Las historias de los milagros atribuidos a Juan XXIII y Juan Pablo II

Las sanaciones de la religiosa italiana Caterina Capitani y de la costarricense Floribeth Mora Díaz llevarán el domingo a ambos papas a los altares.




Juan XXIII: AGONIA EN NAPOLES

" Ya no tienes enfermedad alguna". Según contaba la ya fallecida religiosa Caterina Capitani, el 25 de mayo de 1966, el Pontífice Juan XXIII le anunció que estaba recuperada de la hemorragia posoperatoria que estuvo a punto de quitarle la vida. Sin embargo, el llamado "Papa Bueno" había muerto en 1963. Por esos hechos, el Vaticano lo proclamó beato en 2000. Cuando faltan pocas horas para que gracias al mismo acontecimiento sea proclamado santo, la religiosa Adele Labianca, amiga de Capitani, cuenta en Roma lo que pasó durante aquellos días de 1966, en el hospital de Nápoles, donde la veinteañera religiosa estaba en agonía.

Adele lee la memoria que Caterina -fallecida a los 68 años en 2010- escribió para testificar en el proceso de beatificación cerrado en 1971. Este hecho justifica que el Pontífice del Concilio Vaticano II sea canonizado por "clara fama de santidad", según dijo el Papa Francisco, sin un segundo milagro certificado, como sería habitual.

Capitani fue operada en Nápoles el 30 de octubre de 1965, pero el 14 de mayo del año siguiente su estómago se perforó, provocando una grave hemorragia. El sacerdote le impartió la extremaunción. "Cuando parecía que ya quedaba poco, ella y yo - recuerda Adele - empezamos a rezar una novena y pusimos una reliquia del Papa Juan XXIII sobre la fístula". Según contó Capitani en la memoria, "mientras estaba dormitando percibí una mano rozándome la herida y una voz que me llamaba desde atrás: '¡sor Caterina!'... vi de pie, al lado de la cama, al Santo Padre con un rostro muy bello y sonriente. Me dijo: 'Caterina: han rezado tanto, tú y tus hermanas. ¡Me arrancaron del corazón este milagro! Ahora estás bien. Toca el timbre, llama a tus compañeras que están en la capilla rezando y una que otra se ha quedado dormida. Que te pongan el termómetro si no confían, pero tú no tienes fiebre. Estás sanada'". Sor Adele recuerda cómo el timbre de la moribunda empezó a sonar como loco y cómo ella y las otras se precipitaron  a su habitación y la vieron parada en la cama gritando: '¡estoy bien, estoy bien!'. "Nosotros pensamos que estaba alucinando. Pidió comida, ya que llevaba 12 días sin ingerir nada porque tenía el estómago lacerado". La fístula estaba cerrada, "(El doctor) Giuseppe Zanini -cuenta Adele- sacudía la cabeza y dijo: 'Esta monja es medio rara'. Confundido, dejó la habitación". Zanini redactó el reporte sobre una curación que no tenía explicación científica.

Juan Pablo II: ANEURISMA CON MAL PRONOSTICO

La costarricense Floribeth Mora pensó que se moría la mañana del 8 de abril de 2011. Un repentino dolor en la sien le cortó la respiración y le nubló la vista. Era el principio de su calvario. Luego de unos días, fue a un hospital de San José donde el diagnóstico fue lapidario: un aneurisma le tapaba la arteria cerebral. "No me podían operar  -cuenta en Roma-, porque estaba en una posición complicada. Necesitaban de maquinarias más sofisticadas de las que tenían allí, que a lo mejor podía intentar viajar a Cuba o a México". "Los médicos admitieron que no podían hacer nada. Me dieron un mes de vida", dice.

"Rezaba con una imagen de Juan Pablo II en las manos, le pedía con todo mi corazón que le pidiera a Dios que no me dejara morir. Miraba a mis hijo, a mi marido, a mi hija que recién se quedaba embarazada…". La vida volvió el 1 de mayo de 2011: "Me desperté para encender la televisión donde emitían la ceremonia para la beatificación de Woijtyla en Roma. Veía la pantalla desde mi cama. Pero estaba atontada por los fármacos, no conseguía quedarme despierta. Lo único que recuerdo es a Benedicto XVI con la sangre de Juan Pablo en sus manos. Al cabo de no sé cuánto tiempo, me desperté, porque oí una voz masculina que me animaba: 'Levántate, estás saneada'". La mujer contó que no podía entender de dónde salía aquella exhortación, "pero enseguida se me cayó la mirada en una foto de Juan Pablo II que había puesto encima del televisor: era el suplemento especial que el diario La Nación había sacado en ocasión de la beatificación. Vi que el Papa movía las manos como para acompañar las palabras con los gestos".

"No teníamos dinero para pagar una resonancia magnética que mostrara de inmediato lo que había dentro de mi cabeza. Esperamos meses, pero me sentía genial". En noviembre, el médico que  le practicó la prueba se quedó mudo. "¿Qué pasa, doctor? ¿Qué es lo que está viendo? -preguntó preocupado mi marido-. 'Yo sé lo que ve -le interrumpí yo-. Usted está viendo que no tengo nada. Juan Pablo II me curó". Floribeth empezó a contar a todos la historia. "Algunos desconfiaban, me tomaban por loquilla. Pero muchos más creyeron. Escribí toda la cronología de los hechos en la web dedicada al Pontífice. No imaginaba que esto iba a consecuencias mayores". Gracias a los partes médicos y a la documentación, el postulador Slawomir Oder eligió su caso entre miles para centrar su defensa del Papa polaco.

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