Los desconocidos detalles detrás del robo más grande de Chile

Un botín de $ 6 mil millones, sospechas de filtraciones internas, despidos y reestructuraciones del sistema de vigilancia son algunas de las consecuencias del mayor robo de la historia policial chilena.




EL mayor robo de la historia chilena se realizó sin disparar un solo tiro y en uno de los lugares que, se presumía, era de los más seguros del país: el aeropuerto internacional. El pasado martes, el recinto que a diario recibe a miles de pasajeros y turistas se transformó en el escenario del cinematográfico robo de $ 6 mil millones desde la losa de la terminal aérea.

Sin responsables en la mira, la Fiscalía Occidente y Carabineros recopilan las escasas evidencias dejadas en el lugar. De paso, investigan el apoyo interno que habrían recibido los asaltantes para dar el millonario golpe que develó la frágil seguridad en torno al aeropuerto. La planificación y logística empleadas para el asalto cometido por, al menos, siete delincuentes pocas veces fue vista por la policía chilena. Sin embargo, los registros de las cámaras de vigilancia y la declaración de testigos del robo permiten recrear lo ocurrido a primera hora del martes 12 de agosto.

El reloj marca las 6.12 y la temperatura no supera 1°C en la comuna de Pudahuel. Entre la neblina, una van de color blanco aparece y se detiene frente al portón de acceso al recinto. El video de seguridad capta a un hombre vestido con pantalón y chaqueta reflectantes que desciende para abrir la reja y permitir su ingreso a una zona restringida. Sin controles de seguridad previos y antes de retomar la marcha, el conductor prende y apaga las luces para luego seguir su camino sin encender sus focos.

Para no levantar sospechas, la velocidad del vehículo que transporta a los delincuentes armados no supera los 25 kilómetros por hora. Las señaléticas instaladas a lo largo de 1,5 kilómetros de distancia de la losa son respetadas con recelo por el conductor que, al igual que sus cómplices, viste pasamontaña y guantes.

LA EMBOSCADA

Las sospechas eran nulas entre los operarios del aeropuerto y los vigilantes del camión de valores de la empresa Brinks, que a esa hora descargaban los más de 300 kilos de remesas con dinero para subirlas a un avión. Desarmados tras dejar sus pistolas en una caja de seguridad luego de ingresar a la terminal aérea, como lo exige la ley, los funcionarios del vehículo blindado fueron emboscados por los miembros de la banda.

Uno de los vigilantes intimidados por los delincuentes aseguró a Carabineros que los encapuchados actuaron con violencia y los obligaron a tirarse al suelo tras ser apuntados con fusiles tipo Mauser y armas cortas.

Un trabajador del recinto -que pidió reserva de su identidad- relató que los asaltantes "estaban con la misma ropa de los que trabajan acá en la carga. El móvil que ocuparon tenía hasta la marca que ocupan en el aeropuerto, como con banderas rojas con blanco pintado en el techo, y también tenía una baliza", detalla. Su testimonio refleja la acuciosa planificación del robo y los medios empleados para conseguir el cuantioso botín.

El desconcierto, según el relato del funcionario, era total. "Una persona que trabaja encargada de los pesos empezó a hablar por radio preguntando a sus supervisores si estaban haciendo un simulacro de asalto y al final a él también lo tiraron al suelo", detalló.

Tendidos en la losa, los operarios veían cómo -en menos de dos minutos- dos delincuentes introducían en la parte trasera de la van de color blanco las 24 bolsas con $ 250 millones cada una. En medio del atraco un funcionario "joven que trabaja en el sector de carga se acercó (a los delincuentes) a decir que no debían cargar la plata ahí, sino que era otro vuelo el que se lo tenía que llevar". Su recomendación, sin embargo, fue omitida por los delincuentes, quienes lo obligaron a lanzarse al suelo.

En medio de las pesquisas realizadas por el Departamento OS-9 y Labocar de Carabineros, un antecedente llamó la atención de los investigadores. La falta de un registro de video del momento exacto del robo permitió detectar que, aun cuando en el lugar existen, al menos, tres cámaras de vigilancia, una de ellas fue movida minutos antes del atraco, aseguran fuentes del caso. Las otras dos no logran registrar los hechos en su totalidad.

La sustracción de, al menos, tres vehículos en la zona norte de la capital dan indicios de la fecha en que se habría comenzado a planificar el millonario atraco. El 21 de julio, en Quilicura, una van Peugeot modelo Boxer fue robada a su dueño. Veintiocho días después, el vehículo fue recuperado en camino a Lampa. Un segundo  automóvil, que fue incendiado y en cuyo interior se encontraron "miguelitos", fue sustraído en la misma fecha.

CONSECUENCIAS DEL ATRACO

A días de ocurrido el robo, el acceso por donde ingresó el grupo armado registra serias falencias de seguridad. Las puertas para entrar al recinto, donde se ubica el SAG, se mantienen abiertas y sin ningún tipo de vigilancia. En el mismo lugar hay un segundo portón para entrar a la losa, que también fue vulnerado por los asaltantes. A diferencia del primero, éste se encuentra cerrado con cadena y candado. A pocos metros se encuentra una guardia custodiando el sector de ingreso de los aviones. La mujer asegura que el cuidador de turno el día del asalto fue removido de su puesto.

Frente del SAG, como es habitual, un grupo de camioneros y choferes de pasajeros de Lan se estacionan para descansar o esperar que soliciten sus servicios. Uno de ellos es Juan Carlos Sepúlveda, quien por años ha manejado camiones de transporte de pescados. "Generalmente, acá no hay guardias. Ahora veo por primera vez a uno haciendo rondas", asegura, mientras apunta a la garita principal. Uno de sus compañeros agrega: "Trabajo hace mucho tiempo acá y la puerta del SAG ha estado toda la mañana abierta. Hay poco control y los autos llegan y pasan", dice.

Sin embargo, no ocurre lo mismo en el acceso por donde escaparon los delincuentes. El acceso ubicado en el sector noreste, que une con calle Camino a Lampa, se encuentra cerrado con cadenas y candados. Por ese lugar se consumó la huida de la banda, tras menos de 10 minutos de operación. A diferencia del 12 de agosto, ahora camionetas pasan vigilando el sitio. Algunos funcionarios toman fotos y medidas para mejorar la seguridad del perímetro.

En tanto, a casi tres kilómetros de distancia, donde se encontró la van abandonada, las autoridades bloquearon el acceso peatonal con rocas y la excavación de una fosa en el sitio eriazo donde la policía aún busca evidencias del robo más grande de la historia.

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