La historia de los 23 chinos que migraron a San Felipe para trabajar en una mina de cobre




"Mucho trabajo y poco money" es la frase que más repiten los chinos que trabajan en la mina de cobre La Clarita, de San Felipe, en la V Región, para graficar su nueva vida a 19 mil kilómetros de su patria. No les ha sido fácil. Comenzaron a llegar en 2001 a trabajar, la mayoría como obreros, y han conformado una verdadera colonia. No han pasado inadvertidos, pues suman 23 contra los 34 chilenos que también operan en la mina, que esta semana puso en tela de juicio sus condiciones laborales y de seguridad cuando un accidente cobró la vida de uno de los asiáticos.

El caso no habría pasado de ser un infortunio si el minero fallecido no hubiera estado en la mina fuera de su horario de trabajo y si hubiese tenido licencia para manipular explosivos, pues su labor, cuenta el fiscal de San Felipe, Benjamín Santibáñez, era sólo asistir en faenas de tronaduras.

La muerte de Chen Baoguo (34)  dejó al descubierto un sistema de trabajo especialmente duro con los chinos. Según sus compañeros chilenos, las jornadas de trabajo para los asiáticos son extenuantes, llegando a hacer hasta tres turnos al día. Iván Castillo, presidente del sindicato de la mina, explica que la diferencia está en que los chilenos están contratados por la mina y "hacemos cumplir las jornadas de trabajo. A las 17.00 se acaba nuestra faena, pero ellos están subcontratados y no tienen representación. Muchos llegan sin saber trabajar, tienen que aprender acá y si no están conformes no es mucho lo que pueden hacer". De español, casi nada. Apenas dicen "bueno", "malo" y "maricón", cuando están enojados. En la mina se entienden por señas.

Según el contrato de los chinos, deben trabajar de 8.30 a 17.00, y aunque el libro de asistencia registra que ello se cumple, lo cierto es que un asiático reveló que trabajan de 8.30 a 11.00, almuerzan y a las 18.00 vuelven a laborar hasta pasada la medianoche. Lo dijo a las autoridades con la ayuda de un traductor independiente, y es la primera "confesión" de irregularidades que sale de la boca de un chino, pues el resto se comunica con las autoridades con la ayuda de sus jefes, que también son chinos. El fiscal ha recibido denuncias de que en esas horas libres la empresa los envía a hacer otras labores. Igual, ellos se declaran "mejor que en China".

DOS AÑOS SIN VACACIONES
En La Clarita hay tantos chinos porque los dueños de la minera también lo son. Arriendan la mina y por medio de dos empresas subcontratistas -San Marco Chile y Clarisa Chile- pueden hacer que tantos extranjeros trabajen en un solo lugar. La ley indica un tope de 25% del personal foráneo por firma. A los chinos los contactan por medio de avisos en su país y uno de los contratos es que trabajen dos años por US$ 300 al mes. Después tienen 40 días de vacaciones. "Hemos sabido que ganan más que eso. Uno dice que puede llegar a ganar US$ 1.200, pero que ese dinero se deposita a sus familias en China, desde un banco en Hong Kong. El problema es que sus liquidaciones en Chile son por $ 200 mil o menos y no hay registro del dinero restante.

No se está cotizando y, en caso de indemnización, sería por lo que está firmado en el contrato", dice Santibáñez. El fiscal indagará una eventual trata de personas y si existe explotación laboral, pues sabe de un accidentado, en 2008, al que "enyesaron, pero siguió trabajando". Para ello, pedirá ayuda a la Organización Internacional de las Migraciones.

La vida de los chinos en la mina cambió en 2007. La Inspección del Trabajo había suspendido faenas dos veces por tener a los chinos hacinados y sin las condiciones higiénicas ni de seguridad necesarias, pero las mejoraron y ahora se reparten entre una casa de la minera cerca de las faenas, otra que arriendan en el sector El Asiento y en contenedores remodelados como habitaciones para dos personas, ubicados en las cercanías de las faenas. Duermen en literas.

POCO CONTACTO
Su comida dista bastante de la de sus compañeros chilenos: tres veces al día se reúnen en un comedor para comer arroz con salteado de verduras y carne, sopa, pan y té, todo preparado por otro chino. Los chilenos tienen un menú más variado. "No trabajo, no comí, comí", le decía el minero fallecido a su compañero Víctor Hugo Valdivia. Si no trabajaba, no comería, le quería decir.

Según otros obreros, ni en horas libres pueden fumar tranquilos, un hábito que los chinos hacen con frecuencia: "Les gusta andar arreglados, pero de repente ya están duchados y con terno y los mandan a descargar cemento. Ahí a uno le da rabia, es injusto", dice el ex trabajador José Herrera. El cuenta que una vez castigaron a un chino por pelearse con un capataz: "Lo encerraron en un contenedor y yo le mandé pan con otro chino. Después le hicieron leer una carta frente a todos, pidiendo disculpas, pero lo impedimos, porque era humillante", detalla. Sobre esas acusaciones la empresa declinó hablar.

Los descansos de los asiáticos son relativos. A veces en la semana o las tardes del domingo. Esos momentos los usan para jugar pool, pimpón o tragamonedas. Algunas veces han ido a los casinos de Viña del Mar y San Felipe. Con la comunidad apenas han compartido uno que otro asado o partido de fútbol.

Los vecinos sólo los ven pasar. María Isabel Reyes, vendedora del almacén del pueblo, cuenta que "compran golosinas, porque comen en la mina. Se quejan del dinero, pero dicen que están bien y que para llegar tomaron tres aviones y un bus".

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