Columna de Javier Vega: “¿Brotes verdes?”

AP Photo/Julia Nikhinson

"Este año veremos una caída en torno al 6% en la formación bruta de capital fijo y su ritmo futuro dependerá de las señales hacia el mundo empresarial que entregue la actual administración, el curso que tomen las reformas relevantes y las definiciones que se adopten el nuevo proceso constitucional, entre otras. Hasta el momento ninguno de esos tres frentes parece traer noticias que alienten un cambio positivo profundo en las decisiones de los inversionistas."



El PIB de Estados Unidos creció 2,9% anualizado en el cuarto trimestre, por sobre lo esperado por el mercado. La inflación de uno de los principales socios comerciales de Chile ya ha estado dando muestras de comenzar un proceso de ajuste y en diciembre anotó un alza anual de 6,5%, una desaceleración evidente en relación al 9,1% alcanzado en junio.

La economía china, por su parte, ha entregado señales menos pesimistas, de la mano del fin de la política de covid cero y la apertura progresiva de las fronteras, lo que ha alentado a los mercados y, en particular, al precio de los commodities. Las condiciones sanitarias en los próximos meses marcarán si las menores restricciones de las autoridades chinas se mantienen en el futuro, pero ya se pueden palpar algunos de los los efectos positivos provocados por la segunda economía del planeta.

Las condiciones internacionales algo más favorables han impactado en algunas variables que inciden en la actividad local. El precio del cobre se cotiza en niveles de US$4,3 la libra un salto de 30% en solo tres meses. El tipo de cambio llegó a unos $800 el dólar lo que refleja el mayor apetito por riesgo a nivel internacional -traducido en mayores flujos de capitales a las economías emergentes-, los mejores términos de intercambio para la economía chilena y los menores niveles de incertidumbre en el plano político.

¿Son estas señales suficientes para provocar un giro total en la situación local? Ni mucho menos. Las condiciones internacionales siguen siendo extremadamente frágiles y nada garantiza que economías relevantes para Chile -como la norteamericana y la europea- eviten la recesión, como parecen sugerir los datos en lo reciente. China, por su parte mantiene altas vulnerabilidades en el sector inmobiliario y en el consumo doméstico y hasta el momento la economía responde a decisiones de carácter político que han sido inciertas.

Por su parte, la inversión local requerirá de señales más profundas para retomar el crecimiento. Este año veremos una caída en torno al 6% en la formación bruta de capital fijo y su ritmo futuro dependerá de las señales hacia el mundo empresarial que entregue la actual administración, el curso que tomen las reformas relevantes y las definiciones que se adopten el nuevo proceso constitucional, entre otras. Hasta el momento ninguno de esos tres frentes parece traer noticias que alienten un cambio positivo profundo en las decisiones de los inversionistas.

A comienzos del año 2015 el ministro de Hacienda de la época anunció la llegada de los brotes verdes en la economía chilena. Su frase respondía a un cierto voluntarismo y a una sobrevaloración de datos puntuales más que a un cambio real en el ritmo de crecimiento de largo plazo. La reforma tributaria profunda y cambios en la regulación laboral de la época terminaron por impactar severamente el crecimiento chileno, el que en el trienio posterior a la frase (2015-2017) llegó a un débil 1,8%.

Un eventual panorama menos pesimista en el plano internacional -que evite una caída profunda de la economía chilena este 2023- no debe postergar la necesaria discusión sobre lo urgente que es buscar un diseño que revierta el débil crecimiento al que parece estar condenado nuestro país en los próximos años.

* El autor es economista.

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