Desaires team

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De las cinco invitaciones recibidas para disputar la Confederaciones, Alemania declinó dos. Y tan sólo en una asistió con su equipo de gala.




Basta echar un breve vistazo a los anales de la Copa Confederaciones, para extraer dos conclusiones: que no ha contado el torneo a lo largo de sus 25 años con un equipo más ganador que Brasil, ni con una selección más desconsiderada que la teutona. A juzgar por su trayectoria en la justa, a la laureada Alemania, rival mañana de la Roja, la cuatro veces campeona mundial y tres de Europa, le importa más bien poco la Copa Confederaciones.

Cómo explicar si no sus dos insólitas negativas a participar en el torneo, los de 1997 y 2003 (Francia rehusó en 1999). O su decisión de concurrir a otras dos ediciones (1999 y 2017), con un equipo alternativo o directamente suplente. El conjunto germano, que hoy disputa su tercera versión de la Confederaciones, debería estar afrontando, en rigor, su quinta copa.

Pero en 1997, en la tercera edición (la primera con este formato y designación), Alemania comenzó a escribir su particular historia de desaires. Era el vigente campeón de la Eurocopa de 1996, pero declinó la invitación. La europea fue la única federación continental que debió enviar a un suplente, la República Checa.

Dos años más tarde, en México 1999, el conjunto dirigido entonces por Erich Ribbeck sí acudió, pero con una nómina alternativa de jóvenes de proyección, como Michael Ballack, e indiscutibles referentes en decadencia, como Matthäus. Pero no figuraban Klinsmann o Bierhoff, héroe de la Eurocopa 96 y máximo goleador de la Serie A el año anterior. El cuadro teutón no fue capaz de superar la fase de grupos. Fue humillado por Brasil (4-0) y derrotado por EE UU (2-0).

En 2003, Alemania, subcampeón mundial en Corea y Japón, hizo su segundo desplante, rechazando ocupar el cupo abierto para Europa por Francia, campeón continental en 2000, que tenía asignada su plaza como anfitrión. Turquía, tercer clasificado del Mundial 2002, cubrió la vacante.

Dos años después, en 2005, y aprobada ya la política de rotación de sedes en la Confederaciones para evaluar las capacidades organizativas del siguiente país anfitrión del Mundial, Alemania se vio obligada a organizar el torneo. La única vez que participó con equipo de gala. Klinsmann, seleccionador, llevó a los mejores.Y el equipo obtuvo su mejor participación. Tercera, tras caer en semifinales ante Brasil, a la postre campeón.

Y este año llegó el segundo desprecio (o el cuarto), con lista de Joachim Low plagada de suplentes, aduciendo lo exigente del calendario. Reinhardt Grindel, presidente de la Federación, ya había pedido en noviembre del año pasado la supresión del torneo: "Creo que la Confederaciones se ha vuelto anacrónica. Sería un gesto positivo prescindir de la competición". Y Hummels, referente en la cancha, agregó en marzo: "No es un gran torneo y hay que decirlo. Nunca he visto la Confederaciones. No me interesa".

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