Columna de Paula Escobar: La centroizquierda y sus laberintos

Las presidentas del PPD, Natalia Piergentili, y del Partido Socialista, Paulina Vodanovic.


La han dado por desahuciada, le han ofrecido la eutanasia, la han declarado “sorpassada”...

Pero ahí está la centroizquierda chilena: viva aún. El Socialismo Democrático, invitado inicialmente a ser parte del gobierno de Boric en segunda fila, hoy lidera carteras de la mayor importancia; integra e influye decisivamente en el Congreso (especialmente en el Senado), preside la Comisión Experta Constitucional, campea en gobernaciones (Claudio Orrego es de las figuras mejor evaluadas). Con tensiones, con reveses, claro está, pero sus canas y experiencia (hasta sus corbatas) se han puesto en valor.

Pero estas elecciones son complejas de cara a mantener esa influencia, a ampliarla y -lo más importante- a ser capaces de construir con nitidez un proyecto político con identidad propia.

En primer lugar, está el problema de que el Socialismo Democrático va a esta elección en listas separadas. Veremos si fue un error en términos electorales (los vaticinios son sombríos), pero los costos son ya evidentes en términos de proponer un proyecto político nítido y diferenciador. Que quedaran PS/PL y PPD/PR (más DC) separados fue el peor de los escenarios para SD: para diseñar una política que debiera durar décadas, ¿cómo se explica ir en listas separadas? Tampoco han podido desplegar su diferencia con Apruebo Dignidad, una que atraiga estratégicamente al electorado centroizquierdista que se volcó a votar por Boric, pero que rechazó el 4S. Se habla todos los días de las “dos almas” del oficialismo, pero eso no se ve donde debería apreciarse: en las elecciones. Para el PPD -que insistió en la lista separada hasta el fin- ha sido misión imposible: han navegado sin diferenciarse. Pero quizás esa frustración por no marcar la diferencia los ha impacientado: “Tenemos profundas diferencias con Apruebo Dignidad”, dijo este jueves en Ex Ante el secretario general del PPD, José Toro, quien recordó que el partido tiene seis senadores, ocho diputados, 19 consejeros regionales, 204 concejales y 30 alcaldes… Se refirió a la lista Unidad por Chile como la lista de la “UP”. Corrigió ipso facto, pero vaya lapsus revelador. ¿Adelanta este lapsus su desafección con el gobierno? ¿La incomodidad de apoyarlo? ¿Es un ataque preventivo en caso de que se le quiera cobrar al PPD un mal resultado al ir en dos listas? Toro revela, además, en esa entrevista, que “yo puedo estar más cerca de la derecha liberal”. Si esto lo conectamos con el episodio del video del expresidente Lagos hablando de las virtudes de Jaime Ravinet (que va en cupo Evópoli), se configura un panorama de desperfilamiento (habrá que ver qué piensan históricos PPD). Y, además, porque los denominados del “nuevo centro”, Amarillos y Demócratas, “se inclinan a la derecha”, como tituló La Segunda. La senadora Rincón apoyando a Juan Sutil es una imagen que vale más que mil palabras respecto de su nuevo domicilio político.

Con esta realidad, la pregunta es qué pasará con el PS, que accedió -con desgarro- a la petición directa del Presidente y dejó a sus socios en la otra lista. Si le va mal al PS, los cuchillos se están afilando para disputarle influencias y cargos; el PC ya notificó que hay que mirar “los equilibrios”. Habrá que ver si la elocuente gratitud por no ir con sus socios históricos -y de paso desperfilar al Socialismo Democrático- se mantendrá o se esfumará si al PS le va mal. ¿Le retribuirá el Presidente Boric al PS su lealtad? ¿Podrá ponderarse cuántos electores perdió el socialismo por ir en esa lista? Y, más allá de las lealtades y los votos, hay una pregunta política de fondo. ¿Apostará el Presidente por mantener los cuadros que le ayudarán a sacar adelante negociaciones clave para tener reforma tributaria, pensiones, Constitución, que podrían ser su legado? O se inclinará, sobre todo, si la derecha iliberal arrasa, a atrincherarse en su núcleo duro, dando por descontado que no se podrá avanzar? Si Apruebo Dignidad quiere construir una coalición más amplia con el PS y el resto del Socialismo Democrático tiene que aprender a darles su espacio, a vivir sus discrepancias desdramatizadamente también. Andar sacando cuchillos no coopera.

Por último, más allá de esta elección y de esta vorágine de devaluación y de revival, la centroizquierda también debe ser capaz de pensar en su futuro, repensar su propio proyecto progresista. Es difícil que una propuesta como el Socialismo Democrático convoque más masivamente al electorado si no define lo que es: quiénes son y cuál es su proyecto. Es un debate urgente y de fondo, especialmente cuando los riesgos de autoritarismos y populismos están a la orden del día.

Se requiere, entonces, más que nunca, la experiencia vital y política de la centroizquierda, que deberá perfilarse y proyectarse con fuerza para una encrucijada histórica.

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