La psicóloga chilena Paulina Antitur y su misión en la guerra de Ucrania

Paulina Antitur, coordinadora de las actividades de salud mental de MSF en Ucrania ©MSF

Su plan originar era estudiar Biología Marina, pero un diagnóstico médico cambió sus planes y la llevó a enfocarse no sólo en lo que quería hacer en su vida, sino que en quién quería ser. Así esta mujer, oriunda de Punta Arenas, llegó a la psicología humanitaria y a hacerse parte de la organización Médicos Sin Fronteras, con quienes se enfrentó a lo que define como su mayor desafío profesional: prestar apoyo psicológico a las personas en medio de la guerra. "No hay salud sin salud mental", dice en esta entrevista.




“En mi vida nada ha sido lineal”, repite varias veces en esta entrevista la psicóloga Paulina Antitur. Nos contactamos por videollamada desde la casa de su familia en Punta Arenas, ciudad que la vio nacer y donde vivió hasta los 14 años. A esa edad se trasladó con su madre y su hermano a Viña del Mar donde terminó el colegio y luego entró a estudiar Biología Marina. Pero un diagnóstico de peritonitis vesicular cambió por completo sus planes. “Me operaron de urgencia y estuve hospitalizada cinco días grave. Luego vino un proceso de recuperación largo y tedioso que me hizo congelar mis estudios y, de paso, replantearme la vida”, cuenta.

Una vez sana, Paulina decidió cambiarse de carrera y entró a estudiar psicología en la búsqueda de algunas respuestas, con el objetivo de darle sentido a su vida y a lo que había pasado. “Necesitaba enfocarme en lo que quería ser, no en lo que quería hacer”, dice. Se fue a estudiar a España, luego volvió; trabajó con infancias vulneradas en la región de Aysén, después en Magallanes, en Puerto Natales y otra vez en Viña. Había algo “en lo social” que le atraía, pero no lograba sentirse cómoda. Hasta el 2014, cuando ocurrió el mega incendio en el sector del camino La Pólvora en la parte alta de la ciudad de Valparaíso. Fue como voluntaria a ayudar con lo típico: remover escombros, llevar comida, organizar la ayuda, sin embargo, se encontró con un grupo de psicólogos de una organización humanitaria y gracias a ellos descubrió que ese era su camino: desarrollar su profesión, pero con un sentido social.

Postuló a la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) y después de dos intentos fallidos, la aceptaron. En enero del año pasado le asignaron el proyecto más desafiante en el que ha estado: apoyo psicológico en Ucrania, en el contexto de la guerra.

La psique es como una esponja

Cuando se intensificó la guerra en Ucrania, la ciudad de Trostianets, situada al noroeste del país, cerca de la frontera rusa, fue una de las primeras en ser ocupadas por las tropas rusas. Allí durante casi dos meses, de febrero a marzo de 2022, la mayoría de los departamentos médicos del hospital del Ministerio de Sanidad estuvieron presentando asistencia sanitaria en laberintos subterráneos porque el edificio sufrió graves daños: había agujeros de disparos que atravesaban todo el edificio. Se podía ver el cielo a través de ellos.

Tras la vuelta de Trostianets al control ucraniano, los equipos de MSF ayudaron a renovar el edificio del hospital en 2023. En ese contexto llegó Paulina. “Es un poco contradictorio porque vas caminando por las ciudades y ves un edificio que fue bombardeado quizá en 2022 o en 2023, y hay cafés alrededor funcionando. Caminas por la calle y de repente suena una alarma. Es como un recordatorio constante de que hay una guerra”, dice. Y eso por supuesto que afecta la salud mental.

Kobzartsi, provincia de Mykolaiv. Cuando esta ciudad estaba en primera línea del frente, MSF mantuvo durante semanas el único puesto de salud © Nuria Lopez Torres

Esa primavera, de hecho, los bombardeos aumentaron significativamente, y la explosión de un proyectil cercano volvió a dañar el hospital. El centro médico perdió 184 ventanas, pero los siete departamentos seguían funcionando las 24 horas del día cuatro días después del ataque. “Tuvimos que realizar sesiones no solo para los pacientes, sino también para los médicos. Y es que en la primera fase de la guerra, los médicos y psicólogos del Estado trabajaron hasta la extenuación, nadie pensaba mucho en cuidar de sí mismos y de su salud mental, así que la gente estaba agotada”, cuenta Paulina.

“La psique es como una esponja: absorbe toda la información de los pacientes, pero no puede procesarla y exprimirla toda por sí sola, así que si quieren llorar y gritar, tienen que hacerlo”. Ese era el mensaje que la supervisora del grupo de psicólogos del que fue parte Paulina les pedía transmitir en un contexto en donde mostrarse vulnerable podía ser visto como una debilidad, “pero en realidad la capacidad de reconocer y liberar esas emociones es una gran fortaleza”, dice Paulina.

“Teníamos que lograr que esas personas no reprimieran sus emociones. Y como durante la guerra los médicos trabajan con personas que han sufrido la ocupación, el desplazamiento, las heridas, la violencia y la pérdida de su hogar y sus seres queridos, esas emociones se acumulan en exceso”, agrega.

No hay salud sin salud mental

En toda Ucrania, el equipo de psicólogos de MSF ha prestado apoyo psicológico adaptado a las necesidades de los pacientes. Solo en 2022 y 2023, realizó 26.324 consultas individuales sobre salud mental. Parte de ellas se realizaron en clínicas móviles que prestan atención médica y psicológica a personas en las zonas retomadas por el ejército ucraniano y pequeñas aldeas cercanas a las hostilidades en las regiones de Kherson, Donetsk, Mykolaiv y Kharkiv.

A veces la gente no considera prioritaria su salud mental cuando en un contexto así, tiene cubiertas sus necesidades básicas de agua potable, alimentos, atención sanitaria y servicios públicos”, dice Paulina.

– ¿Te tocó ver eso?

– A mí me tocó trabajar en el Proyecto Sur; pueblos que están a 10 o 20 kilómetros de la línea frontal, entonces están constantemente escuchando explosiones, bombardeos o alarmas, y están con toque de queda. Lo que se va quebrando es la conexión humana porque tienen miedo de salir de sus casas. En esas villas hay muchas personas mayores y cuando uno los visita se da cuenta de que están con emociones reprimidas, en un término super chileno, ‘a flor de piel’; te dicen que no necesitan apoyo psicológico, pero uno les conversa un poquito y se produce un quiebre emocional. Y es que se dan cuenta de que eso que les está pasando a ellos y que no quieren hablar para no mostrarse débiles, lo están pasando otros también.

La guerra, los desplazamientos forzosos, la búsqueda de refugio o la migración pueden provocar consecuencias graves sobre la salud física y mental de las personas que las sufren ©Nuria Lopez Torres.

– ¿Cuál es la consecuencia de dejar la salud mental en segundo plano?

– Los procesos psicoemocionales son individuales. Hay personas que, por ejemplo, beben (alcohol) y otras que se enfocan en el trabajo. Ambas pueden terminar siendo nocivas porque están evadiendo sus sentimientos. Para muchas personas es más cómodo “no sentir”, pero lo que va pasando es que empezamos a ver mucha sintomatología somática: las personas mayores son más propensas a padecer insomnio y enfermedades cardiovasculares, mientras que los jóvenes y las personas de mediana edad tienen más probabilidades de sufrir dolores de cabeza, problemas hormonales y perder la menstruación. En el caso de quienes vivían en las zonas de conflicto y que han sido desplazadas, ahí se produce también un proceso de duelo.

– Cuando ocurren este tipo de situaciones como guerras o catástrofes naturales, en un comienzo todos los ojos de la sociedad están puestos en el conflicto, llega ayuda material hasta que se cubren esas necesidades básicas, pero después empiezan a quedar olvidados ¿cómo afecta eso al duelo?

– Afecta mucho porque además es un proceso largo. Aquí mismo en Chile, después de los incendios, cuando pasa la urgencia, viene un largo proceso de recuperación. Hay una pérdida y por lo tanto un duelo, que no solo ocurre cuando pierdes a un ser querido, también cuando pierdes tu rutina, tu casa, tu trabajo, etc., y el duelo es muy personal.

– Los incendios de Valparaíso fueron el punto de inflexión en tu vida profesional y hoy, diez años después, tienes la experiencia de haber hecho trabajo humanitario en un país en guerra ¿Sientes que encontraste el sentido que buscabas?

– Esta experiencia ha sido increíble, he aprendido más que en toda mi carrera profesional. He tenido que enfrentar desafíos que no sabía que podía realizar. Es una reflexión muy personal, pero siento que llegué a un punto en donde me siento orgullosa de mí, pero también me da miedo. Miedo a fallar, a no dar la talla. De repente nosotros vivimos dentro de nuestra burbuja y aquí nos quedamos y aunque eso está bien también, me gusta que me empujen a más. Cuando vas a una misión como esta tienes una idea y después te dicen ¿por qué no hacemos esto otro? Y la verdad es que así funciona el mundo. No estamos hechos para ser rígidos. Me pasó que en Ucrania donde el plan original era trabajar con los desplazados en los refugios, pero esa necesidad con el tiempo fue cambiando porque se fueron estabilizando, así que tuvimos que pasar a los hospitales, a las clínicas móviles porque lo que se necesitaba era trabajar en lugares pequeños que tenían desconexión. Esta dinámica me encanta porque te movilizas con la necesidad, no con esta idea fija de que yo tengo esto y esto lo quiero entregar caiga donde caiga.

– ¿Y cuál es la importancia de la psicología en todo esto?

– Nuestras emociones afectan cómo vivimos el mundo, por eso es importante. En MSF se trabaja con este concepto de que no hay salud sin salud mental, y en todos estos años de trabajo, lo he podido comprobar.

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