Chilena relata la lucha contra balleneros

Cristina Cely, chilena-ecuatoriana, es parte de la tripulación del Bob Barker, uno de los barcos de Sea Shepherd en el mar antártico.




La flota ballenera japonesa los ha golpeado fuerte este año. Con ataques nocturnos y arrastrando un cable de acero para detener las hélices del Bob Baker, el barco insigne de la organización Sea Shepherd, que cada año los enfrenta en el océano austral.

La tripulación no se ha quedado atrás. Su campaña este año es la "Operación Implacable", por lo que el capitán ha ordenado que saldrán independiente de la hora y las condiciones del océano. Ellos dicen que este año los japoneses han atacado aun sin provocación. La otra parte acusa lo mismo, como cada temporada.

Cristina Cely Cajas (36), chilena-ecuatoriana, es parte de la tripulación este año. Como oficial médico, contramaestre y tripulante de cubierta, estaba en su puesto el 22 de febrero, ayudando en la tarea de poner los botes rápidos en el agua, cuando los barcos arponeros, Yushin Maru y Yushin Maru Nº 3, comenzaron el ataque, el segundo en el mes. "La actitud criminal ha escalado a una altitud que no tiene nombre", dice al teléfono desde la entrada al mar de Ross, casi al borde del continente antártico.

Cely cuenta que en el primer encuentro de la organización con el Nisshin Maru, el buque factoría japonés, lograron ver tres ballenas minke muertas en la cubierta. "Los encontramos en el momento perfecto para interrumpir cualquier intento de asesinar ballenas".

El año pasado, de las 1.035 ballenas que la flota tenía como cuota para cazar, sólo lograron 103. "Este año creemos que tampoco han logrado cazar lo que esperaban", dice. "Todas las ballenas que la flota ballenera mata lo hace en el Santuario Ballenero Austral (un área de 50 millones de km cuadrados en la Antártica, donde está prohibido hacerlo). Todas, además, tienen algún grado de peligro de extinción", agrega.

En los costados del barco japonés Nisshin Maru se lee Research (investigación, en inglés). Perteneciente al Instituto de Investigación de Cetáceos (ICR) de ese país, la nave parte cada año -entre diciembre y marzo- a cazar ballenas al océano austral. Cientos de ellas.

Según los japoneses, las necesitan para obtener datos que apoyen que la caza de cetáceos vuelva a ser legal (no lo es desde 1986), sin embargo, organizaciones como la Comisión Ballenera Internacional (CBI), critican sus métodos y los resultados de sus investigaciones. Lo que terminan utilizando en investigación es mínimo y el resto se vende como carne.

A pesar de que países como Nueva Zelandia y Australia han tratado por la vía diplomática que Japón desista de su idea -hay un juicio en la Corte Internacional de La Haya-, los únicos que han logrado disminuir la cantidad de ballenas cazadas por la flota japonesa ha sido Sea Shepherd, organización conservacionista que está en su decidida campaña para impedir la caza.

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