Exposición en el Museo de Bellas Artes recrea la escena artística de los 80

Hasta marzo, La ruta trasnochada revive los años más bohemios y marginales del arte local. Frente al arte conceptual, artistas como Samy Benmayor y Bororo trajeron de vuelta la pintura.




Coco, Mauro y Carlanga querían mostrar sus vínculos personales con el arte, pero terminaron construyendo una verdadera historia sentimental de la pintura chilena de los años 80. Una época marcada por el régimen militar, el inicio de las protestas en las calles y la resistencia artística. Los tres amigos, que se conocieron en la Facultad de Artes de la U. de Chile a inicios de 1984, se reúnen ahora, casi 30 años después, en La ruta trasnochada, una exposición que se inauguró el martes, en el Museo de Bellas Artes y que busca reivindicar a una generación de pintores, que en opinión de sus propios protagonistas, está hoy "perdida y marginada" en los anales de la historia del arte local.

"Es increíble, pero los 80 fue una época muy intensa culturalmente. Con la llegada de la democracia, mucha gente se perdió. El cambio fue radical. En nuestra generación no había becas ni posgrados y muchos optamos por un camino no oficial. En él a algunos les fue bien y a otros no, todos ellos están en esta exposición", dice Carlos Araya (Carlanga).

La muestra reúne a más de 100 pintores, liderados, además de Araya, por Jorge "Coco" González-Lohse y Mauro Jofré, quienes funcionan como los curadores y narradores de esta historia, donde también está Samy Benmayor, Bororo, Pablo Domín- guez, Francisca Núñez, Bruna Truffa, Omar Gatica, Rodrigo Cabezas, Hugo Cárdenas, entre otros.

A inicios de los 80, el arte estaba dominado por la llamada Escena de Avanzada: artistas como Eugenio Dittborn, Gonzalo Díaz, Lotty Rosenfeld, y escritores como Raúl Zurita y Diamela Eltit, quienes hacían frente al régimen de Pinochet a través de performances, instalaciones y happenings, donde lo político era el foco de la producción. En ese esquema la pintura fue simplemente declarada muerta.

Fue entonces cuando apareció el grupo de Samy Benmayor, Bororo y Matías Pinto D'Aguiar, dispuestos a devolverle al pincel su protagonismo. "Ellos son la verdadera generación de los 80. Todos nosotros los seguimos. Gente como Mario Soro, Arturo Duclos, Sebastián Leyton, la Bruna Truffa y yo mismo", dice Rodrigo Cabezas. "Cuando entendimos que el plan de la Escena de Avanzada era hacer desaparecer todo tipo de arte que no fuese conceptual, nos rebelamos contra eso. El arte tenía que ser resistencia política, pero también debía existir una alternativa artística para los que sobrevivieron. Una pintura más alegre,  más cercana a la gente", señala Cabezas.

Para Samy Benmayor, la política tocó a todos por igual.  "Participábamos en todos los eventos que se hacían contra la dictadura. Con Carlanga me acuerdo que fuimos a pintar unos murales a San Miguel y claro que nos interesaba la política".

ARTE CON BANDA SONORA

A mediados de los 80, los pintores regresaron a la escena y no lo hicieron solos. El arte se mezcló con la música y el teatro under en una sola gran movida cultural que se tomó la capital. Lugares como el desaparecido bar Jaque Ma-tte, el Trolley, el garaje Matucana y el Cine Normandie (hoy Centro Cultural Arte Alameda) eran los reductos de esta escena bohemia, apasionada y descreída. "A fines de los 80 arrendamos una casa en la calle Ernesto Pinto Lagarrigue, con Pablo Domínguez, Los Pinochet Boys, los Fiskales Ad-Hok y la Pancha Núñez. Todo pasaba ahí, carreteábamos, discutíamos, pintábamos", recuerda Carlos Araya, quien debutó con su grupo Contingencia Sicodélica, donde estaban los pintores Rodrigo Hidalgo, Hugo Cárdenas y Mauro Jofré, en 1986, en la galería Bucci.

El mismo modelo se replicó en otros talleres, como el de Rodrigo Cabezas: "Con la Bruna Truffa trabajamos en colectivo, en nuestras obras y en las de otros. Ella hacía los trajes a los Electrodomésticos y yo hacía escenografías para Ramón Griffero. En esos años todo era muy colaborativo".

La pintura de todos no era igual. Algunos eran más juguetones y abstractos como Samy Benmayor, otros mezclaban la pintura con la gráfica de la cultura popular, como Rodrigo Cabezas, y otros eran definitivamente más realistas y críticos, como la tríada de Jofré, González y Araya.

"Los 80 tienen la particularidad de que podías ser invisible. Estar en el arte sin participar de esta gran movida. En mi caso, yo era mucho más dark, más tímido. Sin embargo, de los 200 que entramos a estudiar arte en 1984 a la U. de Chile, sólo tres seguimos pintando: Mauro, Carlanga y yo", dice Jorge González-Lohse.

La muestra reproduce la atmósfera de la época, recrea un taller de artista y despliega las obras por todas las paredes del museo. También hay fotos y videos con entrevistas a los protagonistas y reproductores de audio donde se puede escuchar la banda sonora de esos años.

"Es un pedazo de la historia del arte muy sentido. Una exposición que va contra la curatoría oficial, es mucho más emocional, donde la amistad es el centro de todo y allí todos tenemos cabida", concluye Benmayor.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.