Columna de Patricio Morales: Narco-corrupción



Atrás ha quedado la realidad de un Chile geográficamente aislado, un país cuya lejanía y fronteras parecían ser una barrera a diversas inestabilidades más notorias en el resto de Latinoamérica. El contexto migratorio del país, que ha sido puesto a una dura prueba desde la pandemia, ha comenzado a relevar el mal funcionamiento de nuestras fronteras. La migración ilegal ha desarrollado una nueva convivencia cívica en ciudades importantes como Arica, Iquique y Antofagasta. Existe una escalada en la intensidad de la violencia, nuevos actores han comenzado a desarrollar disputas para tomar el control en ciertos territorios, buscando generar espacio para el crimen organizado y el narcotráfico. Si bien esto ya existía hace años en Chile, la intensidad de la violencia, la diversidad de actores y bandas se han incrementado fuertemente.

Carteles y bandas transnacionales de origen mexicano, venezolano, colombiano e incluso de origen chino, han comenzado a desarrollar redes y logística criminal en Chile. Ya en los años noventa constatamos la presencia del círculo de Pablo Escobar en “San Carlos de Apoquindo”. Hoy 30 años después, ya sabemos de muchos más referentes criminales en nuestro país. Tal serie “Narcos” de Netflix. El “señor de los cielos”, Amado Carrillo, vio en Chile una base atractiva, o, hace pocos años, el mismísimo Cartel de Sinaloa del “Chapo Guzmán” se asentó en Iquique, montó laboratorios en Alto Hospicio y generó redes en el puerto de San Antonio en la región de Valparaíso. A la precaridad de nuestras fronteras, se suma el escaso control y fiscalización de nuestros principales puertos. Más alarmante aún, es la fragilidad institucional de Gendarmería, que pide a gritos una reforma profunda, y no tan solo la construcción de nuevas cárceles. Y finalmente, el desregulado mercado de capitales chileno, proclive al lavado de dinero, configuran un cóctel perfecto, un país atractivo para el crimen organizado y el narcotráfico.

Conmoción pública generó en nuestro país la escalada de violencia y crimen organizado que hoy vive Ecuador. La opinión pública chilena comenzó a preguntarse, ¿puede esto ocurrir en Chile? Recuerdo haber conversado con parlamentarios mexicanos que me señalaban que en los años 80 ellos pensaban que México tenía la capacidad de impedir que el narcotráfico y el crimen organizado erosionara el país. En tan solo un par de años, presenciaron la emergencia de un país subterráneo que llevaba décadas incubando el México que vemos hoy. ¿Qué cambió? Uno de los elementos centrales son la penetración del narco en el poder, donde los “narcozorrones” son solo un atisbo. El narco desarrolla un esquema de corrupción sobre el poder político que le permite potenciar su negocio criminal. Si no mejoramos nuestra institucionalidad política: municipios, partidos políticos, servicios públicos, el Parlamento o el Poder Ejecutivo, terminaremos por permitir la emergencia de esa ciudad subterránea que ascendió en México, que comienza a asomarse en Ecuador y que ya tiene varios cimientos en Chile.

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