Sexo, drogas y dinero: Scorsese presenta El Lobo de Wall Street

El jueves se estrena el nuevo filme del director de Taxi driver. Frenética y delirante, retrata los excesos de un corredor de Bolsa.




Para críticos de cine y cinéfilos aplicados, una nueva película de Martin Scorsese es un pequeño acontecimiento. Se trate de un viaje por los infiernos, de un drama de época o de una biopic más grande que la vida, el ambiente antes de cada estreno de Scorsese tiene algo de notición de la temporada.

En el caso de El lobo de Wall Street, la ansiedad era mayor: tras un pastiche policial retorcido (La isla siniestra, 2010) y un tributo "familiar" a la técnica y la magia del cine (La invención de Hugo Cabret, 2011), el más reverenciado de los cineastas del Nuevo Hollywood termina concretando un proyecto signado por el frenesí. Con una película desmadrada, delirante e instalada en territorio adulto (en su país de origen está calificada R, categoría previa a la "X" de antaño).

Es la primera vez que el director de Toro salvaje se va a meter al distrito financiero. Nuevamente en tándem con Leonardo DiCaprio (ver recuadro), el filme no dista tanto de ejercicios como Casino (1995), en el sentido de disociar a sus protagónicos, de disociar el propio relato tiñéndolo de exceso, adicción, oscuridad, cinismo y energía. Mucha energía. Mucha cocaína, mucha piel, mucho sexo.

DiCaprio encarna al stockbroker Jordan Belfort, tipo que de estar en el suelo llegó a convertirse, a los 26 años, en multimillonario, y una década más tarde figuraba preso y debiendo pagar US$ 110 millones a sus estafados. Un tipo emocionalmente inestable, violento, cínico y permanentemente drogado por químicos que consume como si no hubiera un mañana. No es precisamente un héroe; más bien lo contrario. Y ése también ha sido territorio scorsesiano, al menos desde Taxi driver (1976).

La película se ganó un par de nominaciones al Globo de Oro, "suena" con más fuerza para el Oscar, y figura en varios Top 5 y Top 10 de la prensa especializada. No era lo que la mayoría de la crítica esperaba o con lo que fantaseaba. Es otra cosa, y puede uno preguntarse si lo de "comedia negra" en el afiche fue una manera de vender una película que dura tres horas y se ajusta a una variedad de pautas narrativas clásicas, pero al mismo tiempo irrumpe con lo imprevisto, con lo impensado, con lo desatado. "La película no es suelta ni desestructurada en cuanto al guión, pero tiene que dar la sensación de estar fluyendo", dice Scorsese. "Debía cuidar que las escenas se sintieran como si estuvieran pasando en el momento y que la energía de la película te sostuviera a través de ella".

EL GURU
Que un nativo del Bronx con tantas inhabilidades sociales, laxitud moral y poder de persuasión como Jordan Belfort (1962) haya llegado a la cima del mundo tiene algo de cómico, de trágico y de absurdo. Algo que no se le pasó a DiCaprio al comprar los derechos de un bestseller que Belfort publicó en 2005. Tampoco al guionista contratado para la adaptación, Terence Winter, libretista de Los Soprano, que en los 80 trabajó con Merrill Lynch: de ahí salió una entrada al espacio íntimo del mundo financiero, que también es un reporte de sus miserias y sinsentidos y de una racionalidad que deviene culto: ganar a cualquier precio.

Consumido por sus ambiciones y ebrio de codicia, Belfort se dedicó a engañar a miles de estadounidenses -al comienzo pobres, después ya no- y conoció una riqueza desbordada. Y vino la desmesura: un yate elefantiásico como regalo de cumpleaños para su segunda suegra, tomateras/orgías en su lugar de trabajo y la completa convicción de que todo puede venderse. Hasta la propia madre, si la ocasión así lo dispone.

"Nunca había leído un reporte de algo tan vergonzoso en mi vida", comenta DiCaprio, sobre un tipo que dejaba propinas de 20 mil dólares en restoranes y que podía ganar US$ 15 millones en media jornada. Para Scorsese, en tanto, el protagonista es "un tipo brillante en un mundo totalmente desprovisto de moral. Se hizo atrapar cuando muchos otros consiguieron zafar".

Coinciden actor, guionista y director en que la codicia es el combustible y el motor de un antihéroe que no necesariamente ha de enseñarle algo al mundo de las finanzas ni a los sujetos de la política que vayan al cine. "Jordan es alguien que lleva una vida para nada ejemplar y era, en cierto modo, bastante innoble", dice Scorsese. "No porque quisiera lastimar a nadie, sino porque esto es lo que él aprende del mundo que lo rodea. Es algo que siempre me atrajo: gente como Jordan o Jake LaMotta (Toro salvaje) o el personaje de Joe Pesci en Buenos muchachos. (...) No siento que sea diferente. Somos nosotros. Somos tú y yo, y si hemos nacido bajo diferentes circunstancias, tal vez nos hemos irritado al cometer los mismos errores".

Tampoco cree el cineasta que por internar al espectador en los meandros de la historia, haya acá alguna lección con mayúscula. "Me sorprendió y maravilló el hecho de que las mismas cosas continúen sucediendo una y otra vez", comenta. "Hay períodos de auge financiero con una especie de euforia, donde parece que todo el mundo se va a enriquecer y que todo va a ser genial. Y luego todo se derrumba y uno toma conciencia de que sólo algunos se estaban enriqueciendo a costa de otros. Sucedió en la época dorada de fines del siglo XIX. Pasó en 1929 y en 1987 (...). Esto sucedió a finales del siglo con el estallido de las punto.com, cosa que volvió a suceder en 2008. Y pronto podría volver a pasar".

La referencia obligada, finalmente, es Wall Street. Al menos la primera parte, cruzada por una relación filial que acá no viene al caso. Y si bien se homenajea el filme de Oliver Stone (Gordon Gekko es el ídolo de Belfort), es otro tipo de película: otra moral, otra política, otra aproximación a la historia, otra construcción de personajes y, aparte de todo, un par de escenas surreales que dejarían a Fellini pidiendo agua.

A punta de interés y apañado por su nombre, que es una marca, Martin Scorsese comandó un buque de US$ 100 millones que zarpó brioso y que el jueves llega a Santiago. No deja de ser, localmente al menos, el primer acontecimiento fílmico de 2014.

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