Cuando votar acerca familias

Pese a la baja participación en la primera vuelta, en varios puntos del país las elecciones permiten que vecinos se reencuentren.




Cerca de 2.500 personas están habilitadas para votar en Cochrane, comuna de la Región de Aysén, distante a ocho horas de Coyhaique, por un camino ripioso -que en invierno suele estar cortado por las nevazones- y donde una importante parte de la población vive en sectores aislados, dedicados al pastoreo y que sólo acuden a la ciudad una vez al mes. A pesar de esto, y del sufragio voluntario, 1.500 personas han votado en promedio en las últimas elecciones. Una cifra alta, si se considera que la vecina Coyhaique estuvo entre las 10 comunas con mayor abstención en la primera vuelta.

"Tenemos casos extremos, como el de Gumersindo Jerez, un adulto mayor, de 70 años, que vive solo, cerca del Lago Cochrane. Para ir a votar cabalga siete horas por cerros y laderas. Cuando llega a un camino, lo pasa a buscar su familia en auto. Todo para cumplir el deber cívico", afirma el alcalde de la ciudad, Patricio Ulloa. "La mayoría de la gente que vive acá son adultos que sienten que votar es un deber, más que los jóvenes", agrega.

Si bien en la primera vuelta el país registró un 50,8% de participación -porcentaje considerado bajo por analistas y que ha motivado un debate sobre el voto voluntario-, en las regiones extremas el acto cívico se transforma en una excusa para unir familias.

"Mi esposo viene al pueblo por decisión propia y porque tenemos movilización: no todas las personas la tienen, y como ahora es voluntario, no vienen", comenta Yolet Fernández, cuyo marido trabaja cerca del monte San Lorenzo, a tres horas de Cochrane.

Estos meses, además, es período de esquila, por lo que muchos de los que van a votar deben adaptar sus calendarios."El suele venir una vez al mes y ahora llegó el jueves. La gente se ordena, para votar sin descuidar las faenas", agrega Fernández.

"Tengo nueve hermanos que viven en Calama por trabajo. En la elección pasada vinieron a votar y pasaron a ver a mi mamá. Algunos se quedaron hasta el lunes", cuenta Félix Anza, habitante de Ollagüe. La localidad de la II Región, distante a 192 kilómetros de Calama y a dos de la frontera con Bolivia, fue la comuna que registró la menor participación en la primera vuelta y la mayor parte de quienes ahí votaron llegaron desde Calama.

"En la primera vuelta votaron 242 personas y cerca de 100 venían de Calama", cuenta Alvaro Jara, encargado electoral de la comuna.

En el pueblo hay seis mesas, ubicadas en la escuela San Antonio de Padua y, según Jara, este aumento de población también se refleja en otros ámbitos. "Los comercios locales aumentan las ventas: es habitual que venga gente de Calama, pero no tanta en un mismo día", dice.

Además del vínculo con familias, para algunos ir a votar permite mantener arraigo con sus ciudades. Chaitén es un caso. "Hay mucha gente que viaja a votar porque no quiere perder su cercanía, a pesar de vivir en otro lugar", dice Mario Carmona, encargado electoral de la comuna.

El lugar se vio afectado por la erupción del volcán del mismo nombre, lo que obligó a evacuar a cerca de cuatro mil personas en mayo de 2008 y a abrir mesas de votación especiales en Puerto Montt para los evacuados. "No han vuelto ni dos mil a Chaitén", dice Juan Valenzuela, vecino de la localidad. "En las elecciones pasadas se esperaba que vinieran. En el transbordador que viaja desde Puerto Montt llegaron 130 personas, pero 60 venían de turistas y no votaron", agrega.

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