Le Corbusier y Chile: un amor fallido

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Ícono del modernismo, Le Corbusier (1887-1965) marcó la arquitectura internacional. En la década del 30, los arquitectos sudamericanos se encandilaron con sus propuestas y lo invitaron a trabajar al sur del mundo. Hizo varios viajes y en Chile desarrolló dos proyectos que, finalmente, nunca se concretaron. "La relación de Le Corbusier con Sudamérica fue muy frustrante", dice Maximiano Atria, curador de la exhibición que ahora muestra dibujos y planos de sus proyectos inconclusos en nuestro continente. Hasta el 22 de enero en el MAC Parque Forestal.




Paula 1214. Sábado 03 de diciembre de 2016.

Nunca estudió Arquitectura, pero a los 18 años, en 1905, este suizo que luego se nacionalizó francés, diseñó su primer edificio. Y no hubo quien lo parara: Charles-Édouard Jeanneret-Gris, conocido a partir de los años 20 como Le Corbusier, llegó a ser uno de los cinco arquitectos más importantes del siglo XX. Hasta avanzada edad trabajó en proyectos para Francia, Europa, Japón, India y América. Cada idea, en el papel, era en sí misma una obra que incluía investigaciones, dibujos coloreados, planos y textos explicativos. Algunas eran ciudades utópicas, donde diseñaba todos los movimientos colectivos. Para él no se trataba solo de pensar y construir edificios, sino de algo mucho más ambicioso:

Le Corbusier estaba empeñado en crear una nueva forma de convivencia social, acorde a los aires europeos del modernismo. En un tono vehemente y polémico –propio de la vanguardia de la época– afirmaba que era necesario derribar el estilo neoclásico académico, que era tradicional en Francia y que se distingue por tener muchos elementos ornamentales que no cumplen una función práctica. Decía que las casas tenían que ser como las nuevas máquinas que aparecían en la época: simples, funcionales y bellas, que debían tener plantas libres y estar insertas en entornos naturales o espacios públicos compartidos. Para eso había que cambiar la estructura de las ciudades. En resumen, sugería borrón y cuenta nueva.

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La suya era una propuesta incómoda y difícil de realizar, que chocaba contra los prejuicios y hábitos establecidos. Pero a él le encantaba discutir y revolver las aguas. Vivía dando charlas y opinando en los medios masivos, además de publicar todos sus proyectos. Incluso llegó a tener su propia revista llamada El nuevo espíritu, conectada con el dadaísmo y su ánimo rupturista, que sacudió al ambiente del arte parisino en 1920 y tuvo alcance internacional. Este carácter de agitador cultural explica que en su momento tuviera obstáculos para realizar muchas de sus obras: de 300 proyectos, concretó 70. Pero también ayuda a entender por qué su influencia intelectual y estética se extendió por todo el mundo, incluyendo a chilenos que viajaron a conocerlo a París, como Emilio Duhart y Guillermo Jullian. "Desde los años 30 su influencia no tuvo contrapeso en Chile", explica el curador de la muestra sobre Le Corbusier que ahora está montada en el MAC, el arquitecto Maximiano Atria. "Sus ideas inspiraron proyectos editoriales, arquitectónicos, planes urbanos y conjuntos de vivienda que hoy dominan la imagen de muchas ciudades de Chile. La remodelación San Borja, la Villa Frei, la Villa Portales, son ejemplos. Aplican sus principios, como las torres en un parque, el suelo colectivo, etc. La arquitectura de hoy no puede entenderse sin los años 30 a 60, y Le Corbusier fue la figura predominante".

En 1929, Le Corbusier emprendió el primer viaje de ocho que realizaría durante su vida a Sudamérica, ese nuevo continente donde soñaba concretar sus fantasías urbanas. La exhibición del MAC reúne 50 dibujos y planos orginales que corresponden a 12 proyectos que elaboró en este sur del mundo, entre los cuales figuran ideas sobre el paisaje americano y un proyecto para reestructurar la ciudad de Bogotá, que nunca llegó a realizarse. Finalmente, en su larga, apasionada y fallida relación con Sudamércia, solo logró concretar una casa en La Plata, Argentina, que hoy es Patrimonio de la Unesco. La muestra incluye, además, planos de proyectos que no llegaron a materializarse en Chile, como una casa en Zapallar que proyectó para Matías Errázuriz, entonces embajador de Chile en Argentina, y los bosquejos de un taller para el arquitecto Roberto Dávila, en Santiago. "Para Le Corbusier fue muy

frustrante la relación con Latinoamérica", cuenta el curador.

"Me atrae la figura de Le Corbusier, porque siempre estuvo innovando y arriesgándose. No hacía lo que los clientes le pedían, sino que seguía sus propios procesos creativos. El legado es su pensamiento. Sus escritos, sus dibujos, son tanto o más importantes que las obras construidas", señala el curador de la muestra en el MAC, Maximiano Atria.

¿Por qué crees que pasó eso?

Era muy difícil hacer una arquitectura globalizada en un mundo no globalizado y manejar obras en América desde Europa. Más aún cuando se trataba de un continente donde había inestabilidad política y social, muchos cambios que dificultaban hacer proyectos de largo plazo.

¿Y, en el caso de la casa de Zapallar, de la familia Errázuriz?

Ahí pasó que Errázuriz, quien era un personaje muy acaudalado, le encargó una casa al arquitecto más top del mundo, algo que debía lucir mucho. Y él le envió el proyecto de una casa con tejas y madera. Era muy moderna, tenía espacios interiores libres, pero creo que para el cliente resultó poco espectacular, demasiado sencilla. Finalmente no la mandó a construir.

Pero, además, parece que Le Corbusier no era de trato fácil.

Era un tipo ambicioso y tenaz en sus propuestas. Alimentaba la polémica: si tenía oponentes significaba que estaba logrando sus objetivos, porque lo que buscaba no era complacer a un sector u otro, sino producir cambios mayores. Se sentía un incomprendido y siempre se quejaba. Vivía defendiendo proyectos que le habían rechazado. Sentía que luchaba contra los molinos. De hecho, su libro de cabecera era El Quijote.

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La icónica iglesia Notre Dame de Le Corbusier.

La icónica iglesia Notre Dame de Le Corbusier.

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