El sabor inquietante de Tony Manero seduce a la crítica de NY

La cinta de Pablo Larraín se estrenó hoy en una sala de la ciudad y donde diversos medios destacaron con amplias críticas su clima enfermizo y en el carácter bizarro de sus imágenes.




Con interés y curiosidad fue recibida la premiada cinta chilena Tony Manero por la crítica neoyorkina con motivo del estreno hoy del filme en la sala Cinema Village de la ciudad estadounidense.

La cinta de Pablo Larraín y su cóctel de violencia soterrada, imágenes hechas con una cámara al hombro y su clima enfermizo, fue destacada de forma importante por medios como Village Voice, New York Post y New York Times, donde fue reseñada con críticas amplias en sus sitios web y donde los comentarios enfatizaron en el telón de fondo de la dictadura militar de Augusto Pinochet como proyección de la sicopática mente de Raúl Peralta (interpretado por Alfredo Castro).

"Tiene una mirada pretendidamente oscura y se siente frenética", describió el prestigioso crítico J. Hoberman en Village Voice, para quien la cinta cambia la "fantasía por la pesadilla". El telón de fondo del gobierno militar es una de las comparaciones más recurrentes en los juicios al filme, llegando a decir Hoberman que para "Larraín, en su sórdido carisma, Raúl es un Pinochet en miniatura que reproduce la brutalidad del estado en su consentimiento para robar, explotar, traicionar y matar al servicio de una fantasía".

Para Stephen Holden, crítico del New York Times, Tony Manero representa la respuesta al clima sicológico imperante en países latinoamericanos bajo dictaduras militares. "De rostro impertérrito, emociones cauterizadas y sexualmente impotente, Raúl (Peralta) simboliza la visión del director chileno de una Latinoamérica atrapada en la pasividad y desesperación. Para el iletrado Raúl, una noche de gloria de Tony Manero en una discoteca de Nueva York es el único sueño a la vista", escribe.

Más superficialmente, el crítico de New York Post V. A. Musetto, hace una descripción de los horrores cometidos por el personaje de Alfredo Castro, y se aleja un poco de las relaciones  entre el clima político y las fechorías del personaje que destacaron los otros medios. "Tony Manero es el intento compulsivo del director por encontrar paralelos entre el régimen de terror de Pinochet y las bufonadas sin escrúpulos de Raúl", explica.

"Larraín también va hacia la obsesión del público con las celebridades, un punto que ha tenido cercanía coincidentemente con el circo de los medios alrededor de la reciente muerte de Michael Jackson", finaliza.

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