En tierra hostil

superclasico-paternidad

La hinchada alba convirtió la larga sequía de su archirrival en Macul en motivo de mofa y consigna de guerra. Los cuatro excolocolinos de la U vivieron también su particular calvario.




Faltan apenas 45 minutos para que eche a rodar la pelota sobre el pasto del Monumental y en Macul se respira ya ambiente de guerra. En el mal sentido. Y es que el Clásico número 182 del balompié chileno ha comenzado como casi siempre, con el clásico bochorno, o lo que es lo mismo, con lanzamiento de piedras entre los barristas de uno y otro equipo que comparten sector en la Tribuna Magallanes.

En el fondo opuesto, ése en el que se encuentra el arco que defenderá Herrera durante el primer tiempo, las imágenes de los goles con los que Colo Colo fue forjando su exitoso historial reciente de triunfos ante la U, figuran en grandes lienzos dibujados a mano. El resto de los carteles y pancartas que engalan el recinto tienen un solo leitmotiv, persiguen un único objetivo: recordar por activa y por pasiva a jugadores e hinchada del eterno rival quién gobierna ese terruño. "Bienvenido al infierno, hijo", puede leerse en uno de los más explícitos. Rebasado ligeramente el mediodía, arranca el encuentro.

La U salta a la cancha con un equipo plagado de caras conocidas. Una retaguardia entera formada por futbolistas con pasado albo. Vilches y Jara en el centro de la zaga, y Caroca y Beausejour en los costados. El ex Deportes Iquique, el último en cambiarse al bando enemigo, criado en Pedreros desde los 15. Y desorientado sobre el rectángulo de juego desde el minuto uno. Pero el 1-0 con el que el Cacique inaugura el marcador no ha sido al menos responsabilidad suya. Ha nacido, más bien, de un horrible control de Beausejour, colocolino entre 2014 y 2016, tras un horrible envío frontal de Vilches, quien vistió la elástica popular entre 2011 y 2015. Los hinchas albos se frotan las manos. Los zagueros azules, los ojos. Y es que consumidos 16 minutos de juego, el conjunto local vence ya por 2-0. "¿Se te olvidó que jugaste en los potreros?", reza otro lienzo que ha empezado a ondear ahora a tan solo algunos metros de la banca de la U, engalanada por cierto, a esas alturas, con globos con la imagen de un fantasma y una B mayúscula escrita en el centro. El descuento de Pinilla, rebasado el ecuador del primer acto, consigue sacar una sonrisa a Beausejour. Será la única que esboce hasta que se despida afectuosamente de Valdivia al término del encuentro, frente al camarín de Colo Colo, justo antes de abandonar cabizbajo el Monumental. Y de pedir disculpas a los hinchas azules ante los medios. "Nos preparamos como debíamos, pero no se dieron las condiciones para ganar por errores de nosotros. Pedimos disculpas. Yo, en lo personal, no estuve a la altura de la camiseta", dirá.

Pero el calvario vivido por Bose en su regreso al Monumental (el más pifiado de los cuatro ex colocolinos, junto con Caroca, por su cambio de militancia deportiva), no será nada en comparación con la pesadilla que le aguarda a Jara, y que ya comenzó a adivinarse en su primer contacto con la pelota y el consiguiente error de bulto en la salida del balón. Cuando Roberto Tobar decreta el final del primer tiempo, el central de Hualpén (jugador de Colo Colo de 2007 a 2009) es de los primeros en marcharse.

Pero la tregua para la U en el territorio hostil de Pedreros dura apenas siete minutos tras la reanudación del juego. Jara se resbala en el peor momento, regalando el gol a Paredes. La sentencia de muerte para un equipo sepultado en el plano anímico desde hacía algún tiempo. Nadie consuela a nadie en la castigada zaga de la U. Probablemente porque no hay consuelo. Los cánticos se intensifican entonces en el estadio, rendido ya a los pies de Esteban Efraín Paredes, su capitán inoxidable, su goleador impenitente. Pero las consignas no van dirigidas esta vez a él, sino otra vez a ellos, a los hinchas y jugadores de la U, sus clásicos rivales de siempre. "Un minuto de silencio por el chuncho que está muerto", vociferan los 40.020 espectadores presentes en el Monumental (40.021 considerando al guardameta Orión).

Y con el cuadro laico ya sin ningún tipo de respuesta anímica ni futbolística sobre el terreno de juego; con Caroca abucheado en su despedida de la que fuera su casa (tras dejar su lugar en la cancha al joven Rozas); y con Jara completamente hundido desde su error (regodéandose casi en su propio infierno interior cada vez que se acerca una pelota); Vilches termina de completar la jornada para el olvido de los zagueros de la U persiguiendo durante 50 metros a Paredes para luego dejarlo definir, en pleno corazón del área, y firmar el definitivo 4-1. Pura condescendencia. "17 años de paternidad", puede leerse ahora en el actualizado último lienzo desplegado por la hinchada alba, ya en el tiempo de adición, tras el arco de Orión. El pitazo final es un regalo para los oídos de los fanáticos del conjunto popular, pero supone también un respiro para los cuatro ex jugadores de Colo Colo.

Aterrizaron en tierra hostil vestidos de azul y tuvieron incidencia en al menos tres de los cuatro goles.

En su silenciosa retirada del Estadio Monumental, Jara, Vilches, Beausejour y Caroca pasan junto a un letrero escrito por un hincha. Dice lo siguiente: "Llegamos como nunca (decían), pero se van como siempre". Nadie dijo que fuera fácil volver a casa.

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