Autoentrevista: Alberto Montt

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Soy Alberto Montt, ilustrador, y aquí confieso lo que de verdad me incomoda, me da alergia y revelo las partes de mi cuerpo que cambiaría. Además, pedí hacer mi propia ilustración.




Por Alberto Montt / Ilustración: Alberto Montt

Paula 1241. Sábado 16 de diciembre de 2017.

Siempre dices que no te gusta dar entrevistas, sin embargo, hay miles dando vueltas por ahí.

Tampoco me gustan las inyecciones, pero más de alguna vez he tenido que recibir algún pinchazo. Uno no siempre puede moverse por la vida dentro de los parámetros propios de la absoluta comodidad.

¿Qué cantidad de incomodidad estás dispuesto a tener en tu día a día?

El pedazo de madera en que Rose flotaba cuando el Titanic se hundió, tenía suficiente espacio para Jack. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a sufrir la incomodidad de acomodarlo porque eso implicaba llegar a NY con un novio no tan deseable. Quiero decir que el índice de incomodidad sufrible debe ser directamente proporcional al beneficio obtenible.

¿Haces todo con la posibilidad de obtener un beneficio?

¿Qué me das si respondo?

En lo material, ¿qué te provoca alegrías?

La comida. Aunque es más bien espiritual.

¿Y tristezas?

La comida.

Debe ser terrible tener ambos sentimientos alojados en un mismo receptor, ¿no?

¿No nos sucede a todos lo mismo?

¿Dices que la comida es espiritual pero te declaras ateo. ¿No es una contradicción?

No creo en un Dios con intenciones. Uno que decida, vele, juzgue y planifique. Pero la vida está llena de cosas divinas. Es cuestión de probar una empanada salteña, escuchar un río o de enamorarse en el Metro por dos estaciones de alguien que nunca volverás a ver para saber que el cielo está en la tierra.

¿Y el infierno?

Son los espacios que hay entre cielo y cielo.

¿Quiere decir que crees en el amor a primera vista?

No creo en el otro.

¿Y eso no es muy superficial?

Solo en la parte de arriba.

Si pudieses cambiar una parte de tu cuerpo, ¿cuál sería?

Las baterías.

¿Le tienes miedo a la vejez?

No quería envejecer, pero no se pudo. Entonces quería envejecer guapo. Tampoco se pudo. Envejecer cool. Nop. ¿Sano? Ni hablar.

¿Y a la muerte?

Le tengo miedo al olvido. Desaparecer y que mi hija Laura no recuerde mi voz.

¿Te cambió la vida el nacimiento de tu hija?

Es el cielo y el infierno. Antes vivía en una cómoda escala de grises. (Aquí no estoy tratando de hacer una referencia a Fifty shades...).

¿Te gustaría cerrar con algo?

Con candado y cerraduras. Además, poner alarma y tener a mano el teléfono de seguridad ciudadana. Porque la delincuencia está desbordada. Por lo menos eso nos dicen en las noticias y creo todo lo que dicen porque no tienen una agenda propia ni intereses creados.

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