La reina del bisturí

La Dotora Chomalí perdió la cuenta de cuántas cirugías plásticas ha practicado: sólo el año pasado entró al quirófano unas 800 veces. Antes de hincar el bisturí a algunas fieras de la farándula como Pamela Díaz y Patricia Maldonado, trabajó 20 años en la Posta Central, donde salvó la piel de quemados y acuchillados en la calle. Hoy, Teresa entra a su consulta vestida de tigresa, a tono con la funda de su blackberry.




Una doc Nip Tuck con collar de perlas. Así es ella. "En la Posta Central era igual: entraba a pabellón a las tres de la mañana con taco alto y bien arreglada, con mi delantal siempre impecable. Era inmensamente feliz. Pensaba que iba a morir allí operando con las botas puestas, pero, por peleas que no vale mencionar, me tuve que ir."

Siempre supo que sería médico. A los siete años escribió una carta a un concurso de la tele. "La pregunta era '¿qué quieres ser cuando grande?'. Y puse: 'doctora'. De premio fui a un hospital de niños donde operé unos bultos de ropa con guantes quirúrgicos. Me creía cirujana, pero hacerlo de verdad fue una odisea. La cirugía plástica para una mujer no es fácil. Es una especialidad elitista donde reinan los hombres, aun cuando hay muy buenas cirujanas".

Después de estudiar Medicina en la Universidad de Chile hizo el internado en un hospital de pueblo donde vio que a los quemados los ponían detrás de un biombo para que los demás pacientes no presenciaran su agonía. "Conmovida, averigüé que con cirugía plástica podía ayudar a mitigar su horror y dolor. Así partí. La cirugía estética

vino después. Con mi experiencia, hoy trato a mis pacientes como a mí me gustaría que me trataran".

En su consulta llena de caramelos explica que el auge de la cirugía plástica se da porque ahora los seres humanos viven más, se preocupan de la nutrición, el estado físico y, por si fuera poco, esperan que la imagen sea coherente con la vitalidad interna. "Los procedimientos de cirugía plástica son cada vez más seguros. Cuando están bien hechos, sutiles, realistas y sin estridencias, se consigue que el envejecimiento sea más digno".

Chomalí asume que todos los seres humanos tienen diferencias, pero explica que quien se siente demasiado distinto no puede vivir en paz. "Al terminar de operar me doy cuenta del impacto emocional y social que significa para una persona levantar sus pechos caídos o eliminar su abdomen suelto y lleno de estrías después del parto".

Lo que más le piden las mujeres es cirugía de mamas, abdomen y lipoaspiración corporal. A los hombres les preocupa la papada y, como segunda prioridad, la guata. "Les queda muy bien el rejuvenecimiento facial, porque son gente de negocios o personajes públicos que cuidan su aspecto para comunicar que son capaces, tienen experiencia y, además, lozanía para trabajar por los demás toda la vida, si quieren. No veo maldad en eso".

Asegura que no sólo se opera la gente rica. "40% es gente sencilla con mamas gigantes, orejas aladas o un defecto con el que no pueden vivir. Piden un préstamo o ahorran, porque la cirugía plástica es cara. Sería maravilloso que las isapres subvencionaran porque hay gente que, por ejemplo, no puede vivir con tantos kilos de más".

Sin embargo, pregona que la gordura también se puede atacar con dieta y ejercicios. "La liposucción no es llegar y llevar. Es cierto que a una cierta edad es mucho más difícil bajar los rollitos, pero cuando se nota que se ha hecho un esfuerzo, una ayudita con cirugía viene bien".

A ella le sacaron las bolsas de los ojos. "Y tendré que retocarme". Nunca pensó que la cirugía plástica sería una película futurista. "En cincuenta años esto será espectacular pero no hay que olvidar que somos mortales".

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