Los "camaleones" que jugaron por los tres grandes del fútbol chileno

Nueve jugadores saben lo que es defender la camiseta de Colo Colo, la U y la UC. Mitificados y denostados, repasan las causas y consecuencias de su controvertida gesta.




Hablar del equipo de fútbol más grande de un país siempre generará controversia. No resulta sencillo, después de todo, cuantificar algo tan volátil como la grandeza. Se suele hablar, sin embargo, en el caso de Chile, de tres colosos que destacan sobre el resto: Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. Y lo son, al menos en términos de títulos y masa social. Una masa incapaz, muchas de veces, de entender el fútbol como profesión, desvinculándolo de todo componente pasional, despojándolo de todas las rivalidades que comporta, de los sentimientos encontrados que genera.

Los futbolistas, protagonistas principales de un medio apasionado y visceral como pocos, viven constantemente expuestos a dicha vorágine. Tal vez por ello, tan solo nueve hombres se han atrevido a desafiar, a lo largo de toda la historia del balompié chileno, las convenciones morales y sentimentales asociadas a este deporte. Jugadores que han sido -y todavía son, en algunos casos- destacados profesionales, de un oficio en el que no resulta fácil aprender a convivir con el peso insoportable de los colores.

¿Puede un futbolista ganar un Clásico Universitario con cada una de las dos universidades? ¿Partir de la factoría cruzada para liderar más tarde una cruzada futbolística contra Católica? ¿Se puede ser, en una sola vida deportiva, albo y laico, indio y chuncho? Ellos han demostrado que sí, se puede.

El amor a los colores

Francisco Arrué tiene 37 años y ha vestido la camiseta de más de una decena de equipos a lo largo de su dilatada carrera. Colo Colo, Universidad Católica y Universidad de Chile, en ese orden, vieron pasar por sus filas al volante de creación; pero también otros clubes, grandes y pequeños, de Chile, México y Colombia, de Suiza o de España. Con semejante currículum a sus espaldas, el hoy jugador de Huachipato no titubea a la hora de resumir en qué consiste, a su modo de ver, eso del amor a los colores: "Sentimientos siempre hay, porque es algo inevitable, pero yo soy de la idea de que el cariño se demuestra jugando, no hablando". Una visión que comparten la gran mayoría de los futbolistas que componen esta selecta nómina, desmitificando la figura del jugador incondicional. "Yo, el fútbol, sólo puedo verlo como profesión, y no de otra forma. Te pongo un ejemplo sobre todos esos jugadores que hablan de amor a los colores: Si a Johnny Herrera lo hubieran ido a buscar de Colo Colo cuando jugaba en Audax, se hubiera ido a Colo Colo. Así de fácil. Con el tiempo, te identificas más, pero eso es todo", manifiesta convencido el ex delantero Rodolfo Moya, el quinto futbolista de la historia en pasar a formar parte del plantel de los tres clubes más laureados del país.

Pero no son los únicos. El mítico arquero Óscar Wirth, hoy formador de talentos en las divisiones menores de Audax Italiano, se muestra así de aséptico al respecto: "Firmé 21 contratos profesionales, y en cada uno de los clubes en los que estuve, asumí un compromiso idéntico, la responsabilidad de defender a cada club con el mayor profesionalismo". Palabra de una leyenda viva bajo los palos.

Y es que, sentimentalismos aparte, si a un hincha le preguntan qué le pide a sus jugadores, contestará probablemente: profesionalismo, ante todo. Una demanda razonable, teniendo en cuenta que se trata de profesionales con contrato, en una palabra: de trabajadores. "Uno busca diferentes beneficios cuando es profesional, y uno de los más importantes es el familiar. Lo ideal, a la hora de trabajar, sería nacer y morir en una misma institución, pero eso pocas veces se da, porque es muy difícil", advierte Ricardo Rojas, concejal de La Serena tras colgar los botines.

Más franco que sus compañeros o, si se prefiere, menos políticamente correcto, se muestra Adolfo Nef a la hora de revelar los colores que marcaron su carrera: "Obviamente tengo cierta preferencia por Colo Colo, porque antes de llegar a la U, cuando era chico, era de Colo Colo", confiesa abiertamente el ex arquero, vinculado actualmente a la sección de fútbol formativo de la escuadra de Macul. 

Héroes y villanos

"Hoy en día es difícil de aceptar para los hinchas que un jugador cambie, por ejemplo, de la U a Colo Colo, pero en esos años no era así. No existían barras bravas como las de ahora, y había un respeto mayor por los jugadores", relata Nef, quien fue integrante del mítico Ballet Azul a finales de los 60, y defensor después del arco del Cacique durante siete temporadas. Unas faltas de respeto -las anticipadas por el Gringo- que Pancho Arrué reconoce haber vivido en primera persona. "Cuando cambias a un equipo que es el gran rival de otro, la gente se lo toma mal. A mí me recibían mal, me insultaban mucho, pero creo que en Chile, en general, se respeta muy poco al jugador. Te ven siempre como a un traidor o a un mercenario. La gente piensa que te vas para ganar más plata, pero no siempre es así. A veces el fútbol no te da la oportunidad de hacer lo que quieres". Y toca entonces decidir; es decir, jugársela. "Creo que una de las determinaciones más difíciles que tomé en mi vida futbolística fue la de pasar a Colo Colo, porque sabía que por mi pasado me podía encontrar situaciones especiales. Para dar ese paso, sí que me motivó el hecho de poder entrar a la historia por haber defendido a los tres grandes", reconoce Rojas, que en 2008 consiguió entrar a formar parte del distinguido grupo.

Un grupo con opiniones y recuerdos bien diversos, a propósito de sus respectivos pasos por la disciplina de cruzados, albos y laicos: "Creo que, en general, el primer equipo que le viene a la cabeza a la gente cuando piensan en mí es Católica, porque probablemente fueron allí mis mejores años en el fútbol", reconoce Arrué. "Por lo que viví, tanto en lo personal como en lo profesional, me quedo con mi paso por Universidad de Chile", desvela Ricardo Rojas. "De la U, el recuerdo que me queda es el de una hinchada que, aunque muchas veces era inferior numéricamente, siempre era superior a nivel de apoyo. El hincha de la U es un hincha fiel y bien jugado", rescata Óscar Wirth, antes de autoproclamarse el único futbolista que jugó en "los cuatro grandes". "Soy el único dentro de ese grupo, porque también salí campeón con Cobreloa", remarca. "En Colo Colo me faltó un poco de hambre. Yo quería jugar en los tres grandes, jugar en Europa y ser seleccionado chileno, y lo logré todo. Supongo que, después, me conformé un poco", culmina Moya.

Un motivo de orgullo

Respetados y valorados por unos, vilipendiados y estigmatizados por otros, el orgullo es la sensación predominante entre los componentes de la honorable nómina. "El haber jugado en los tres lo veo como algo natural, porque las cosas fueron saliendo de esa manera. Nunca sobrevaloré lo que hice, pero indudablemente es un orgullo para mí", manifiesta Nef.  Y es que, independientemente de la relación de mutua aversión que existe entre los hinchas de estos conjuntos archirrivales, la aspiración de cualquier futbolista pasa, generalmente, por militar en las filas de los mejores. "Lo que hay que tener muy claro es que la vida da muchas vueltas. Tú puedes estar condenando a un club, y ese mismo club te puede dar de comer en un futuro. Te puede dar trabajo como jugador o como entrenador, por lo que hay que tratar de ser siempre respetuoso", comenta al respecto Rojas, en tono salomónico.

Hasta que un nuevo jugador se atreva a desafiar otra vez los códigos no escritos inherentes a este deporte, basados en la fidelidad y la monogamia deportiva, nueve seguirán siendo los nombres de los camaleones del fútbol patrio. Los que entendieron y defendieron que el fútbol es ante todo un oficio. Los que se convirtieron en villanos por el hecho de que un día habían sido héroes.

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