió con La cinta blanca cuando se le daba como laureado. Adicionalmente, y como pasó con La vida es bella y El tigre y el dragón, es también candidata en la categoría principal de la noche. De ello debería seguirse que no ganará esta última, pero sí la "extranjera". Para hablar un poco de cine, Amour es una cinta dura al tiempo que sensible, sobre el ocaso de una pareja de ancianos (Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, nominada a Mejor Actriz). Ambos viven sus vidas con calma y tiza, hasta que ella "se va" momentáneamente del mundo. Lo que sigue es un trayecto cuesta arriba, donde se confunden el amor, el pesar y el dolor. A los grandes roles centrales se suma el sentido de encierro que provee la puesta en escena y un eficaz secundario a cargo de Isabelle Huppert. Al cierre de esta edición, su distribuidor local preveía el estreno entre el 21 de febrero y el 7 de marzo.

A Royal Affair, de Nikolaj Arcel (Dinamarca)

Si al lector no le dice mucho el nombre de Mads Mikkelsen, cabe apuntar que es el villano de Casino royale y el mayor producto de exportación del cine danés desde los tiempos de Dogma 95. En esta película, que integra la estirpe truculenta y anacrónica de cintas como Elizabeth, Mikkelsen encarna a un médico alemán que llega a la corte del rey de Dinamarca, Christian VII, quien ha perdido completamente la chaveta. En una situación de privilegio, este alemán ilustrado, defensor de las luces ante las sombras del oscurantismo religioso, se pone a la cabeza de una revolución que moderniza el reino. De paso, se enamora de la joven y entusiasta reina. Y ahí empiezan los problemas. Premiada en Berlín y candidata a los Globos de Oro, tiene para ganar lo que han tenido en la categoría principal dramas históricos como El discurso del rey: escenarios imponentes, vestuario, fotografía y dirección de arte en la misma línea, amén de las indispensables intrigas de palacio, con pasiones de alcoba y griteríos destemplados. Pero nada indica que eso vaya a ser suficiente en esta pasada.

Kon-Tiki, de J. Ronning y E. Sandberg (Noruega)

El pasado jueves, cuando Seth MacFarlane y Emma Stone presentaron los nominados en esta categoría, el único momento en que se oyó al público manifestar su apoyo fue al mencionarse esta cinta, la más costosa en la poco rutilante historia del cine noruego. Lo anterior puede o no tener que ver con el hecho de que Kon-Tiki es distribuida en EE.UU. por los hermanos Weinstein, que a su manera han modelado la historia reciente del Oscar. Habría que tener ojo con eso, pues es sabido y probado que la mano de los Weinstein llega muy lejos. Desde ya, fue seleccionada para los Globos de Oro. En cualquier caso, es ésta una cinta con irreprochable sentido del ritmo, que no pierde un momento para abordar la gran aventura del etnólogo y expedicionario Thor Heyerdahl (1914-2002). Persuadido de que los habitantes de la Polinesia llegaron de Sudamérica, idea rechazada por los especialistas de la década del 40, se construyó una balsa y se embarcó en Perú para probar su punto. Llena de explicaciones ad hoc, bien puede pasarse en los colegios.

War witch, de Kim Nguyen (Canadá)

En el inicio de esta cinta del quebequense Kim Nguyen vemos a Komona (Rachel Mwanza, Mejor Actriz en Berlín), una catorceañera congoleña con un embarazo avanzado. La chica le habla a su hijo por nacer y le advierte que quizá no sea capaz de hacerse cargo de él. Luego viene el recuerdo: cuando tenía 12, llegaron a su aldea unos milicianos, varios de ellos niños soldados que arrasaron con todo, obligándola a matar a sus padres y a enrolarse en sus filas. Luego, tras esquivar milagrosamente unas balas, la consideran una bruja de guerra, lo que la blinda hasta cierto punto. Esta historia de supervivencia, cuya protagonista ve los fantasmas de sus padres mientras la violencia lo invade todo, tomó 10 años en llegar al cine y golpea por la crudeza de ver chiquillos jugando a la guerra, aun si los efectismos de la representación no ayudan particularmente a estructurar un drama en forma ni a desarrollar personajes con vida propia. Para todos los propósitos, sólo haber llegado a esta instancia parece ser un premio.

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