Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, de esclavas del EI a símbolo de resistencia

Nadia Murad Basee Taha
Foto: REUTERS.

Secuestradas, vendidas y revendidas como esclavas sexuales. La historia de dos hermanas que hoy fueron premiadas con el Sájarov de la Libertad de Conciencia.




El 3 de agosto de 2014, el Estado Islámico (EI) forzó a la esclavitud sexual a todas las mujeres y niños de Sinyar, localidad iraquí cercana a la frontera Siria, un genocidio del que fueron víctimas Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, premiadas hoy con el Sájarov a la Libertad de Conciencia.

Lamiya, Nadia y sus hermanas fueron secuestradas, vendidas y revendidas en varias ocasiones como esclavas sexuales.

Gracias a los vecinos, que la ayudaron a salir con discreción de la zona controlada por los terroristas, Nadia Murad, que tenía entonces 21 años, logró escapar en noviembre de 2014 a un campo de refugiados en Irak y trasladarse posteriormente a Alemania, donde reside.

Un año más tarde, el pasado 16 de diciembre, contó su experiencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, que la nombró embajadora de buena voluntad para la dignidad de los supervivientes a la trata de personas.

"Mi religión es una de las más antiguas del mundo, pero hoy está amenazada con extinguirse", relató Murad, quien contó en su discurso cómo, en agosto de 2014, los yihadistas, cuyo objetivo era "exterminar" a los yazidíes por considerarles "infieles", les trasladaron a la escuela del pueblo, y separaron a los hombres y a las mujeres.

Durante la masacre, Nadia perdió a seis de sus hermanos y a su madre, que fue asesinada junto con otras 80 mujeres de su edad, a las que los terroristas no otorgaban ningún valor sexual.

"Cogieron a todos los hombres y les mataron. Seis de mis hermanos fueron asesinados, tres sobrevivieron (...); cumplían un plan escrupulosamente organizado que formaba parte de una ideología de guerra, de su ideología", explicaba entonces.

Posteriormente, fue trasladada junto a cientos de mujeres a Mosul, y una vez allí, "las mujeres eran intercambiadas como un botín de guerra, como si fueran regalos".

El hombre que la llevó le pidió que cambiara de religión, la obligó a casarse con él, y la torturó y violó cada día durante tres meses, hasta que logró escapar a Alemania.

"Mientras el Daesh (acrónimo en árabe del Estado Islámico) exista, la inmigración es la única opción para los yazidíes", se lamentó.

Por su parte, Lamiya, cuando contaba solo con 16 años, fue también vendida hasta en cinco ocasiones y forzada por los combatientes islámicos a fabricar bombas y cinturones de explosivos en Mosul, tras la ejecución de sus hermanos y su padre.

Logró escapar gracias a traficantes locales pagados por su familia; al acercarse a la frontera kurda, una mina antipersona le robó la vista, pero logró también escapar a Alemania, donde fue tratada y pudo reunirse con sus hermanos.

Desde entonces, lidera un movimiento para dar a conocer la situación de su comunidad y ayudar a las mujeres y niños que han sido víctimas de las atrocidades del EI.

"Estas dos mujeres son un símbolo de que no hay que tener miedo al terrorismo. Hay que protegerse con los medios necesarios, y luchar contra la estrategia de intimidar de los yihadistas", afirmó el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, tras dar a conocer a las ganadoras del premio, que se entregará en una ceremonia en Estrasburgo el 14 de diciembre.

El premio Sájajov es una distinción que concede la Eurocámara desde 1988 a personas y organizaciones que defiendan los derechos humanos y las libertades fundamentales.

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