Los fantasmas siguen aquejando a Colo Colo

El equipo de Héctor Tapia llegó desgastado al partido, por el caso Barroso y el divorcio con dirigentes.




Wanderers fue uno de los rivales de Colo Colo en el estadio porteño. Uno de varios, que le supo ganar al final del partido. Porque los verdugos, los que dejaron a los albos sin corona, no sólo fueron los goles verdes y azules, en el Nacional; fue el propio ambiente en el Cacique el que los dejó terceros en la tabla del torneo.

Fue mala idea en Macul el silencio hacia los medios, que vino después de otro desatino: las palabras de Julio Barroso, quien propuso que nada era transparente en el torneo nacional.

Tampoco tuvo suerte Héctor Tapia, pues las lesiones lo aproblemaron. Colo Colo es uno con Esteban Paredes y otro, sin el delantero.

Encima, no hubo mancomunidad entre los de corto y la dirigencia en los últimos días. El plantel estaba muy molesto porque justo antes de que se anunciara el castigo a Barroso, Arturo Salah y Juan Gutiérrez se fueron a Asunción al sorteo de la Copa Libertadores. Tuvieron una reunión fuerte con los regentes el martes, al conocerse la pena al argentino.

No es el primer encontrón. Ya estaban todos distanciados, porque en el plantel se sentían solos en esta persecución que decían estar sufriendo.

Ayer en el Puerto se vio un equipo muy descontrolado, alegando demasiado. Cuatro amarillas en la primera media hora lo refleja. Un cuadro exaltado, que se preocupó más de reclamar contra el árbitro que de mostrar el juego que venían haciendo, es una clara muestras de que estaban desenfocados del objetivo principal, como viviendo otro asunto.

Parece que en el camarín se habló mas de los problemas que de vencer a los caturros.

Tanto, que durante el partido se dio un fuerte y curioso diálogo entre Gastón Cellerino y Héctor Tapia. El wanderino le pedía que  parara de llorar y el DT albo le respondía.

Consumada la derrota, los jugadores albos se demoraron una eternidad en salir del camarín. Lo peor es que se esperaba que alguien diera la cara, pero la mayoría se fue en silencio o sin dar la posibilidad de entrar en mayores explicaciones.

Muchos se fueron en sus propios autos, entre la multitud, que le gritaba hacia adentro de los autos lo mismo que desde la tribuna enla cancha: "Basta de llorar".

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