El viejo anhelo de Piñera

El 9 de marzo, el Presidente no sólo cumplirá con una de sus más antiguas promesas políticas. También concretará uno de sus proyectos más personales: convertir el río Mapocho en un afluente navegable.




El MIERCOLES pasado, cuando el Presidente Sebastián Piñera tomó un helicóptero rumbo a Valparaíso, pidió a sus asesores sobrevolar las obras del Parque Fluvial Renato Poblete, que se encuentra en su última fase de construcción.

Planear sobre la zona se ha hecho frecuente para el Mandatario, según explican en su entorno. Desde que el parque ha tomado forma junto a la culminación del programa Legado Bicentenario, la ansiedad del Jefe de Estado -describen- ha aumentado al mismo ritmo que se acerca la posibilidad de cumplir con una antigua promesa: convertir el Mapocho en un río navegable.

La inauguración de ese proyecto, ubicado en el sector poniente de Santiago, contempla canchas de fútbol, juegos infantiles, un anfiteatro y una extensa ruta fluvial para paseos en botes y kayaks -en total, 20 hectáreas de parque-, y será una de las últimas obras que Piñera entregará como Jefe de Gobierno.

Programado para ser abierto con un corte de cinta el domingo 9 de marzo -dos días antes de entregar el mando-, según fuentes ministeriales, la ceremonia podría incluso adelantarse para el 5 o 7 del mismo mes.

Piñera, quien además ha realizado la mayor cantidad de inspecciones públicas a la zona -cuatro actividades desde que se iniciaron las obras, además de varias visitas en privado-, se ha encargado de supervisar personalmente los avances en la construcción del parque.

"Es uno de los proyectos más queridos y anhelados del Presidente. La idea la viene imaginando junto al arquitecto Cristián Boza desde hace más de 15 años", dice Magdalena Piñera, hija del Mandatario y encargada ad honorem del programa Legado Bicentenario. Junto a su padre, ha visitado el lugar, en privado, en tres oportunidades.

Dos esculturas encomendadas a dos artistas fueron especialmente requeridas para el parque fluvial. Ambas piezas son de carácter religioso. Una, del Papa Juan Pablo II (de María Paz Araya), y la otra (de Graciela Albridi) retrata al padre Renato Poblete.

La instalación de ambos trabajos es otro de los sellos personales que el Presidente Piñera ha querido imprimir al parque acuático. Esto, no sólo porque reflejan su especial compromiso con la vocación jesuita y entrañable creencia religiosa, sino que, además, porque fue el Mandatario quien encargó, eligió y financió con sus propios recursos las esculturas, para ser donadas a su nombre para el proyecto.

Según describen quienes han trabajado junto al Presidente en la realización de las instalaciones, la obra tiene una especial dedicación de su parte. Al mismo tiempo, quienes se han involucrado en su construcción también se han transformado en personas especiales para él.

De hecho, según cuenta un cercano a la familia, al cumplirse un año de la muerte del arquitecto Jorge Jofré -marido de la subsecretaria de Servicios Sociales, Luz Granier-, el Mandatario, junto a parte del equipo de Legado Bicentenario, acudió al parque a instalar una placa en recuerdo del profesional, que formó parte del proyecto.

La cuenta regresiva para el corte de cinta, según fuentes oficiales, está supeditada a otra inauguración: la de la explanada del Centro Cívico de Santiago, que también forma parte de Legado Bicentenario.

Ambas obras serán los cierres que le quedan al Presidente por realizar. Y uno de ellos se convertirá en la última salida a terreno que el Jefe de Estado realizará desde que asumió el 11 de marzo de 2010.

Según un cercano, no es difícil creer que navegar en el río sea su postal preferida para finalizar su período presidencial.

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