Isla Contadora, decadente paraíso de los magnates

Actores de cine, potentados y políticos se dieron cita en esta minúscula ínsula atestada de mansiones, símbolo del lujo tropical durante las décadas de 1970 y 1980.




La isla de Contadora, en el panameño archipiélago de Las Perlas, atrajo durante sus años de esplendor a estrellas de cine y políticos de todo el mundo. Ahora está inmersa en un periodo de decadencia y sopor, anclada en un modelo turístico caduco.

Actores de cine, potentados y políticos se dieron cita en esta minúscula ínsula atestada de mansiones, símbolo del lujo tropical durante las décadas de 1970 y 1980, que tras aquel esplendor ahora impresiona tanto por su belleza como por su decrepitud.

El majestuoso Hotel Contadora, que fue el gran símbolo de la isla, se yergue fantasmal, completamente desvalijado por vándalos y saqueadores. Al frente yace, corroído por el óxido, el catamarán "Las 7 Perlas", que antaño transportaba a los turistas y que quedó varado tras una avería.

Tampoco hay rastro de famosos o políticos. El único atisbo de aquella Contadora del folleto se avizora sólo cuando a bordo de un cochecito de golf pasa una señora con un perro en brazos recién salido de la peluquería. "Los turistas no vienen a ver casas" de magnates, se lamenta Matile Cuadrado, quien considera que el atractivo de la isla es su enorme belleza natural.

Contadora era, en las postrimerías del siglo pasado, el mayor polo turístico de Panamá. Atraía a cientos de miles de visitantes cada año ávidos de sol, playa, tranquilidad y lujo desaforado. Su auge y su decadencia ilustran las fisuras de un modelo de explotación que no tenía contemplado reinventarse.

Ahora los inversores se fijan en la vecina isla de Saboga para tratar de levantar un nuevo emporio hotelero para el turismo masivo, pero mientras tanto los habitantes de Contadora que llegaron a trabajar para los magnates se preguntan qué va a suceder con la isla y con su futuro.

ISLA DE PIRATAS

La historia de la Contadora actual comienza con un accidente fortuito, cuando un día de finales de la década de 1960, el acaudalado panameño Gabriel Lewis Galindo se vio forzado a anclar su yate averiado frente a la isla, durante una travesía de pesca por el archipiélago de las Perlas.

Lewis Galindo quedó inmediatamente prendado de sus playas y sus límpidas aguas que van desde el añil intenso a la transparencia absoluta, pasando por verdes vítreos que revelan un fondo de arenas blancas y finas, moteado de arrecifes coralinos. Todo, a tan sólo 40 millas marinas de la capital, a 15 minutos de vuelo en avión.

No se lo pensó dos veces. Compró las 110 hectáreas de isla al Gobierno panameño en 1968, construyó una suntuosa mansión para su familia y se propuso la idea de desarrollarla turísticamente.

El éxito del proyecto fue arrollador. Al poco tiempo, la pequeña isla, que había pasado desapercibida en los anales de la historia salvo para piratas y bucaneros que hacían escala allí para contar sus robos y repartir sus botines -de ahí su nombre-, estaba atestada de enormes mansiones de hacendados y famosos, y partida en dos por una pista de aterrizaje perfecta para sus "jets".

Matilde Cuadrado, colombiana de 58 años, evoca vívidamente su desembarco hace 27 años, cuando la "jet set" del planeta acudía en masa para ver y dejarse ver. "La isla que encontré era muy bonita. El Hotel Contadora estaba en su apogeo, había casino, cuatro vuelos por la mañana y tres por la tarde... Había muchos venados, pavos reales...: esto era un paraíso", dice, tras el mostrador del modesto comercio que regenta junto a la pista de aterrizaje, bautizado como "Fantasía de verano", en el que vende prendas de baño y artículos variopintos. "Había personas que venían en avión a su mansión privada sólo a almorzar y a jugar en los casinos", recuerda.

ACTORES Y POLÍTICOS

En esa época, se podía ver a estrellas como Elisabeth Taylor, John Wayne o Mario Moreno "Cantinflas" bañándose en las bellas playas de la isla, entre las que se cuenta la de las Suecas, la única nudista del litoral pacífico panameño y cuyo nombre proviene de la memorable exhibición de atributos que en su día realizaron unas bellas damas escandinavas.

Mario Espinosa, que se considera a sí mismo uno de los descubridores de Contadora, pues llegó a la isla hace 30 años de la mano de Gabriel Lewis Galindo, a quien sirvió como camarero, también recuerda con cierta nostalgia los tiempos dorados. "A Sofía Loren la vi de pasada, nada más. Le regalé un vaso con hielo, eso es lo que ella me pidió", rememora desde el taller en el que ahora recicla los muebles que tiran al basurero los dueños de las mansiones.

Paralelamente a la llegada de famosos, comenzó un desfile de políticos de primer nivel. Lewis Galindo se convirtió en 1977 en embajador en Washington de la mano del general Omar Torrijos, llegado al poder en 1969 tras un golpe de Estado, y ambos utilizaron Contadora como cuartel general para la diplomacia.

En 1977, la casa de Lewis Galindo conocida como "El Búnker" acogió las negociaciones entre Torrijos y el presidente estadounidense Jimmy Carter para recuperar progresivamente la soberanía de la zona aledaña al Canal de Panamá, que los norteamericanos ejercieron desde 1903, con la construcción del Canal.

Muchos presidentes de países vecinos como Alfonso López Michelsen, de Colombia; Carlos Andrés Pérez, de Venezuela; Daniel Oduber, de Costa Rica, o Oswaldo López Orellano, de Honduras, recalaron en la isla como huéspedes de Torrijos y Lewis Galindo.

La familia Kennedy también frecuentaba este enclave, devenido una jaula de oro para poderosos y potentados, en el que en 1983 se creó el Grupo de Contadora, una plataforma de presidentes Latinoamericanos que lograron el premio Príncipe de Asturias por impulsar la pacificación de Centroamérica.

Contadora estaba en la cresta de la ola. Espinosa explica que cuando el último Sha de Persia, Mohammad Reza Pahlavi, se exilió en la isla en 1980, junto a su esposa Farah Diba, tras el triunfo de la revolución islámica en Irán, llegó a ofrecer 25 millones de dólares por unos terrenos baldíos. Pero, al final, no se los vendieron. El Sha tuvo que vivir de prestado en Punta Lara, otra de las mansiones de Lewis Galindo.

Espinosa recuerda de esa época que el ex presidente español Felipe González prefería el whisky Johnny Walker etiqueta negra y que el Sha tenía contraindicada la bebida a causa del cáncer que acabó con su vida. Pero, entre su extenso anecdotario, destaca el rodaje de la película "Hecho en Panamá", en la que participó Julio Iglesias.

"Él vino a Contadora y quería alquilar un "buggy". El carro era de un judío y estaba en un taller de mecánica, y el que trabajaba en el taller lo alquiló sin su permiso. Cuando el judío vio el carro en el cine, lo tuvo que despedir", cuenta entre risas.

UN HITO

La mayoría de las personas que llegaban a la isla se hospedaban en el Hotel Contadora, de estilo colonial francés y construido con maderas nobles sobre la playa. El 'resort', que tras sucesivas ampliaciones llegó a tener 354 habitaciones, contaba con casino, centro de convenciones y multitud de servicios.

Ese hotel se convirtió en un símbolo de la isla y sus empleados fueron la base para crear una población flotante de alrededor de 400 personas, compuesta por los trabajadores y la servidumbre de los magnates.

El Contadora "era el alma de la isla", dice Angelina Ramos en el despacho de la ARPUIC, que aglutina a los propietarios de mansiones y la colonia de 100 familias de empleados que éstos mantienen permanentemente a su servicio en la isla.

Mientras funcionó el hotel, todo parecía florecer. Pero, desde que el 15 de enero de 2009 cerró sus puertas tras unos años de oscura gestión por parte de su último propietario, el colombiano Carlos Arango, la isla entró en un periodo de hibernación tropical. "Empezó a bajar de categoría. En vista de que todo iba bajando, quiso atraer a la gente trayéndola en barco… Te daban toda la comida y todo el licor que fuera nacional. Quitaron el casino", recuerda sobre el comienzo de la decadencia Matilde Cuadrado.

Ahora el estado del hotel es tan deplorable y espectral que se frustró su venta a un grupo de inversores extranjeros, aunque también contribuyó el hecho de que Arango, fallecido en un accidente de avioneta, dejara una deuda con el fisco de 13 millones de dólares, agrega la administradora de la Arpuic.

"Hicieron una transacción de compraventa, pero no salió bien: lo desbarataron, hubo vandalismo y ahora existen problemas", lamenta el alcalde Olivarren. Con el Hotel Contadora en ruinas, la frecuencia de vuelos se ha visto reducida, y las embarcaciones que viajan a la isla con turistas desde Panamá son escasas. Los hijos y nietos de Lewis Galindo, poseedores aún de gran parte de la isla, apenas viajan allí algunos fines de semana al año, y los otros dueños de las mansiones acuden otras tantas veces a encerrarse al arropo de los muros marmóreos de sus mansiones palaciegas.

Contadora "no ha perdido un poquito, sino bastante, porque no hay casas de hospedaje suficientes para sostener la demanda", dice Olivarren, con resignación. Ya sólo quedan tres hoteles pequeños y algunas cabañas y albergues. "Arango fue el que terminó de sepultar la isla", sentencia Ramos.

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