El rompecabezas que dejó Livingstone

Sergio Livingstone dejó el testimonio de su vida escondido entre la bodega de su edificio y un rincón secreto de su dormitorio. Su familia encontró más de tres mil fotos inéditas, 30 actas de estadísticas deportivas escritas a pulso, galardones, banderines y apasionadas cartas de amor. Con la ayuda del nieto mayor del "Sapo", Francisco Sagredo convirtió ese material en una biografía gráfica que se lanza la próxima semana.




La puerta está siempre abierta. Instintivamente, Sergio Livingstone Vivanco (61) mira hacia adentro y ve una pieza que nadie ocupa desde hace más de un año. Todos los días, sin falta, entra para contemplar la antigua habitación de su padre. La disposición de los muebles ha cambiado, pero los objetos son los mismos de siempre: un gran televisor en el que sólo se sintonizaban canales deportivos y, ocasionalmente, noticias; una cómoda enorme; un librero con fotografías pequeñas y figuras religiosas, y un gran escritorio de madera oscura pegado al ventanal, sobre el cual queda una lámpara de estudio y una especie de daga, conocida en otros tiempos como abrecartas.

La cama está arrimada a una pared tapizada de fotos familiares. Livingstone Vivanco nota que el único personaje sin parentesco que tiene un espacio allí es Pedro Carcuro, quien aparece junto a su padre en un viejo cuadro del Area Deportiva de Televisión Nacional. Sobre el velador hay una cruz, una estatuilla del Cristo Redentor y una oración del Padre Alberto Hurtado, el mismo al que su papá conoció en el Colegio San Ignacio y que le recomendó que no siguiera el sacerdocio por ser "muy revoltoso". También hay dos radios a pilas, porque a Sergio Livingstone Pohlhammer, el "Sapito", arquero capitán de la Selección e histórico periodista deportivo, le gustaban las cosas de a pares; en caso de que una fallara, tenía un reemplazo inmediato a la mano.

-Mi papá se quedaba dormido escuchando radio. Si se despertaba en la madrugada, volvía a prenderla. Necesitaba el murmullo, el ruido. Es algo muy raro. Un ser humano cuando se despierta en la noche, se da media vuelta y se duerme. No sé en qué momento la apagaba -comenta su hijo mayor.

Livingstone Vivanco empezó a entrar al dormitorio de su padre sólo después de su muerte. Entre que se fue a vivir con él, a fines de 2011, y su deceso, el 11 de septiembre de 2012, no lo hizo nunca. No es que estuviera prohibido, pero había un acuerdo tácito de respetar ese espacio íntimo. La única que tenía acceso por algunos minutos a esa pieza era Silvia Quintana, asistente personal del "Sapito" por más de 20 años, cuando entraba para hacer el aseo y la cama. Por esta razón, el hijo nunca supo nada de buena parte del material que ahora tiene delante de sus ojos.

Sobre la moqueta beige hay dos alfombrillas persas, múltiples cajas de cartón y un par de maletines de cuero. Encima de la cama también hay incontables diplomas enmarcados y sobres blancos repletos de documentos. La mayoría de estas cosas estaban guardadas en una bodega del edificio y en una habitación secreta que su padre mandó a construir sobre lo que antiguamente era una terraza. La puerta de ese cuarto se mantiene cerrada y está oculta, pues se le instaló por delante una extensión de las cortinas. Sólo Silvia Quintana tenía una idea de qué hacer y dónde encontrar el material, pues Livingstone había dado la instrucción de entregar absolutamente todo a sus dos hijos, Sergio y Cristián, y a sus cuatro nietos. "Ellos sabrán qué hacer", repetía el "Sapito".

Lo que encontraron sorprendió a todos. Livingstone había dejado un extenso relato de su carrera escondido y revuelto al interior de cajas de supermercado y maletines viejos. Un rompecabezas extraordinario contenido en recipientes ordinarios; una vida dentro de cajas de cartón.

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La última vez que el periodista Francisco Sagredo vio a Sergio Livingstone fue en agosto de 2012, en el estacionamiento subterráneo de TVN. No eran cercanos, porque trabajaron juntos pocas veces, pero se encontraban a menudo con sus respectivas familias en el Tip y Tap de Alonso de Córdova. Si bien en las contadas transmisiones que hicieron juntos Livingstone le decía Pancho, en persona prefería llamarlo por su nombre. "¿Cómo estás, Francisco?", le dijo esa noche desde su silla de ruedas, para después preguntarle por su familia, su gesto habitual. Luego se puso de pie mientras su chaperón plegaba la silla y se fue manejando uno de los dos autos que poseía.

Alrededor de un mes después, el 13 de septiembre de 2012, Sagredo asistiría a su funeral.

Ya en febrero del año siguiente, mientras se bañaba en el mar de Algarrobo, el periodista vio que una figura conocida lo saludaba a la distancia. Era Cristián Livingstone Vivanco (58), el hijo menor del "Sapito". Este le comentó que la familia estaba pensando publicar un libro, aprovechando todo el material que su padre había coleccionado de manera minuciosa durante años. La idea no era nueva. Cuando aún estaba con vida, algunos periodistas y escritores intentaron hacer algo similar, pero el propio ex futbolista se negaba. Incluso su nieto mayor, el periodista Cristián Livingstone Pinochet, trató de persuadirlo sin éxito. "Creo que sentía que escribir un libro significaba acercarse a la muerte y él no quería sentir eso", cuenta el nieto.

A Sagredo le interesó la propuesta. Fijó una reunión más formal en Santiago, que se realizó en el restorán Villarreal, uno de los favoritos de Livingstone, los primeros días de marzo. Una vez que Silvia Quintana reunió todos los documentos, Cristián Livingstone Vivanco revisó el material y luego invitó al periodista al ex departamento de su padre para que todos vieran su contenido. De inmediato, Sagredo se dio cuenta de que había material para un libro gráfico, por las más de tres mil fotos que había acumulado en su archivo, pero que también había muchísimo más, desde algunos de sus primeros contratos con la Universidad Católica, por $ 50.000, hasta una tarjeta enviada por uno de los mejores futbolistas de la historia, el argentino Alfredo Di Stéfano, por su cumpleaños 90. No se veía por dónde comenzar.

-Era un museo desordenado. Lo primero que pensé es que el "Sapo" estaba loco -relata Sagredo-. Era un coleccionista obsesivo, tenía los santitos de su primera comunión, del año 1930, pero también los de sus nietos. Guardó las tarjetas de condolencias de cuando murió su papá y también una lista de gente que lo visitó en el hospital, cuando tuvo un infarto, en 1991. Altiro me imaginé un libro que traspasara la historia de Chile en el siglo XX, pero en carne y hueso.

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Además de su tío Sergio, que todavía vive en el departamento de calle Paul Claudel, en Vitacura, Cristián Livingstone Pinochet (26) ha sido la persona que más ha visitado la habitación del "Sapo". Como el único periodista que queda en la familia, fue escogido para representar al clan en el proyecto de Sagredo, quien lo empleó como investigador periodístico. Su primera tarea fue clasificar el material en distintas categorías y separarlo en carpetas, según la época y la relevancia. El trabajo le tomó cinco horas diarias durante dos semanas.

Al escarbar en este extenso archivo pudo reconstruir toda la historia de Sergio Livingstone, gracias a toda clase de documentos y fotos. En un sobre están sus carnés de identidad, desde el 26 de marzo de 1920 en adelante. Los primeros se asemejan a una libreta, pues es necesario abrirlos para encontrar la foto, el nombre y la fecha de nacimiento. Tempranamente, se le fijan domicilios en el centro de Santiago, en Galvarino Gallardo 2108 o en San Antonio 418, departamento 505. En algunos de estos carnés, particularmente de los años 60, aparece clasificado como "comerciante". En esa época, justo después de su retiro como arquero, puso una tienda de electrodomésticos en San Antonio 282. Vendía "tocadiscos, radios RCA Víctor y artefactos", según reza un afiche. El negocio fracasó y al poco tiempo tuvo que cerrar el local.

Otras credenciales permiten conocer sus viajes por todo el mundo como jugador y luego como periodista deportivo. Están los pasaportes, que van cambiando del color rosado al rojo y luego al azul que se usa actualmente, y también, un sinnúmero de credenciales enrolladas en un elástico, que lo delatan como el socio número 59 del Círculo de Periodistas Deportivos o el número 36 del Club Deportivo Universidad Católica. Entre medio de todas esas tarjetas, también figuran sus acreditaciones a los más importantes eventos deportivos, desde el Mundial de México 1970 hasta Francia 1998, el último que cubrió para TVN.

Entre banderines de la UC, Racing Club de Avellaneda y el Colegio San Ignacio también se puede encontrar todo tipo de galardones y reconocimientos entregados por distintas autoridades chilenas a lo largo del tiempo. De hecho, en el archivo fotográfico aparecen a su lado los presidentes Juan Antonio Ríos, Gabriel González Videla, Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Sebastián Piñera. El actual Primer Mandatario lo homenajeó en 2011, con el Premio a la Trayectoria y Contribución al Deporte Chileno y le firmó una foto con la dedicatoria "Al maestro con cariño".

-Entrevisté al Presidente Piñera para saber qué pensaba de nuestro trabajo de desempolvar la vida y me contó que la mamá de la primera dama, Cecilia Morel, había sido amiga o polola de mi abuelo -revela Livingstone Pinochet, en otra de las tareas en las que colaboró con Sagredo.

Dentro de las cosas almacenadas por el ex conductor de Zoom deportivo hay unos cuadernos. Se trata de 30 actas, de formato administrativo, que Livingstone llenaba con datos y relatos de los partidos que le tocó cubrir, desde los años 80 hasta el 2008. Todos quienes trabajaron con él en ese período los vieron alguna vez sobre la mesa de algún estudio, pero casi nadie tuvo la oportunidad de hojearlos.

Están redactados de su puño y letra, con algunos recortes de diario y hojas de información adicional que corcheteaba entre las páginas. Según la familia, el "Sapo" prefería esas gigantescas actas porque se había acostumbrado a escribir en ellas cuando, en paralelo a su actividad deportiva, trabajaba de lunes a viernes en la Dirección Nacional de Pavimentación por exigencia de su padre, Juan Livingstone. Sin embargo, Rodrigo Muñoz, estadístico de TVN y colaborador de Sagredo en la investigación, tiene otra teoría:

-En parte lo hacía por esa rigurosidad que adquirió en la oficina pública, pero también porque le resultaba más cómodo. Tiene renglones más anchos, lo que le facilitaba la tarea a sus manos, que estaban deformes por la actividad deportiva. Tenía una masa de dedos, le costaba mucho escribir en cuadernos convencionales y en espacios más grandes lograba poner todo.

La estructura de estos inmensos libros de anotaciones es sencilla, pero la información allí contenida es exhaustiva. Algunos comienzan con proyecciones gráficas de un campo de juego y sus medidas. Adentro se pueden encontrar tablas de posiciones, de goleadores, palmarés y un sinfín de estadísticas sobre los más diversos equipos de Chile y el mundo. En la narración de los partidos, Livingstone utilizaba siempre dos páginas. La primera la destinaba al dibujo de la formación de cada club con su respectivo orden táctico en la cancha. Cada jugador aparecía con número de camiseta, nombre, apellido, nacionalidad, estatura, peso y cantidad de goles marcados. En la página siguiente describía el desarrollo del partido, de forma bastante neutra, salvo en ocasiones que una jugada le parecía extraordinaria y sus frases exudan cierta emoción.

"Precioso golazo", "cabezazo ganador", "sabia decisión del delantero" o "qué tontería del arquero" son ejemplos de los comentarios escritos en las actas, que abarcan hitos como el escándalo del "Cóndor" Rojas en el Maracaná y la campaña de Chile rumbo a Francia 1998. En las líneas finales del partido decisivo frente a Bolivia, se lee "¡¡Chile clasifica a Francia!!", adentro de una especie de nube, como para remarcar su alegría.

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Un pequeño costurero de madera, con una tapa pintada de negro, es el corazón del archivo de Sergio Livingstone. Adentro se acumulan varias cartas de amigos, como el reputado periodista Raúl Matas, pero principalmente misivas de amor que escribió y recibió durante su vida, desde muy joven. El grueso de ellas tiene como remitente o destinatario los nombres de sus esposas: Lucía Vivanco (1951-1959), su primera mujer y madre de sus dos hijos, y Magdalena Scott (1969-1991), su segunda mujer y antigua amiga de la primera. Pero no son las únicas. En medio de los avatares de sus dos relaciones más serias, Livingstone mantuvo una febril correspondencia con otras mujeres, aprovechando que él era "lo más parecido a una estrella de cine que hay en Chile", según una revista argentina de los años 40. Una de esas jóvenes fue la cantante de boleros Sonia Von Schrebler, conocida como "Sonia La Unica".

En una carta fechada el 15 de junio de 1949, enviada desde Brasil, Sonia se resigna a que Livingstone se case con Lucía Vivanco. "Te he querido y esperado desde que te conocí (…). No te preocupes, que mis esperanzas contigo se han desvanecido y no llevaré más problemas a tu vida", escribió la artista. Dos años después, Livingstone y Vivanco se casaron, luego de más de 10 años de pololeo.

Sergio Livingstone Vivanco no quiso leer las cartas de su padre, pero Sagredo y el nieto mayor decidieron incluir parte de ese material dentro del proyecto. "Hay partes muy fuertes. Se habla de desamor y despecho. Algunas eran verdaderamente desgarradoras. Hicimos un filtro y las descartamos, porque eran parte de su lado más íntimo", dice Cristián.

Otro documento contenido en la caja de madera que fue desechado del libro, es una carta que viene acompañada por un mechón de pelo de mujer, que se conserva en excelente estado, pese a que ha pasado más de medio siglo. Por motivos evidentes, algunas fotos de mujeres desnudas que el ex capitán de la Selección recibió de admiradoras anónimas tampoco fueron consideradas.

La correspondencia amorosa guardada en el costurero llega hasta 1991, cuando Livingstone se separó de Scott (quien falleció este año). A partir de ese momento también comienza a disminuir la cantidad de fotos en la colección, que en los años posteriores se circunscribe sólo al ámbito familiar. Después de aparecer rodeado de gente en tantas imágenes y por tantos años, el "Sapito" se encerró en sí mismo.

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Sergio Livingstone Vivanco se percata del desorden que hay en el dormitorio de su padre y piensa que jamás hubiera tolerado algo así. "Era un maniático del orden. Todo tenía su lugar y nunca se le perdía nada", dice con cierta nostalgia. Reconoce que era difícil convivir bajo sus reglas, pero no se arrepiente de haberlo acompañado hasta el final.

Después de una hospitalización que dejó a su papá muy deteriorado de salud a fines de 2011, el hijo decidió cambiarse a su departamento y vivir juntos. En su opinión, el viaje a Argentina para cubrir la Copa América de ese año le había pasado la cuenta. Fue él quien le regaló la silla de ruedas en que se desplazó durante sus últimos meses de vida y quien les pidió a los productores ejecutivos del Area Deportiva de TVN que le dieran vacaciones, en agosto de 2012. Su padre nunca lo supo. Aunque aseguraba que quería seguir trabajando, en esas dos semanas libres el "Sapo" dijo algo insólito, que su hijo mayor no había escuchado antes.

-Qué bueno que me hayan dado estas vacaciones para descansar.

En esas últimas noches, Livingstone dormía mal. Tosía mucho y tenía una carraspera crónica. Pese a todo, se negaba a tomar medicamentos y sólo se tragaba una pastilla para dormir bien entrada la madrugada, lo que modificaba todo su ciclo de sueño. Igualmente, se levantaba a las siete de la mañana, se duchaba escuchando el programa deportivo de Radio Agricultura en alguno de sus receptores a pila y esperaba que Silvia Quintana le sirviera el desayuno. Luego se trasladaba a la sala de estar, donde hojeaba los diarios y se quedaba dormido frente al televisor sintonizado en ESPN o Fox Sports. Despertaba para almorzar puntualmente a la una y durante la tarde sacaba el crucigrama y veía más televisión. Sus hijos y nietos trataban de convencerlo de que bajara a dar una vuelta, diciéndole que allí podía conocer mujeres de su edad. "Qué me voy a juntar con viejas de mierda", respondía, a sus 92 años.

El 11 de septiembre de 2012 jugaban Chile y Colombia por las clasificatorias al Mundial de Brasil. Sergio Livingstone Vivanco se despidió de su padre y le prometió volver temprano para ver el partido con él. Al mediodía, el "Sapito" comenzó a toser y fue perdiendo la conciencia paulatinamente. Silvia Quintana encontró su cuerpo reposando sobre el sofá, frente a los programas deportivos del cable. Horas después, se le rendiría un masivo homenaje en el partido de la selección chilena.

Aunque su familia sabía de las cajas de cartón y los maletines en las bodegas, no dimensionaba su magnitud ni suponía que el material acumulado durante toda una vida les permitiría conocer mejor a su padre y abuelo.

-Me emocioné muchas veces revisando las cosas, porque es la historia de mi familia y es difícil abstraerse de eso, pero me sirvió para entender mejor cómo se fue configurando este tremendo personaje. Había estado toda su vida tan expuesto públicamente, como jugador y como periodista, así que era lógico retirarse a cierta edad. Por eso era tan huraño al final -advierte Cristián Livingstone Pinochet.

Después de ocho meses de trabajo, Sergio Livingstone: su archivo personal, de Francisco Sagredo, ya está terminado y será lanzado este martes 3 de diciembre. Será un libro gráfico, de formato coffee table, que costará $ 24 mil pesos.

La mayoría de las fotos y documentos oficiales de la colección que todavía está en el departamento de calle Paul Claudel será trasladada a la Biblioteca Nacional, para que cualquiera pueda consultarla. La familia conservará las cartas y se repartirán algunas cosas de valor sentimental. Cristián Livingstone Pinochet, el nieto mayor, se quedará con la tarjeta de Di Stéfano y con los únicos zapatos de fútbol que el "Sapito" guardó, a la espera de que se concrete un museo de la ANFP.

Sergio Livingstone Vivanco quiere quedarse con la cruz de oro y la medallita que su padre lució en el cuello hasta el final. "Es una cruz grande, como era él".

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