La indultada de Bachelet

En medio del debate político de si es o no pertinente el indulto presidencial, el caso de Fabiola García pone de manifiesto cómo los propios mandatarios no siempre saben a quién le dan este beneficio, que depende exclusivamente de ellos.




El tema, como era de esperar, no estuvo ausente en la emisión del domingo pasado de "Tolerancia Cero". Como el indulto presidencial se ha instalado en el centro del debate político -con las reiteradas críticas que se le hacen a Eduardo Frei por haber dado este beneficio al narcotraficante Ángel Vargas Pargas, en 1994-, nadie se extrañó que a la invitada de esa noche, la presidenta Michelle Bachelet, se le preguntara al respecto. Lo hizo el periodista Fernando Paulsen. Fue directo: "¿Ha ejercido usted el indulto como presidenta?".

La mandataria, que en lo que va de su gobierno ha otorgado 61 indultos presidenciales, contestó un poco a tropezones: "A mí... yo no estoy segura de si he ejercido. Tengo la impresión, pero no sé si alcanzamos a ejercerlo... de una vez que una mujer que estaba terminal con un cáncer en algún lugar y que lo que me pidieron es que pudiera ir las últimas 48 horas de vida a morir a su casa. Y yo pensé que eso era factible, pero aparentemente, dadas las burocracias y todo aquello, no alcanzó a llegar a su casa".

El caso al que se refería la presidenta Bachelet, y que no puedo recordar bien en pantalla, es el de Fabiola García Vera, quien fue favorecida con un indulto presidencial por razones humanitarias en abril del 2006. La mujer, detenida por microtráfico de estupefacientes, sufría un cáncer terminal en el Centro de Detención Preventiva de Calama y quería el beneficio para poder salir de allí y morir en su hogar, rodeada de su familia.

ÉSTA ES SU HISTORIA
Detenida de noche
Fabiola García era la cuarta de seis hermanos, en una familia de escasos recursos de Calama. Era una mujer de baja estatura -no sobrepasaba el metro cincuenta- y sus familiares la recuerdan como divertida, de carácter fuerte, respetuosa de los demás y muy católica. Al igual que varios de sus hermanos, logró terminar cuarto medio.

En 2002, cuando tenía 28 años, Fabiola aún vivía con su madre, Alejandrina Vera. Pero no estaba sola: tenía tres hijos, todos como madre soltera y de padres distintos. El primogénito tenía entonces 8 años. Lo seguían dos niñas, de 5 y 4 años. Todos habitaban una casa en la Población Alemania de la ciudad nortina.

Los primeros días de abril de ese año, Fabiola le pidió a su madre que cuidara de sus tres hijos pequeños, mientras ella salía por unos días de la ciudad. Le dijo que era por razones de trabajo. Alejandrina Vera accedió una vez más a la petición, sin imaginar que esa ausencia sería permanente.

Pocos días más tarde, el 6 de abril, a las 23:25 horas, el auto en que viajaba Fabiola y el obrero Emilio Romero Miranda fue detenido por carabineros, en el kilómetro 811 de la Ruta 5 Norte. Era un simple control carretero. Pero la joven estaba nerviosa. Temía que descubrieran el trabajo que realizaba hace tiempo: el tráfico de estupefacientes en pequeña escala.

Las cosas se complicaron. Durante el control de rutina de esa noche, un perro policial detectaría la presencia de droga en el vehículo. Al revisarlo, oficiales de la tenencia ubicada a la salida de Copiapó encontraron ocho paquetes, de diferentes tamaños, que contenían cerca de 8 kilos y medio de cocaína.

La mujer quedó detenida esa misma noche. Romero, quien señaló que desconocía la existencia de la droga en el auto que conducía, fue dejado en libertad. Más tarde, Fabiola fue condenada a cinco años y un día de prisión por tráfico ilícito de estupefacientes. Además, fue sentenciada a cumplir una condena anterior -que no se concretó- dictaminada por el Primer Juzgado del Crimen de Viña del Mar, luego de que la calameña se viera envuelta en la venta ilegal de narcóticos en noviembre de 1999. Ello sumó otros cinco años y un día a su condena. De esa forma, quedó previsto que Fabiola estaría en prisión hasta agosto del 2011.

Ingresó a la cárcel de Copiapó. A pesar de que sus cercanos dicen que la mujer ya había estado detenida antes por nueve meses, aseguran que esta vez marcaría un antes y un después en la vida de esta colorina cuya familia no estaba ajena al negocio que la había llevado tras las rejas: varios de sus integrantes se dedicaban al microtráfico y viajaban en forma frecuente a Bolivia a buscar mercancía.

El cáncer avanza
"Fabiola estaba embarazada en el momento en que fue detenida. Estaba muy feliz porque sabía que era un varón. Pero en la cárcel perdió la guagua. Cuando le hicieron el raspaje, se dieron cuenta de que tenía cáncer al útero", recuerda su hermana, Melissa García Vera.

Después de la operación, la mujer fue trasladada de la cárcel de Copiapó al Centro de Detención Preventiva de Calama. Allí, fue recluida en la unidad de presas de mediano compromiso delictual. Por diferentes períodos, sería compañera de celda de su madre y de su hermana Jeannette. Y sería también allí donde recibiría la noticia más dramática de su vida.

"En octubre del 2005, lo que parecía un resfrío mal cuidado se convirtió en pulmonía. Eso llevó a internarla en el hospital de Antofagasta. Poco después, descubrieron que el cáncer había vuelto, que tenía metástasis y que el pulmón se encontraba comprometido. Los meses siguientes se lo pasó entre el hospital y la cárcel", cuenta su hermana Melissa.

Fabiola supo, entonces, que su enfermedad era terminal y que sus días estaban contados. Estaba delgadísima, con la piel pegada a los huesos. "Cuando empeoró, empezamos a pedir que la liberaran -dice Melissa-, queríamos que la indultaran, porque estaba muy débil, y las condiciones de hacinamiento de la cárcel no ayudaban. Mi mamá la alimentaba en la boca mientras estuvo allá. Pero ella salió y mi hermana se quedó sola".

En diciembre solicitaron formalmente el indulto presidencial.

Gestionando el indulto
La familia de Fabiola García Vera sabía que la tramitación del indulto era larga y engorrosa y que ella no podía esperar. Lo sabía también el alcaide del Centro de Detención Preventiva de Calama, Miguel Cordero Rojas, quien en más de una ocasión manifestó que si dependiera de él, mandaría a la reclusa a su domicilio. Pero no era él quien podía tomar la decisión.

La entonces gobernadora de la provincia de El Loa, Sandra Pastene, se enteró por el obispo de Calama, Guillermo Vera, sobre la situación de Fabiola. La autoridad regional viajó a Santiago, a principios de abril de 2006, para participar en una reunión de gobernadores de todo el país. Aprovechó el viaje para pedirle una cita privada al ministro del Interior de esa fecha, Andrés Zaldívar. "Me reuní a solas con él y le presenté documentos que daban cuenta del delicado estado de salud de la reclusa. Zaldívar dijo que se iba preocupar del tema", recuerda Pastene.

La gobernadora también habló con el diputado Marcos Espinosa, quien se comprometió a llevar una carta de la afectada a La Moneda. En tanto, el obispo Vera hacía contactos de alto nivel dentro del Ministerio de Justicia. Fuentes de esta cartera señalan que el caso llegó a oídos de quien estaba a la cabeza de esa secretaría de Estado, Isidro Solís. "Él pidió que se revisara la situación de la mujer. Además del informe médico que le llegó junto con los demás antecedentes, Solís solicitó un segundo informe médico. Así quedó claro que la enfermedad era grave, incurable y que el desenlace era inminente", aseguran las mismas fuentes. "El ministro conversó largamente el tema con la presidenta Bachelet y acordaron que era conveniente otorgar lo antes posible el indulto por razones humanitarias", agregan.

La jefa de Estado firmó el indulto de Fabiola García el 21 de abril del 2006. Pero la experiencia demostraba que éste demoraría en hacerse efectivo. Por eso, mientras seguía su tramitación en Contraloría, luego de haber sido aprobado y firmado por la presidenta, se buscó una salida temporal: se instruyó a Gendarmería para que permitiera que la mujer saliera en libertad con un permiso especial. Ello implicaba que la afectada estaría en su domicilio custodiada por alguien de la institución. Más específicamente: se permitía la permanencia de Fabiola en su casa durante 10 horas y bajo custodia, beneficio que se iría renovando de forma automática transcurridas las primeras 10 horas.

¿Mayo o agosto?
El 22 de abril del 2006, Fabiola García volvió a dormir a su casa de la calle Hamburgo, en Calama. Estaba conmovida, tal como reconoció ella misma poco después de abandonar la prisión: "Cuando me avisaron que podía irme a mi casa la emoción fue enorme, poder encontrarme nuevamente con mis hijos y mi familia me dio muchas fuerzas para seguir luchando".

Los días siguientes los pasó con la familia y los amigos más cercanos. El 26 de abril, a las 11 de la mañana, la visitó un sacerdote. "Le hizo muy bien. Ella era muy creyente y quedó en paz", recuerda Melissa.

Justo 24 horas después, mientras las Damas de Verde instalaban una máquina de oxígeno en su domicilio, Fabiola García falleció. Murió en su cama, junto a sus tres hijos, su madre, dos de sus hermanas, el gendarme que la vigilaba día y noche y sin que el indulto llegara a su puerta.

Según la familia, el beneficio recién les llegó cuatro meses después. Dicen que en agosto de ese año, Alejandrina Vera recibió una llamada del Centro de Detención Preventiva de Calama. Al otro lado de la línea, le informaron que le tenían una carta importante. Se trataba de un documento oficial que certificaba que la Presidenta de la República había favorecido a Fabiola con el indulto presidencial por razones humanitarias.

Fuentes del Ministerio de Justicia, sin embargo, contradicen esa versión. Aseguran que en sus papeles figura que el 8 de mayo se comunicó la entrega del beneficio. Y que, en esa causa, se hicieron todos los esfuerzos posibles: "Se tiende a dar prioridad a los casos que involucran razones humanitarias. Pero la familia de Fabiola García pidió el indulto en diciembre, poco antes del cambio de gobierno".

Como sea, al interior del gobierno reconocen que el caso de Fabiola García es considerado emblemático, porque la beneficiada murió mientras su indulto estaba firmado pero aún en trámite.

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