Miami literario

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Cada cierto tiempo la ciudad playera, fiestera y latina de Estados Unidos se reinventa. En la última década se ha convertido en un epicentro del arte, y ahora la escena de los libros intenta no quedarse atrás.




La idea parecía demasiado ideal: ¿cinco días y cuatro noches en un hotel –en pleno South Beach, Miami– sólo para escribir?, ¿y todo, además, sin ningún costo? Si bien no era la primera vez que participaba en una residencia para escritores (las cuales son en sitios más bien silvestres, ojalá en cabañas sin wifi ni señal telefónica), sí era la primera en que las condiciones parecían tan, digamos, poco literarias. Porque para muchos, a primeras, Miami parece un destino turístico en el sentido más cliché de la palabra: una ciudad playera, un poco frívola, con olor a Hawaiian Tropic y completamente fiestera. Es cosa de repasar las cifras: acá viven un poco más de dos millones y medio de personas, pero la masa turística es de casi quince al año. Aunque también es cierto que la idea de esta como una ciudad exclusivamente playera no le hace total justicia al nuevo Miami.

The Betsy Hotel, ubicado en pleno South Beach, al lado de las palmeras y bares donde uno puede masticar tostones con queso derretido y tomar frozen margaritas, es parte de esa nueva cara. Este es un hotel de cinco estrellas y con mucho énfasis en el diseño y que ofrece esta residencia para escritores, la cual, según su sitio web, busca "fomentar la comunidad artística y cultural de Miami mientras ofrece una experiencia de hotel de lujo".

Así, un martes temprano por la mañana aterrizo en una ciudad donde tal vez poca gente va, en rigor, a escribir y a leer: Miami. De ahí sigo al área que más se parece a una postal turística: South Beach, esa con mar turquesa y palmeras, bikinis, pectorales y arena blanca.

Me llevan a la Writer's Room (la 119). Por esta habitación han pasado más de 500 poetas, novelistas, dramaturgos y guionistas. Desempaco, saco mi computador, apago el wifi y me pongo a escribir. La pieza parece sacada de revista de papel cuché. Todo es blanco, limpio y no huele a bloqueador con aroma a coco, sino a eucaliptus. Al principio las condiciones son demasiado buenas: la habitación es insonorizada y tiene un enorme escritorio de nogal que perteneció al poeta y premio Pulitzer Hyam Plutzik, quien fuera padre el dueño del hotel. También hay estantes con libros y revistas; algunos títulos, de hecho, son de otros escritores que han pasado por acá, como la autora haitiana-americana Edwidge Danticat, quien vive en Miami.

El primer día se me va puertas adentro, apenas pensando que allá afuera hay playa y sol. Mi plan no es ir a broncearme. O salir de bares. O de compras. Pero a eso de las cinco de la tarde ya es hora de empezar a recorrer un poco la ciudad y ya que justamente estoy en una residencia para escritores, decido buscar la cara literaria de Miami: librerías independientes o las que vendan títulos sólo en español; así como cafés donde la gente se refugie de la cultura playera con un libro; y también conversar con algunos autores que viven y escriben en esta ciudad, la cual no por nada tiene la feria del libro más grande de Estados Unidos.

Antes que anochezca

El Lincoln Road Mall es una calle peatonal que funciona como un centro comercial. Desde el 2011 se encuentra inscrito en el Registro Nacional de Lugares Históricos. Y se nota: alrededor hay muchos edificios que parecen de los años 50 y arquitectura art déco en tonos pastel como celeste, rosa y salmón. Parece el clásico paseo peatonal americano con las tiendas de siempre (H&M, Forever 21, Urban Outfitters), sino fuera por una excepción: The Cafe at Books and Books.

Books and Books debe ser la mejor librería independiente de Miami. Data de 1982. Y actualmente cuenta con tres sedes, además de dos próximas locaciones en barrios suburbiales, una muestra del buen momento por el que pasa la literatura en Miami. En la de Lincoln Road Mall, a pocos minutos a pie desde South Beach, decido pasar una de mis tardes. Busco algunos de los libros sobre esta ciudad que otros amigos escritores y periodistas me han recomendado, así como también una copia de Antes que anochezca de Reinaldo Arenas, quien llegó a Miami luego de escapar de Cuba (durante el éxodo del Mariel en 1980). Nunca la trató con mucho cariño: "En Miami el sentido práctico, la avidez por el dinero y el miedo a morirse de hambre han sustituido a la vida y, sobre todo, al placer, a la aventura, a la irreverencia".

Es cierto que en sitios como Lincoln Road Mall no hay ni mucha irreverencia y bastante avidez por gastar dólares, pero The Cafe at Books and Books es un buen oasis donde refugiarse de todo eso. Si bien la librería es un poco chica, su selección supera el género de libros-para-la-playa. Sin embargo, lo que destaca principalmente de este lugar es que combina dos elementos de este nuevo Miami: lo cultural y lo culinario. Todo lo que se sirve en The Cafe at Books and Books es orgánico. Y tiene un chef, Allen Susse, especialmente encargado del menú, que además está a precios más accesibles que el de la mayoría de los demás restaurantes en Lincoln Road Mall. Y es menos pretencioso. O por lo menos no hay parlantes que vomitan música electrónica (Diplo, Skrillex), ni gente tomando tragos mezclados con Red Bull justo antes que anochezca y comience la fiesta.

Un mesero cubano, pero "nacido y malcriado en Miami", me recomienda probar el ratatuille con plátanos fritos o el pan con lechón y yuca frita. Y me dice que todos los días tienen un menú para almorzar a siete dólares. A nuestro alrededor la gente pasa con bolsas llenas de compras. Algunos todavía tienen los trajes de baño húmedo, o las piernas con arena mojada, y manchas de protector solar en la espalda.

Ciudad en mutación

Para muchos todo comenzó con la llegada en 2002 del Art Basel, la feria de arte suiza que prácticamente reúne a todo el mundo artístico en Miami (este año será entre el 7 al 10 de diciembre). Fue la primera señal de que esta ciudad comenzaba una nueva etapa en la que el arte ha sido clave.

"Miami se reinventa cada 15 años", me dice Gastón Virkel, una de las cabezas tras la revista digital Suburbano, la cual lleva un tiempo siguiéndole el pulso a la escena literaria en esta ciudad. Ahí se publican entrevistas a autores locales, así como también se editan libros en su sello de ebooks y papel. "Esta última reinvención tiene que ver con el arte por varias razones, entre ellas el éxodo latinoamericano de perfil socioeconómico educativo más alto, el crecimiento exponencial del Art Week (a partir de Art Basel), la obsesión por los Landmarks arquitectónicos, la cantidad de festivales de cine que hay durante todo el año... la literatura está peleando por subirse a ese barco", dice.

Hoy Miami tiene una escena de museos ya consolidada (otro buen panorama no-playero es visitar el Perez Art Museum, The Institute of Contemporary Art o algunas de las tantas galerías en el colorido barrio Wynwood) y sectores que muestran otras facetas, como algunas partes de la Pequeña Habana y Little Haití, ambos alguna vez conocidos por ser enclaves para exiliados e inmigrantes, que de a poco son colonizados por jóvenes artistas y profesionales con barbas y camisas hawaianas.

"Es una ciudad muy joven que ha ido mutando", me dice Hernán Vera Álvarez, escritor argentino que vivió ocho años como un ilegal y trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas, en la construcción. Su labor como periodista bien puede ejemplificar lo flexible que es el campo cultural en Miami: ha entrevistado a Adolfo Bioy Casares, Carlos Santana, Ingrid Betancourt, Maná y Gustavo Cerati, entre otros. "Del brillo del Rat Pack en los hoteles cinco estrellas de Miami Beach –época donde los afroamericanos no podían bañarse en sus playas, sólo trabajar en sus restaurantes y hoteles–, a los años en que los jubilados venían para envejecer; cuando llegaron los exiliados del Mariel y se mezclaron con la comunidad gay que disfrutaba de sus discos, hasta el glamour de los noventa con Gianni Versace y MTV latino; a un 2000 donde la ciudad se ha vuelto carísima tras la llegada de la clase media y alta proveniente de Argentina, México, Venezuela y Colombia, que escapa de los vaivenes económicos, y los europeos (sobre todo españoles e italianos) en busca de una nueva vida debido a la crisis. Miami cambia rápidamente".

Cae la noche tropical

Puede que la mayoría de sus habitantes sean latinos. Pero aún así vale recordar que Miami queda en Estados Unidos. Y por lo tanto es una ciudad pensada para andar sobre cuatro ruedas. Se puede caminar por los barrios (como sucede en South Beach, partes de la Pequeña Habana, Little Haití), pero si uno quiere ir de uno a otro lo mejor es manejar.

O confiar en Uber.

Así visito algunas librerías que sólo venden libros en español, como Revistas & Periódicos Librería Colombiana, la cual además de novelas en castellano tiene diarios de varios países de América Latina y una divertidísima selección de títulos sobre ocultismo, New Age, cientología y teorías de conspiración. Visito otras librerías de segunda mano: Dunbar's Old Books y Kendall Book Exchange. En todas hay muchos libros raros o usados. Varios, se nota, fueron dejados por turistas, ya que algunos aún tienen arena o boletas de compras hechas en Lincoln Road Mall.

Mi última tarde le doy una oportunidad al transporte público. Mi plan es llegar desde South Beach hasta Coral Gables. Así es como me subo al bus 150 y luego espero en medio de una carretera con palmeras, no muy lejos del aeropuerto, el 42. Pasan diez, veinte, treinta minutos. A lo lejos se ven unas nubes grises. Estoy a punto de llamar a un Uber cuando pasa un bus limpio y lleno de pasajeros, casi todos latinos. El tráfico de Miami es de muerte: me demoro hora y media en un viaje que –según Google Maps– debería ser de una hora. De todas maneras me sirve para conocer cómo viven los locales. La mayoría de los pasajeros son gente en sus sesenta, aunque hay muchos escolares que pasan con una facilidad encomiable desde el español al inglés (y a veces salpican las frases con términos en spanglish). Me bajo en Coral Gables, la cual, me explica un viejito cubano y anticastrista, no es un barrio más, sino una ciudad en sí misma. The City of Coral Gables. Es ahí donde se encuentra Altamira, una amplia librería en español. El dueño es Carlos Souki, inmigrante venezolano, quien tuvo una famosa tienda de discos en Caracas. Si bien en cuanto a diseño Altamira Libros es funcional, el catálogo es bien surtido (más de 12 mil libros de 480 editoriales) y uno encuentra desde biografías de Pablo Escobar hasta novelitas de César Aira o varios libros de Jaime Bayly, quien vive en Miami hace un tiempo y tiene un programa de entrevistas a autores latinoamericanos.

A pocas cuadras de ahí, en esta área que parece una suerte de Providencia con palmeras y arquitectura colonial española, está la casa central de Books and Books. Esta es grande, con varios espacios y anaqueles repletos de libros, incluyendo una sala infantil y juvenil. Es uno de los puntos importantes de la escena literaria en Miami: en los próximos días habrá presentaciones de escritores tan diversos como Art Garfunkel, John Green, Edmundo Paz Soldán y autores de autoayuda y de negocios. También se reúnen diversos clubes de lectura (en inglés, español y hasta francés). Y es una de las principales colaboradoras con la Feria Internacional del Libro de Miami, la fiesta literaria más grande de Estados Unidos; un híbrido cultural donde se juntan premios Nobel o Pulitzer, estrellas de la música latina, autores de bestsellers y escritores desconocidos y rostros de televisión.

Books and Books es perfecta para hacer una pausa de la arena y el sol. O, en mi caso, de la lluvia tropical que por más de una hora acompaña mi última tarde en Miami. Me refugio en la parte trasera de la librería, donde hay un restaurante. Pido un cortadito cubano y cuchareo un flan de queso crema y coco mientras a mi alrededor se van llenando las mesas. La mayoría son turistas americanos o latinos/americanos o latinos que se sientan con libros a tomar café o cerveza. Casi nadie habla. Por un segundo tengo la sensación de estar en una biblioteca y no en Miami. En cosa de minutos deja de llover, desaparecen las nubes y comienza a pegar un sol húmedo e insoportable, justo antes de que caiga la noche tropical. Pero a mi alrededor nadie pide la cuenta. Todos siguen inmersos en sus libros. Al igual que ellos, en vez de volver a South Beach decido quedarme un rato más. Tal vez hasta que cierren la librería. T

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