Encuentran muerto a coronel brasileño que confesó participación en torturas durante la dictadura

La viuda del militar relató que tres hombres invadieron la quinta en la que vivía, en busca de las armas que coleccionaba el fallecido. El parte policial indica muerte por asfixia.




El coronel retirado del Ejército brasileño Paulo Malhaes, quien confesó haber participado de arrestos y torturas durante la pasada dictadura militar (1964-1985), fue encontrado muerto con señales de asfixia en su casa de Nova Iguaçu, en la región de la Baixada Fluminsense, en Río de Janeiro.

"En principio, fue muerto por asfixia. El cuerpo estaba acostado en el piso del cuarto, de bruces, con el rostro pegado a la almohada. Todo indica que fue muerto por obstrucción de las vías aéreas", dijo hoy el comisario de la División de Homicidios de la Baixada Fluminense, Fábio Salvadoretti.

La viuda del militar, Cristina Batista Malhaes, dijo que tres hombres invadieron la quinta en la que vivía con su marido en la noche del jueves, en busca de armas, puesto que el coronel era coleccionista.

"Fui atada y encerrada en el cuarto mientras los bandidos revisaban toda la casa en busca de armas y municiones. No era un secreto que él era coleccionista de armas", dijo la mujer poco antes de ser conducida a la comisaría a declarar.

El coronel retirado había declarado el mes pasado ante la Comisión Nacional de la Verdad, instaurada por la presidenta Dilma Rousseff para investigar los delitos cometidos durante el régimen militar.

En su testimonio, Malhaes relató cómo torturó, mató y ocultó cadáveres de presos políticos durante el régimen. También contó que el Ejército le ordenó desenterrar y hacer desaparecer el cuerpo del diputado Rubens Paiva, quien desapareció en 1971.

Fue la primera vez que el militar admitió públicamente haber integrado el equipo de represión que actuó en los años 70' en la llamada Casa de la Muerte, que funcionó en Petrópolis, en la región serrana de Río de Janeiro. 

Familiares del militar dijeron que éste vivía en la chacra desde hacía unos 30 años. Un yerno suyo dijo que para la familia su participación en las actividades represivas de la dictadura fue una sorpresa.

"No sabíamos que él había sido un torturador. Lo supimos por televisión y después de eso nunca nos sentimos cómodos como para preguntar. Él fue siempre muy reservado y nunca comentó nada. Tampoco sabíamos si estaba siendo amenazado", dijo el familiar, que se identificó como Nelson.

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