Déficit de hierro: ¿por qué nos da más anemia a las mujeres?

Según datos de la OMS el 40% de las embarazadas y el 33% de la población femenina general sufre de anemia, afección que se presenta cuando el cuerpo no produce suficiente hemoglobina y que puede dar lugar a síntomas como debilidad, cansancio y dificultad para concentrarse.




Estamos en una época del año donde todas y todos estamos con más compromisos de lo habitual: eventos de fin de año, celebraciones de amigo secreto, reuniones familiares y las compras navideñas. Todas actividades que pueden ser muy entretenidas y que nos sacan de la rutina pero que al sumarse a las responsabilidades del cotidiano, nos hacen sentir más cansados y cansadas.

Sin embargo, ese agotamiento normal de fin de año podría ser indicativo de un problema de salud mayor si persiste con el paso de los días. Uno de los más comunes asociados con la fatiga y cansancio crónico tiene que ver con la anemia por deficiencia de hierro. Esta condición se presenta cuando el cuerpo no produce la cantidad suficiente de hemoglobina; una proteína contenida en los glóbulos rojos y que es necesaria para transportar el oxígeno a órganos y tejidos. Esto puede dar lugar a síntomas como debilidad, cansancio y dificultad para concentrarse.

La Organización Mundial de la Salud ha indicado que la carencia de hierro es la principal causa de anemia y es la deficiencia mineral más frecuente en el mundo. Sin embargo, ésta se acentúa especialmente en mujeres, alcanzando al 40% de las embarazadas y 33% de la población femenina general.

Pero ¿por qué sucede esto? Primero que todo, se debe entender que el hierro es un mineral que se pierde principalmente a través de la sangre, ya sea debido a una hemorragia repentina, como la que podría ocurrir en un accidente, o a una pérdida gradual, como la que sucede durante los períodos menstruales. “Ahí se pueden perder entre 20 hasta 50 ml de sangre diarios, dependiendo del caso. Entonces, si uno va teniendo esa pérdida mes a mes y además no hay una suplementación o existe una alimentación inadecuada, se va generando un déficit”, explica Alejandro Roth, doctor en Biología Celular y Molecular y académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile.

A eso se suma lo que sucede en el embarazo, que es un período donde las demandas de hierro aumentan para la formación de la sangre del feto y el crecimiento de la placenta. “Esa necesidad crece de manera exponencial. De hecho, si uno mira los valores recomendados por la OMS de consumo de hierro en embarazadas, el valor más alto llega a ser de 27 miligramos diarios, lo que es elevado si se compara con mujeres no embarazadas que requieren de 18. Entonces, hay planes donde se les suplementa en el último trimestre y luego durante la lactancia”, indica Pamela Urrutia, doctora en Ciencias, mención Biología Molecular, Celular y Neurociencias; e investigadora del Laboratorio de Micronutrientes del INTA de la Universidad de Chile.

El problema de la deficiencia de hierro, según los especialistas, es que se trata de un proceso biológico gradual y difícil de detectar sin exámenes. “Una persona con esta deficiencia puede funcionar perfectamente ‘bien’ porque el sistema utiliza sus reservas para seguir moviendo hierro y seguir sintetizando glóbulos rojos. De hecho, estas personas no tienen anemia. Pero lo que en realidad está pasando es que el sistema está compensando, haciendo uso del hierro que está almacenado en los distintos tejidos”, manifiesta Urrutia. Así, el déficit se siente solo cuando los niveles están muy bajos, es decir, cuando ya se ha desarrollado anemia. “Ahí directamente te cuesta subir escaleras y te cansas rápidamente con cosas pequeñas. Incluso, se pueden presentar problemas a nivel cognitivo, ya sea asociados al aprendizaje y/o pensamiento”, específica Alejandro Roth, quien también es coautor del libro Cocina LAB.

Así, y para mantener los niveles de hierro en un estado óptimo, mantener una alimentación adecuada es clave. Esa es la forma que tiene el cuerpo de obtener este mineral, ya sea mediante el consumo de productos de origen animal como carnes rojas o de origen vegetal, o legumbres, vegetales de hoja verde, cereales y frutos secos. “De un trozo de carne las personas obtenemos aproximadamente el 20% del hierro, mientras que en el caso de las legumbres, obtenemos un 3% cuando las consumimos usando vitamina C, que favorece la absorción”, dice Roth.

Es por eso que no solo las mujeres en edad fértil deben estar atentas a sus niveles de hierro, sino también aquellas personas que no consumen carnes. Como estrategia, el hematólogo de la Red de Salud UC Christus, Maximiliano Vergara sugiere hacerse chequeos preventivos para poder suplementar en caso de ser necesario y “desde luego, consultar a un profesional en caso de síntomas como fatiga, palidez, cansancio, palpitaciones, caída de pelo, uñas frágiles”. Algo similar concluye Pamela Urrutia, quien sostiene que hacerse estos exámenes es clave para la evaluación de un profesional. “No es llegar y suplementar. El exceso de hierro puede ser tóxico, así que esto se debe hacer cuando sea realmente necesario”.

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