La chilena que combate en Nigeria

Médicos sin Fronteras, Daniela Muñoz

Como voluntaria de Médicos sin Fronteras, Daniela Muñoz no sólo debe hacerle frente a la meningitis, sino también al clima, la ignorancia y a Boko Haram.




Tras el terremoto de 2010, Daniela Muñoz comenzó a trabajar con Médicos Sin Fronteras (MSF). Entonces, la arquitecta de la U. del Desarrollo fue asistente de suministros, la encargada de las compras y de enviar el material necesario hacia las zonas más afectadas de Talca y Concepción.

Desde entonces, siguió colaborando con la organización, primero en Sudán del Sur como logista encargada de construcciones y ahora como coordinadora logística en la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras.

Su última misión fue Yobe, un estado del norte de Nigeria en el que debió organizar la vacunación masiva contra la meningitis. La tarea no fue fácil ya que había que vacunar con éxito a 136 mil personas en una semana, en zonas remotas y con temperaturas de más de 40°C.

Lo más importante relata la chilena es la cadena de frío: mantener una temperatura constante de entre 2 y 8 grados para que las vacunas no pierdan su efecto protector. "Es que desde que salen de Europa hasta que los vacunadores las utilizan en el terreno hay un largo camino en el que participan decenas de personas y en el que no podemos perder la supervisión del material ni un solo momento", indica.

Cuando las vacunas llegan a Abuja, la capital de Nigeria, encargados de la organización deben ir a aduanas para impedir que queden retenidas. Desde ahí, son transportadas en camiones frigoríficos hasta un cuarto frío de propiedad del Ministerio de Sanidad (en el mismo estado de Yobe). Solo entonces pueden ser repartidas y llevadas por personal de MSF a los distritos afectados por el brote.

El camino de las vacunas es largo. Al llegar a las bases operativas se ponen en neveras eléctricas que los equipos han tenido funcionando desde al menos dos o tres días antes para que mantengan una temperatura estable. Y todavía falta para el destino final. Como la electricidad no es constante y hay zonas en las que simplemente no existe, es necesario transportarlas en neveras portátiles con acumuladores capaces de aguantar varias horas más por la carretera y con temperaturas que superan los 40° C.

"Hay lugares que se encuentran tan aislados, que todo el aprovisionamiento se hace por avión. En Nigeria por ejemplo, lo más difícil fue organizar la vacunación en un periodo de tiempo muy limitado. Había que reaccionar rápido, la epidemia ya estaba declarada y teníamos que terminar la campaña antes que empezara la temporada de lluvias; porque si llueve, hay lugares que son inaccesibles", reconoce Muñoz.

En los aviones la operación también es restringida ya que éstos son pequeños y solo puede utilizar vuelos operados por Naciones Unidas o Cruz Roja. Para controlar los movimientos de los autos deben recurrir a radio, teléfonos móviles y aparatos satelitales. "No podemos arriesgarnos a ir caminando debido a la posible presencia en la zona de miembros de Boko Haram", indica la arquitecta.

Tribus nómadas

Más allá de todos los aspectos logísticos que significa manejar la cadena de frío, coordinar los autos, mosquiteras y hasta los lápices que se necesitan, también se requiere un microplan o mapa de todas las áreas que deben ser vacunadas. "Hay que conocer a cuántos kilómetros exactos están los destinos de las bases, las condiciones de ruta, qué sucede si llueve o hace sol, cuánta población vive en cada lugar y qué tipo de población es. Esto es fundamental, pues por ejemplo en Nigeria hay muchos fulanis, tribus nómadas dedicadas al pastoreo, por lo que hay que sensibilizar con tiempo a las comunidades para que el día que comienza la vacunación la población beneficiaria sea accesible", reconoce Muñoz.

Al menos a la meningitis, la población le tiene respeto y la percepción de la vacunación es buena. A la fecha, esta epidemia ha dejado más de mil muertos en Nigeria y casi 15 mil posibles casos.

¿Próxima misión? Sudán, en una intervención en la zona del Nilo Blanco, en la frontera con Sudán del Sur; específicamente en el campo de Khor Waral. "Es una zona donde están llegando muchos refugiados que escapan del conflicto que existe en Sudán del Sur. Además de brindar asistencia médica, tenemos que tratar de asegurar unos mínimos estándares en agua y saneamiento en el campo", dice la chilena desde Africa.

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