Las fortalezas y debilidades de Juan Pablo II, según su biógrafo y destacados vaticanistas

Dentro de una semana, el Papa polaco será proclamado santo, junto al Pontífice Juan XXIII. Tres de sus más profundos conocedores realizan un análisis de su legado.




"¡Santo subito!" gritaba la muchedumbre abrazada por las columnas blancas de la plaza de San Pedro. Era abril de 2005. Nueve años después, el próximo domingo se hará realidad aquella invocación de los fieles llegados a Roma para el funeral de Juan Pablo II. El primer Papa no italiano en 455 años, el primero que entró a rezar en una Sinagoga, el primero que pidió disculpas por errores cometidos por la Iglesia en el pasado. El Papa polaco que combatió el comunismo y también alertó contra los riesgos del capitalismo, el Papa viajero, que sufrió un atentado, el Papa enfermo y tembloroso o, simplemente, "Giovanni Paolo" como le llaman en las calles de Roma, su ciudad adoptiva, subirá a los altares tras el más rápido proceso de canonización de la historia moderna de la Iglesia, según la prensa europea.

Marco Politi, quien, junto al reputado periodista norteamericano Carl Bernstein, escribió una de las más aclamadas biografías de Juan Pablo II y quien está próximo a publicar un libro sobre el actual Pontificado, señala que "tras la tremenda conmoción por la muerte imprevista de Juan Pablo I, muchos esperaban un cónclave largo y fue una sorpresa ver el humo blanco. Cuando resonó aquel nombre difícil, todo el mundo se preguntaba quién sería el nuevo Pontífice. Al asomarse, el desconcierto seguía, al observar aquel rostro extranjero. En cuanto empezó a hablar en italiano y pidió disculpas por eventuales futuros errores lingüísticos, todos se enamoraron de él".

"Cuando llegué a Roma para cubrir el Vaticano, en 1980, a dos días de su elección -recuerda Philip Pullella veterano vaticanista de la agencia Reuters-, seguía esta sensación de huracán: estaba cambiando el rostro del Pontificado, con su cara nueva de hombre del Este. En este marco él destacaba por ser un Papa que mezclaba la religión con la política y difundía los valores que consideraba indispensables a través de la acción política".

Entre los logros que los expertos apuntan al Papa polaco hay unanimidad. "Dio al rol del Pontífice una clave internacional. La Iglesia era un actor en el ajedrez geopolítico. La suya fue la primera Iglesia globalizada. Nadie después pudo ser Papa sin interpretar también este aspecto no sólo romano de la Iglesia", sentencia Politi.

Un ejemplo claro de ello fue su mediación entre el bloque soviético y atlántico: "El entendió antes de Reagan, de Gorbachov, de todos -evalúa Pullella- que la división en dos partes no iba a ser algo permanente". "Era más historiador que los historiadores. Esta fuerza interior y convencimiento le llevó a ser una personalidad fundamental en lo que aconteció entre 1980 y 1989", considera el periodista estadounidense. Está de acuerdo Giovanna Chirri, veterana vaticanista italiana de la agencia Ansa y conocida por haber sido quien dio el año pasado, en exclusiva, la noticia de la renuncia de Benedicto XVI: "Con su carisma se transformó en un punto de referencia global, líder de un pueblo que sólo parcialmente era católico. Lo comprobamos cuando estaba en agonía: los ojos del planeta enfocaron su ventana". Según Chirri, el punto de fuerza de Juan Pablo II fue justamente esta capacidad de "guiar a católicos y no católicos hacia un mismo gran objetivo común: la paz. Por ejemplo, aunque ya enfermo, tomó posiciones durísimas contra el ataque de Washington contra Irak".

"¿Quién hubiera imaginado un Papa entrando en una Sinagoga? ¿Quién imaginaría a un Papa meditando bajo la bóveda de una Mezquita? ¿Quién osaría pensar que un Papa convocaría en Asís a todos los jefes religiosos del mundo para rezar juntos para la paz? Para mí -dice Politi- su gran logro fue tumbar también los muros que separaban las religiones".

"Fue un Papa Pastor. Que hablaba a la gente, que sabía comunicar y emocionar. Exactamente como lo es ahora Francisco", agrega Politi. Según Pullella, "le ayudó sobre todo el hecho de ser políglota: se sentía cómodo en todos los países a los que viajaba. En los más de 100 viajes en los que le seguí, recuerdo que casi nunca necesitó a un traductor, sólo con idiomas muy difíciles como el húngaro, por ejemplo: se hacía entender en inglés, italiano, español, portugués, polaco, francés".

Pero su labor que tanto gustó a la gente y los dirigentes mundiales, también tuvo algunos aspectos menos positivos para los vaticanistas. "Su figura destacaba tanto que llevó a su Iglesia, que se metía en los problemas del mundo, a ser a la vez muy centralista, muy absolutista, muy romana: el revés de la colegialidad, que busca hoy revertir el Papa Francisco", sintetiza Politi.

Añade Chirri: "Bajo su mantel, de una personalidad que llama sobre sí todas las miradas, pasaban muchas intrigas. Esto le era cómodo a la Iglesia de entonces. Y él decidía sólo con su cabeza", recuerda Chirri. Pullella agrega que "era muy testarudo". "Eso lo llevó a nombramientos acertadísimos, pero también a otros muy equivocados, que mermaron la situación cuando él ya estaba enfermo y poco presente en el mando", dice la periodista. "¿Quién de verdad tomaba las decisiones en aquellos últimos años? ¿En qué medida estaba informado el Papa? Son cuestiones aún abiertas", agrega Chirri.

Una de las preguntas que se hacen los vaticanistas es "¿cuánto conocía Juan Pablo II de los primeros casos de pedofilia entre las filas de los curas católicos?". "Este fue su gran fallo -considera Pollulla- estaba tan concentrado en cuestiones internacionales y luego tan enfermo que nunca enfrentó esta lacra. Se lo impidió una mezcla de cansancio, de prioridad en otros asuntos y de su historia personal". "Tenía un límite estructural para encarar el tema", dice Chirri, quien agrega: "El no podía creer lo del fundador de los Legionarios de Cristo, por ejemplo, porque se crió en la Polonia comunista donde para deslegitimar y desacreditar a los sacerdotes, el régimen inventaba que acosaban a los niños, que tenían mujeres y montaban casos con falsedades. Su sensibilidad era distinta a la que maduramos después o a la de otros Papas como Benedicto XVI".

Según su biógrafo Marco Politi, "la falta de confrontación hacia la pedofilia no representa el único aspecto que quedó como reprobado y tuvo consecuencias sobre los pontificados siguientes. Juan Pablo interpretó las transformaciones de la historia, pero no igualmente bien las de la sociedad. No vio que había que reflexionar sobre la homosexualidad, el uso de los anticonceptivos, los católicos con matrimonios fracasados...".

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