La fabricante de famosos

La directora de contenidos y casting del Área de Telerrealidad de Canal 13, y mujer y compañera de labores del genio de los realities chilenos Sergio Nakazone, lleva más de una década dedicada a encontrar en anónimos aspirantes a famosos, las piezas clave para que sus programas ardan en polémicas y sintonía. Con todo lo que ha visto, dice, jamás se sometería a un encierro televisivo.




Paula 1182. Sábado 29 de agosto de 2015.

La abuelita Eliana y la llamativa Daniela Castro, de Master Chef. El furibundo Chispa, el eterno Gonzalo Egas y la imparable Michelle Carvalho. Detrás de todos esos emblemáticos personajes televisivos ha estado el ojo experto de Verónica Ruaro, directora de contenidos y de casting del área de telerrealidad de Canal 13, suerte de transformadora de anónimos en famosos.

La argentina de 41 años llegó hace diez a Chile y lo hizo apostando el todo por el todo: dejó una carrera exitosa en la televisión trasandina y se vino de la mano de quien era su pareja hacía muy poco, el nombre más conocido de todos los realities chilenos habidos, el llamado cerebro del género: Sergio Nakasone. Juntos se instalaron en un pequeño departamento cerca del canal, en Bellavista, y por estos días esperan las llaves de la casa que compraron en verde. Juntos han trabajado en cerca de diez realities –desde Granjeras (2005) hasta Mundos Opuestos 2 (2015)–, y preparan la segunda edición de Master Chef y la primera de Master Chef Junior, talent shows en etapa de casting, sin fecha de estreno aún.

Por separado llegan al canal; él primero, ella después. Por separado almuerzan (ella lo hace en contadas ocasiones) y, también, cada uno por su lado, incrementan sus respectivas colecciones de figuritas plásticas de cine y televisión. Algo de ese interés se ve en la diminuta oficina que Ruaro ocupa en el tercer piso del canal y que huele a café de grano y cigarrillo. Sobre su escritorio, dos iPhone, una cafetera francesa, un tazón, una cajetilla de cigarros, un encendedor y una carpeta con las fichas de los aspirantes a sus programas. Ella, que fuma sin parar, cuenta que otros terribles hábitos de su vida son comer una vez al día (mucho en la noche), jamás hacer deportes y dormir solo un par de horas. A sus pies, como en otra dimensión, reposa la colorina y corpulenta gata Malibú.

Antes de llegar a Chile, la argentina Verónica Ruaro trabajó en emblemáticos programas de humor de su país.

Ve poca TV pero, si tiene tiempo, se devora cuanto programa de política argentina encuentre. Las próximas elecciones la tienen tomada. "La política argentina es un reality", sentencia. Si fuera parte de uno, Ruaro sería la mujer con onda, la que se viste con pantalón de cuero negro y zapatillas Converse. La que habla suave, se mueve tímida y opina tajante. La chica quitada de bulla que se queda con el chico popular.

¿No te asfixia trabajar con tu pareja?

No, porque nos hemos adaptado a este escenario. Gran parte de nuestra vida transcurre en estas oficinas y, aunque es imposible no llevarse los problemas a casa, trabajar en esto y hacerlo juntos es parte de nuestro proyecto de vida.

Ya, pero si discuten por pega, es como una doble pelea, ¿o no?

Pasa que a veces discutimos, que en el proceso de casting yo quiero a un participante y él a otro, y ocurre que por el vínculo que tenemos esas diferencias de opinión se exacerban. Pero sabemos confrontar bien.

¿Cómo se toma tu equipo el hecho de que ustedes sean pareja y los jefes?

Nunca me lo han comentado abiertamente, aunque pasa que a veces nos ven como un todo, entonces si Naka tiene un conflicto con alguien, esa persona en algún punto se amurra conmigo. Pero cada vez ocurre menos.

¿Qué pasa a nivel de competencia laboral? Él es muy conocido y tú tienes un rol más silencioso.

No hay competencia ni tengo aspiraciones de tener un mayor protagonismo. Soy mucho más tímida y reservada que él y estoy contenta con lo que hago. En Argentina, en algún momento, tuve mayor figuración y, si bien fue una buena etapa, también fue muy estresante y descubrí que mi rol es otro. Y si a él le va bien, me va bien a mí. Lo tenemos claro. De hecho, encontrar juntos un espacio de trabajo en Chile ha fortalecido nuestro vínculo.

"Es tal el prejuicio que afecta a los participantes, que en algún minuto evalué dejar los casting porque me empecé a preguntar seriamente si les estaba haciendo bien a estas personas".

LA ALIENACIÓN DEL ENCIERRO

Después de estudiar Televisión y Periodismo en Buenos Aires, Verónica Ruaro trabajó durante años detrás de las cámaras del clásico programa de humor PNP (Perdona Nuestros Pecados). Luego vino Ojo Crítico, otro clásico de la TV argentina, hasta que partió a Portugal para hacer una versión de Temptation Island, el primer reality de su carrera. Desde entonces no ha parado. Master Chef es, dice, un respiro antes de que Canal 13 decida emprender un nuevo reality.

La adrenalina, andar a mil, parece ser muy importante para ti.

La televisión es pura adrenalina. El teléfono no se apaga jamás y, si se trata de un reality, no duermes jamás. Es por eso que yo tengo un colchón en la oficina. Cuando estamos con reality al aire, Naka trabaja de día siguiendo las historias y yo lo hago en la noche, que es cuando ocurren muchas cosas interesantes.

¿Qué sucede particularmente en la noche?

La oscuridad, la ausencia de camarógrafos y la presencia de cámaras robóticas, provoca en los participantes una sensación de soledad y a la vez de privacidad. Pierden por momentos la noción de que son grabados y hacen o confiesan cosas muy determinantes para el desarrollo de la historia. Yo soy bien obsesiva e intento no perderme nada, aunque es imposible seguir todo lo que hacen y dicen más de veinte participantes las 24 horas del día.

Dormir un par de horas al día y pasarse encerrado en la oficina durante meses, ¿repercute en tu vida?

Es un ritmo que te altera por completo. Después de diez años trabajando en esto, ya tengo insomnio y a pesar de que no esté haciendo un reality, aunque me levante a las 6:30 de la mañana, no logro dormirme antes de las 4 o 5.

¿En qué te fijas para elegir a los participantes de un programa?

Quiero una buena historia de vida y personas auténticas, o los personajes no se sostienen en el tiempo. No busco estereotipos, pero sí personalidades definidas.

¿Cómo te das cuenta de que una persona es auténtica?

La intuición y el ojo entrenado son fundamentales. Detenerse en los gestos, en la ropa, en los detalles. Llegan personas con ropa que se nota que no es de ellos, incómodos, o con un estilo claramente ajeno; chicas que llegan con zapatos un par de tallas más grandes y eso dice mucho de su autenticidad. Igual, no soy infalible y ocurre que alguien que ha funcionado bien en las entrevistas, encerrado no funciona por diversas razones: desde el agobio por la presencia de las cámaras hasta que se ve enfrentado a personalidades que brillan más. Pero que brillen no asegura que ganen. Vivi (conocida como la doble de Justin Bieber), ganadora de Mundos Opuestos 1, eligió mantenerse fuera de los conflictos y de la primera línea y antes, en la entrevista, se mostró como una de las personas más carismáticas que recuerdo.

El común denominador de todo reality es el conflictivo. ¿Lo eliges deliberadamente?

No, ese tipo de personaje surge casi siempre producto de la convivencia que se genera con el encierro, aunque hay ejemplos como Chispa (Mundos Opuestos 1), que se mostró así desde la entrevista y se sigue mostrando así cada vez que aparece en los medios.

El físico, ¿es relevante? Se ve harta caluga y harta chica guapa en pantalla.

Pesa más la personalidad. Sí es relevante un físico saludable, porque las competencias son rudas. De hecho, además de exámenes sicológicos, antes de que ingresen hacemos chequeos físicos. Para Mundos Opuestos 1 entrevisté a un chico con sobrepeso que me gustó mucho, pero no pasó los exámenes. Lo mismo sucedió con el ex lector de noticias Eduardo Cruz-Johnson.

¿Qué buscan los participantes anónimos de los realities?

Cuando el género estaba recién partiendo, solían decir que querían "probar" y "vivir la experiencia". Ahora confiesan que es para escapar de una vida rutinaria, encontrar un trabajo en televisión, convertirse en actores o modelos y hacerse famosos.

Pero son contados con los dedos de una mano los que logran un lugar destacado en televisión.

Así es, y eso para mí es bien triste, y es la frustración que muchos de esos ex participantes te comentan y que se debe a la mirada peyorativa que hay hacia el género por parte, incluso, de la gente que trabaja en televisión. Es tal el prejuicio que afecta a los participantes, que en algún minuto evalué dejar los casting, porque me empecé a preguntar seriamente si les estaba haciendo bien a estas personas.

¿Cómo explicas esos prejuicios?

Los realities son programas de entretención y punto. No son culturales ni intelectuales. La gente de la propia industria cree que porque estas personas exponen sus vidas, no pueden hacer nada más. Esa es una mirada muy ciega. En Argentina, por ejemplo, hay un matinal conducido por una ex chica reality. Estos programas bien podrían ser un semillero de nuevos rostros.

¿Qué te pasa cuando termina un reality?

Es muy loco, porque durante meses esas personas que no te ven ni te conocen se transforman en gente relevante de tu día a día. Saben incluso a qué hora cada uno va al baño. Llega la final, les has tomado cariño, salen del encierro y para mí y para ellos se produce un tiempo de gran vacío, de retomar cada uno sus vidas.

¿Entrarías a uno?

Jamás.

Gran parte de un día típico de Verónica Ruaro transcurre en este diminuto espacio –su oficina en Canal 13–, junto a sus elementos básicos de supervivencia: café, cigarrillos, celulares y su gata.

¿Por qué?

No tengo esa desinhibición y el encierro y la convivencia con extraños es una experiencia demasiado fuerte, incluso alienante. Se viven tensiones que ponen al límite la tolerancia y todo eso exacerba al máximo los sentimientos. No hay respiro dentro de un reality. Allí dentro te puedes enamorar, pelear, estresar. La gente que sale de un programa así dice que en seis meses vivió lo que en diez años. Es muy extremo.

¿Los participantes cuentan con ayuda sicológica para resistir?

El canal cuenta con sicólogos y ese era el apoyo en la primera etapa de los realities. Pero, naturalmente, se comenzó a dar que los participantes, en caso de sentirse solos o ahogados, comenzaron a pedir conversar con la gente de contenido que trabaja en el programa o con Naka, pues manejan más referencias del contexto en que viven que un sicólogo que entra y sale.

En algún momento trascendió que algunos participantes se automedicaban para resistir el encierro. ¿Es efectivo?

Todos los medicamentos deben tener prescripción médica y son administrados por la producción. Se guardan bajo llave en una enfermería.

Se han visto varias peleas en pantalla. ¿La violencia física es un tema preocupante?

Ha habido peleas gravísimas y es un tema que obliga a estar siempre atentos. Tenemos que garantizar la seguridad de los participantes.

Harta responsabilidad hacerse cargo del bienestar de personas encerradas.

Esa es la gran responsabilidad y el principal factor de estrés para mí y el equipo.

¿Cómo ha cambiado el género desde que partió en 2003, con Protagonistas de la Fama, hasta hoy?

Los realities han sido un reflejo de la apertura que ha vivido Chile. En Año 0 hubo por primera vez un personaje abiertamente gay y en Mundos Opuestos 1 hubo un beso entre dos chicas que no se mostró en ese momento, sino recién este año, porque en muy poco tiempo la sensibilidad ha cambiado.

¿Hacia dónde van, considerando que MTV exhibe el docurreality sobre la transformación del ex deportista transexual Bruce Jenner?

En España están dando un reality nudista. El primer impacto son efectivamente los cuerpos de estas parejas participantes, pero una vez que el desnudo deja de ser tema, la historia se desarrolla con los componentes habituales.

¿Cuál es el reality que te gustaría hacer a ti?

Haría un reality social, con los participantes desenvolviéndose en su propio medio. Es una idea que tengo hace años, pero es muy caro ejecutarlo.

¿Qué has aprendido del ser humano haciendo realities?

Que todos somos voyeristas y que todas las personas, anónimas y famosas, tienen una historia que contar. Todos tenemos algo que decir.

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