Las volteretas de Marcel en la reforma tributaria

Primero se planteó un impuesto al patrimonio, luego a las empresas, ahora a las personas, en un discurso donde está claro que no se sabe qué hacer, y donde los incentivos al crecimiento no existen en el llamado “pacto fiscal”.



Después de que la Cámara de Diputadas y Diputados rechazó la reforma tributaria del gobierno, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, hizo un llamado a concordar lo que llamó un “pacto fiscal”, algo que se entendía como una propuesta que iba más allá de la mera idea de subir impuestos, que buscaría incentivar la eficiencia y sobre todo el crecimiento. Si bien la idea pareció atractiva en su momento, en el tiempo se ha ido desdibujando y la verdad parece ser una: lo que busca el ministro es subir la carga tributaria y nada más, pues el crecimiento aparece como algo secundario, toda vez que no le soluciona su problema urgente, cual es subir el nivel de gasto ahora. Pero eso no es todo. En su búsqueda de recursos ha caído en expresiones poco favorables -como que vendría otro estallido social- y contradicciones que sólo han entorpecido cualquier tipo de acuerdo al que se quiera llegar.

Respecto del crecimiento, el ministro ha insistido en que no basta para cubrir las necesidades de gasto del actual gobierno. Eso es correcto, por dos razones. La primera es porque el país está estancado; la segunda, porque el gobierno quiere gastar mucho. Frente a esto, en vez de ajustar los gastos a la realidad -como lo haría cualquier familia-, Marcel prefiere no sacrificar su programa de gastos, y para ello no duda que hay que sacar más recursos al sector privado. Pero en esto, el ministro también ha cambiado de opinión. Primero se habló de un impuesto al patrimonio; luego de uno a las empresas; esta semana dijo que lo anterior no era correcto, y que lo mejor era que las personas tributaran más. Todo esto habla muy mal de su estrategia tributaria. Es bien sabido que cada impuesto provoca efectos distintos -para la gente y la economía-, los que deben ser estudiados y sopesados en su mérito. Saltar de un impuesto a otro, como si fuera lo mismo, no es propio de un ministro serio, como se supone que es Marcel.

Su última versión, subir el impuesto a las personas, parece más bien una idea al aire, sin fundamento práctico, por cuanto la acota una vez más al grupo que él llama de altos ingresos, donde la justificación es la misma de siempre: que los ricos paguen más. Una frase absurda dado que las personas de altos ingresos ya pagan mucho más impuestos que el resto. Pensemos sólo en el impuesto a la renta, que hoy en su tramo superior es de 40%, tasa que ya es muy alta, considerando que además se pagan numerosos otros tributos. El asunto es que el último tramo de este gravamen lo pagan no más de 70 mil personas, por ende se estima que subirlo recaudará muy poco, menos que el 0,2% del PIB. El problema es que en Chile el 75% de los trabajadores no pagan impuesto a la renta, algo que ha sido advertido por la OCDE como una gran distorsión del sistema tributario local. Frente a esto, el ministro Marcel -quien formó parte de dicho organismo- descarta de plano ampliar la base tributaria, diciendo que ve eso como un desafío de largo plazo, desnudando de paso algo que es una pésima señal: su labor parece ser de corto plazo.

Quizá por eso mismo le resta importancia al crecimiento. Esto es claro en el tono de sus declaraciones. Esta semana, en el Chile Day de Toronto, señaló que han ido desapareciendo las preocupaciones sobre la macroeconomía, algo que no deja de ser insólito cuando el país está viendo un proceso de ajuste enorme. Sólo esta semana se supo de la caída de la producción industrial por cuarto mes consecutivo, en tanto las ventas del comercio bajaron más de 10%, acumulando ya 13 meses cayendo a tasas de dos dígitos. Bajo ese aspecto, es evidente que el problema macro de Chile sigue muy vigente.

Pero en segundo lugar, el ministro se refiere al crecimiento casi como un dato, algo que no se puede alterar. Señaló que revertir la caída del crecimiento tendencial como el que ha tenido Chile en los últimos 15 años no resulta fácil, y solo pocos países lo han logrado. Palabras bastante desalentadoras para un país que bajó su tasa de crecimiento de 6% promedio en los años 90 a la mitad en los últimos años, y donde su crecimiento potencial se estima en no más de 2% para el futuro.

Por ello, lo que necesita el país hoy no es subir impuestos sino solucionar el problema del crecimiento. Y para ello se requiere un ministro de Hacienda que no sólo esté preocupado de cuadrar las cuentas, sino que tenga una visión que le brinde dinamismo a la economía. El ministro es un profesional capacitado, por lo que debería ser capaz de cambiar su rumbo de acción en ese sentido.

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