Una familia de Newtown

Nancy Lanza es descrita como una madre promedio de un suburbio estadounidense. Su hijo menor, Adam, como el típico caso de un niño demasiado inteligente, pero inadaptado socialmente. Y el pueblo donde vivían, Newtown, parecía ser un lugar tranquilo de Estados Unidos. ¿Cómo, entonces, pueden estar todos involucrados en una tragedia como la de Sandy Hook? Fuimos a buscar la respuesta.




El silencio demoró casi una semana en regresar a calle Yogananda. Ya no se veían los reporteros ni detectives con chaquetas del FBI ni los vecinos del barrio abriendo sus puertas para hablar sobre eso de lo que todo el mundo hablaba en Newtown, Connecticut: la mujer y el niño que vivían en esa casona colonial sobre una loma.

Pero después de seis días de los balazos en Sandy Hook, de que la calle se cerrara y reabriera y de que los únicos indicios de que allí algo importante había sucedido eran una patrulla manejada por un policía que recomendaba no molestar a los vecinos, un camión satelital de CNN a la espera de nada y la huincha amarilla que cerraba el perímetro del que había sido el hogar de Nancy Lanza y su hijo Adam, las preguntas seguían siendo las mismas.

¿Qué pasaba en la casa de Yogananda número 36? ¿Cómo una casa suburbana de tres pisos, 1.200 metros cuadrados construidos sobre un terreno de 8.000 metros y tasada en US$ 700 mil, podía contener el origen de la peor matanza escolar americana?

Ese día, el jueves 20 de diciembre, los vecinos de calle Yogananda, un trazado irregular al este de Newtown, donde hay otras 33 casas, no tenían respuestas. O no quisieron darlas. Susan Rubino, que vive en el número 37, dijo que nunca conoció a los Lanza y cerró su puerta. Lo mismo Lillian Gustilo, en el 35.

Y Lisa, una abuela que vive en el 33, se excusa diciendo que llegó al barrio en julio. Que nunca vio a Nancy ni a su hijo. "Pero leí que les gustaba ir a la pizzería My Place. Eso salía en el diario, al menos", dice, antes de volver a entrar.

En ese barrio que Nancy habitó por 14 años, sólo hay una cosa que rinde algo de atención a su memoria. Son tres ramos de flores, uno forrado en papel verde, otro rojo y el último en beige, arrojados a la entrada del sendero que lleva a su estacionamiento, justo al lado de su buzón de correo. Las flores no tienen dedicatoria ni firma, nada que explique por qué y para quién están allí.

Lo más probable es que Nancy no haya visto a la muerte venir esa mañana del 14 de diciembre. Que ni siquiera la haya escuchado, porque dormía, en su pieza, aún con el pijama puesto. Esa fue la tesis que deslizó frente a los medios el Dr. Wayne Carver II, jefe forense del estado de Connecticut.

Aunque si hubiera estado despierta, lo que las investigaciones policiales describen es que hubiera visto el siguiente cuadro: a Adam, su hijo de 20 años, apuntándole hacia la cabeza su rifle calibre .22.

Después habrían venido los disparos. Cuatro a su cabeza rubia y su vida que terminaba. Luego, el silencio.

El obituario que le dedicó el Eagle Tribune, un diario de New Hampshire, el estado vecino donde ella creció y se educó, mostraba que Nancy Jean Champion tenía 52 años. Que nació en Salem, Massachusetts, una ciudad que ganó su fama por apedrear y colgar a 28 mujeres acusadas de brujería en el siglo XVII.

Sus padres fueron Donald Champion y Dorothy Huse, que luego se separaría y volvería a casarse con Paul Hanson. También tenía dos hermanos: James, policía, y Donald. En algún minuto de su infancia sus padres fijaron residencia en Kingston, New Hampshire, un pueblo de 6.500 habitantes, donde Nancy estudió en la Sanborn Regional High School. El anuario de su clase -se graduó en 1978- dice que la llamaban "Beanie".

En ese colegio ella conoció a Peter Lanza, que antes había vivido en Haverhill, Massachusetts y Plaistow, New Hampshire. Todas las notas de prensa publicadas en Estados Unidos y que hablan de su relación, cuentan que fueron novios desde entonces.

Antes de que se casaran, el 6 de junio de 1981, Nancy estudió en la Universidad de New Hampshire y luego trabajó en la división de Nuevas Cuentas de la compañía aseguradora John Hancock, ubicada en Boston, hasta 1992. Año en que nace su hijo Adam.

Los Lanza Champion vivieron en Kingston, en una casa que estaba dentro de un terreno familiar de 24.300 metros cuadrados, a menos de dos kilómetros del centro del pueblo. En su perfil de LinkedIn, Peter Lanza detalla que es director y vicepresidente de impuestos de Servicios Financieros de la General Electric y trabaja en Nueva York.

Dice también que ha sido profesor adjunto de la Northeastern University de Boston, desde 1995, y que ha hecho clases sobre impuestos en la Universidad de Fairfield, en Connecticut. Vecinos de Kingston contaron que durante buena parte de su vida en el pueblo, del que se fueron en 1998, Nancy se quedaba en la casa cuidando a sus dos hijos: Ryan (1988) y Adam (1992).

Después de 17 años de matrimonio, Nancy y Peter se fueron a vivir a tres horas de ese pueblo, a Newtown. Once años más tarde, se divorciaron. Todo terminó en septiembre de 2009, con un acuerdo aprobado por el juez Stanley Novak. Los motivos, adujeron las partes, fueron "diferencias irreconciliables".

El trato al que llegaron fue que Peter le dejaría la casa en Newtown, pagaría la universidad de ambos hijos, le compraría un auto a Adam y le pagaría una pensión anual a su ex esposa, que en 2012 ya era de US$ 289.800.

El pago se extendería hasta 2023. Según la agencia AP, al momento del divorcio, Peter Lanza ganaba US$ 444.912 al año. Paula Levy, mediadora durante el divorcio y que trabajó con la pareja durante 10 sesiones, le dijo al canal CBS que la principal preocupación de Peter fue que Nancy tuviera todo para cuidar de Adam, que sufría de Asperger. Al momento del divorcio, Ryan estudiaba en la Universidad de Quinnipiac y el menor de sus hijos era la única preocupación del matrimonio. Según contó la cuñada de Lanza, fuera de su casa en Illinois, "Peter le dijo a Nancy que no tendría que trabajar otro día en su vida".

La pizzería My Place queda en la calle Queen, cerca del centro de Sandy Hook. Es un edificio de ladrillos rojos, que queda al lado de un Bank of America. El lugar es administrado por la familia Tambascio y lleva 32 años funcionando.

Por dentro se ve como todos los bares deportivos estadounidenses: el espacio es dominado por una barra de madera, con sillas a su alrededor. En la muralla, una televisión transmite partidos de todo y las paredes están decoradas con artículos relacionados al béisbol.

Hay afiches, fotos antiguas, banderines y los baños no están identificados con las señas hombre/mujer, sino que por Yankees y Red Soxs, los equipos de Nueva York y Boston, además de los más clásicos rivales de la Major League Baseball.

Quizás por eso es que Nancy encontró un segundo hogar allí. Porque en el My Place podía ser la hincha de los Red Soxs que siempre había sido y podía beber de una oferta de 36 cervezas provenientes de países como Alemania, Bélgica, Inglaterra y, obviamente, Estados Unidos.

Hoy, Mark Tambascio dice que no quiere hablar de Nancy. Pero días antes sí lo hizo y contó que ella iba a su restobar un par de veces a la semana, que nunca hablaba mucho sobre su hijo Adam, que a veces pagaba la cuenta de extraños, si no tenían cómo pagar, y que una vez ella le dio boletos a él y a su hermano para un partido de los Red Soxs en Boston. "Y no aceptó que le pagáramos de vuelta", dijo.

La relación de Nancy con My Place era tal, que su otro hijo, Ryan, trabajó ahí durante dos años como garzón.

Los otros registros de ella en el pueblo, según los medios locales, son que participaba de acciones de caridad en hogares de ancianos, los picnics tradicionales del Día del Trabajo y que, periódicamente, se reunía con otras mujeres a jugar bunco, un juego de dados.

El detalle es que Nancy nunca prestaba su casa para ello. Rhonda Cullens, una vecina y parte del grupo de bunco, le dijo a The New York Times, "rotábamos de casa en casa. Pero no tengo ningún recuerdo de que hayamos jugado en la casa de Nancy".

La misma Cullens agregó que las conversaciones giraban en torno a la mantención de su casa. Porque Nancy muchas veces se preguntaba si valía la pena dedicarle tanto tiempo a la apariencia de un hogar que, por estar sobre una pequeña loma, difícilmente se veía desde la calle.

El que la ayudaba con eso era el jardinero Dan Holmes, a quien nunca dejó entrar a la casa, pues le pagaba en el patio o por una puerta lateral. Holmes contó a la prensa que nunca pudo ver a Adam y que, una vez, Nancy le mostró, con orgullo, un rifle. También dijo que ella le contó que "visitaba campos de tiros con sus hijos frecuentemente", y que le gustaba "la perseverancia que requería disparar".

Nancy, según dijo a la prensa Mark Tambascio, era una republicana inscrita, que había comenzado su afición por las armas hace no más de tres años. Russell Hanoman, quien dijo ser amigo de ella, le contó a la NBC que "Nancy me dijo que estaba iniciando a Adam en las armas como una forma de enseñarle responsabilidad. Las armas requieren mucho respeto y ella realmente trató de inculcárselo".

De acuerdo con la información que entrega el diario Hartford Courant, Nancy tenía al menos cinco armas: una pistola Glock (comprada en enero de 2012), una Sig Sauer (marzo de 2011), un rifle calibre .22, un rifle semiautomático Bushmaster .223 (marzo 2010) y una escopeta.

Al menos la Bushmaster, que fue el arma usada en la escuela de Sandy Hook, fue comprada en una tienda de East Windsor, un pueblo a una hora de Newtown. La policía ha dicho que desde hace seis meses que ni ella ni su hijo se aparecían por clubes de tiro.

Aunque eso podría no decirlo todo. Según un artículo del New York Times, es normal que haya prácticas de tiro ilegal en los bosques de las afueras de Newtown.

En algún minuto alrededor de las 9.15, Adam Lanza tiene que haber salido de su casa en calle Yogananda, vestido de negro, con un chaleco militar verde olivo lleno de bolsillos. Tiene que haber subido -según información del Hartford Courant- la Glock, la SIG Sauer, el Bushmaster .223, al Honda Civic negro de su madre.

También tiene que haber metido la escopeta en la maleta y después haber manejado los ocho kilómetros que lo separaban de Sandy Hook Elementary School. Ahí entró baleando la puerta de cristal, cerca de las 9.30, y fusilando a la rectora y a la siquiatra escolar que salieron a ver qué pasaba.

Después entró al primero básico de Lauren Rousseau, una profesora reemplazante, matándola a ella, a la asistente Rachel D'Avino y a 14 niños. Luego, se devolvió hasta la sala que dirigía Victoria Soto. La asesinó por la espalda junto a seis de sus alumnos, de entre seis y siete años. Cuando Lanza escuchó las sirenas de la policía apretó el gatillo una última vez contra su cabeza.

Todo ese arsenal era guardado por su madre en el sótano de la casa, en estuches cerrados con llave. En ese mismo sótano estaba una suerte de segundo dormitorio que mantenía Adam, donde guardaba su computador y varios videojuegos.

Los ex compañeros de colegio que describieron a Adam para los medios lo hicieron con la misma imagen: la del niño tímido, callado, demasiado inteligente, aficionado a las computadoras, que vestía camisas varias tallas más grandes, pantalón caqui y que siempre andaba con su maletín. En ese maletín, Adam guardaba su computador. Y cuando caminaba por los pasillos y alguien se le acercaba, él hacia fuerza contra el muro para evitar cualquier contacto.

Rebecca Jaroszewski le dijo al Courant que cuando fue compañera de Lanza en tercero básico, en Sandy Hook Elementary, él siempre estaba solo y hacía sonidos animalescos en la sala. "Eso lo hacía seguido. Parecía estar realmente enojado", contó.

Se sabe también que asistió a la escuela Reed Intermediate en sexto básico, pues aparece en el anuario de 2003. Y en el 2005 aparece en el anuario de la Newtown Middle School, como alumno de séptimo.

Sin foto, por supuesto. No hay registros de que haya cursado octavo básico en el mismo establecimiento. Su nombre vuelve a aparecer en 2008, como estudiante de segundo medio en Newtown High School. Marsha Lanza, su tía, dijo que Nancy lo educó en la casa durante algunos años.

Adam sufría del síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que dificulta la interacción social y la comunicación, sin retraso en el lenguaje. Cuando él sufría ciertas crisis en el colegio, su madre iba a buscarlo. Era la única que podía calmarlo.

Cada seis semanas, Adam iba con Nancy a cortarse el pelo a una peluquería de Sandy Hook. El proceso duraba media hora y Adam nunca les hablaba a los estilistas. Uno de ellos, Bob Skuba, dijo a varios medios: "Yo le decía 'Adam, vamos'. Y no se movía. Su madre tenía que decirle 'Adam, vamos, el caballero está listo', para que se moviera. Era como si yo fuera invisible".

El único espacio conocido que tuvo, donde pudo acercarse a compañeros, fue el Club Tecnológico del Newtown High School. Richard Novia, que lo dirigía y, además, fue jefe de seguridad del colegio hasta 2008, le dijo a la agencia AP: "A veces, Adam podía abstraerse completamente de lo que fuera que estuviera haciendo. Ya fuera estar sentado en clases o leyendo un libro. No era algo que hiciera por rebeldía o en actitud desafiante. Era apartamiento".

Por eso, el establecimiento destinó una sicóloga para que trabajara con Adam, cuando tenía 15 años. Novia agregó que "él no representaba una amenaza para nadie. Estábamos preocupados de que él fuera la víctima y pudiera hacerse daño a sí mismo". También temían que sus compañeros le hicieran bullying, algo que nadie ha reportado a la fecha.

En alguna época anterior, Adam trató de jugar beisbol en el colegio. El deporte favorito de la madre. Pero su cuerpo, de 1.78 metros y 50 kilos, no era suficientemente fuerte. Según los registros de Newtown, Adam tenía licencia para conducir. La obtuvo en julio de 2010.

En su carné se le describe como un tipo de ojos azules y que no era donador de órganos. Alrededor de 2010, también es la última época en que ve a su hermano Ryan, que trabaja como contador en la oficina de Times Square de Ernst &Young, pero que vive en Hoboken, Nueva Jersey. Ese año también corta relaciones con Peter, su padre, que se fue a vivir a Stamford, Connecticut, y se casó con Shelley Cudiner, una bibliotecaria de la universidad estatal.

Mientras todo eso sucedía, Nancy, la única persona que podía entenderlo, se enteraba de que ella sufría esclerosis múltiple. Por eso, según el Daily Mail, durante 2012 viajó por Boston, Nueva York, Maine, Toronto, Londres, San Francisco, Nantucket, Charlotte y Baltimore, buscando nuevos hogares donde vivir. Nancy, de acuerdo al diario inglés, quería vender la casa de Yogananda, comprarse una más chica en otra parte y comenzar una nueva vida buscándole una universidad a Adam.

En Fox News, en tanto, Joshua Flashman, un marine y residente de Newtown, dijo que Adam se había enterado de que su madre quería encerrarlo en una institución siquiátrica. Y por eso había explotado. Flashman no reveló su fuente de información.

Sea como sea y por los motivos que le hayan hecho sentido en su cabeza, Adam Lanza mató a su madre el día después de que ella volviera de un paseo del centro invernal de Bretton Woods, según confirmó CNN.

Antes de salir, Adam destrozó su computador en el sótano a un nivel tal que los peritos informáticos jamás podrán saber qué hizo, qué jugó o con quién conversó este genio que, a pesar de su pasión por los computadores, no figura registrado en ninguna de las redes sociales.

Y eso, no entender sus motivos, es lo que a muchos preocupa en Estados Unidos.

Porque permite la tesis de que pueda existir el mal sin mayores explicaciones. Y la posibilidad de que en todos los sótanos de calles como Yogananda haya un Adam Lanza esperando.

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