Religiosas de Pelluhue albergan cuerpos de víctimas y organizan ayuda

Dos monjas en misión en el balneario de la costa de Cauquenes fueron las encargadas de cobijar en una iglesia los cuerpos que se encontraron en la playa. Ahora coordinan la entrega de ropa y calzado para los habitantes de la localidad que lo perdieron todo. <br>




En medio de kilos de vestimentas donadas para los damnificados del tsunami que se acumulan en la capilla de Santa Teresita del Niño Jesús, en Pelluhue, la hermana Beatriz Prusanidis se toma un tiempo para descansar en un rincón. En enero se radicó en el poblado, junto a la hermana Pamela Maluenda, de la congregación de las Hermanitas de la Paz, luego de que el obispo de Linares les encargara la misión en el lugar, sin pensar que dos meses más tarde serían las encargadas de organizar la ayuda para los pobladores afectados en esa localidad del Maule, devastada por el tsunami.

"Yo tengo experiencia en terremotos, porque me tocó el de Antofagasta y estudié tres años geografía. Estábamos detrás de la capilla (donde viven en una casa de madera), me tiré debajo de la cama, me vestí y les gritamos a todos que salieran y escaparan por las vías de escape señalizadas en algunas calles", cuenta. "Ahí esperamos y fuimos al cerro, donde vimos todo por la luna llena. Vimos cómo comenzó a acercarse una masa de agua oscura del porte de toda la costa, fueron dos en total", dice la hermana Prusanidis a La Tercera.

Recuerda que, al amanecer, decidió bajar a ver "con mis propios ojos" el desastre: "Todo estaba desolado". En un principio, no se sabía dónde se iban a dejar los cuerpos, por lo que les solicitaron utilizar la capilla para almacenarlos.

"Tuvimos tres cuerpos en la capilla durante esta semana. Uno era un coronel de Carabineros, otro un lugareño y el último era una persona que no pudo ser identificada y fue trasladada al hospital de Chanco", cuenta la religiosa. "Esas cosas son terribles, ver una persona con el cráneo destrozado es difícil de olvidar, porque es triste que un ser humano termine de esa manera", agrega.

DONACIONES
El jueves, la capilla estaba repleta de pobladores que elegían qué ropa se llevarían entre las poleras, zapatos, chalecos y pantalones donados. Casi todos tenían sus casas en la costa, las que fueron borradas del mapa por el agua. Incluso, recuerda uno de ellos, sólo quedan dos luminarias del estadio donde los domingos jugaban al fútbol.

La entrega es caótica y ambas hermanas corren de un lado para otro para coordinar la entrega con la junta de vecinos. Otro de los colaboradores en la entrega de ayuda es el dirigente Sergio van Rysselberghe, primo de la alcadesa de Concepcion y presidente de la junta de vecinos de Pueblo Hundido: "La distribución ha sido caótica en un comienzo, porque llegó todo de golpe. Ahora tenemos que hacer un catastro para determinar donde están los más afectados".

Al atardecer, las dos religiosas se reúnen con los militares que protegen la capilla y les ofrecen café. Un respiro, antes de volver a la capilla a organizar la ayuda.

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