Merino rockero

Aburrido de la literatura, este año el escritor Roberto Merino cumplió su deseo de ser parte de una banda de rock: junto a su hijo de 15 años y tres amigos treintañeros formó Ya Se Fueron. El reconocido cronista cuenta por qué el solitario oficio de escribir lo tiene harto y, en cambio, la música lo ha llenado de energía. "La escritura no me estaba rindiendo emocionalmente", dice.




Paula 1154. Sábado 16 de agosto de 2014.

Todos los martes en la tarde el escritor Roberto Merino se encuentra en Providencia con su hijo mayor, Clemente (15), y parten juntos a una sala de ensayo que arriendan en el Barrio 10 de julio a reunirse con el resto de los integrantes de Ya Se Fueron, la banda de rock sicodélico donde Merino toca el bajo y la guitarra eléctrica.

Todo lo que sabe de música lo ha aprendido de oído, excepto por las clases de flauta dulce que tuvo cuando niño. El jazz lo irrita profundamente; pero las bandas rockeras Dead Meadow, Elephant's Memory y Catapilla lo hacen vibrar. A los 52 años, es la segunda vez en su vida que tiene una banda. A los 16 tuvo otra por poco tiempo. "Me había negado a esta experiencia", dice Merino mientras prende un cigarro. Hace rato al autor de las crónicas Santiago de memoria lo rondaba la idea de tener un grupo, pero no lo había concretado. "Me parecía medio imposible", cuenta; y por años se encerró a tocar guitarra eléctrica a solas para hacer "rudimentos de canciones". Incluso pensó que podía pagarles a músicos profesionales para que ejecutaran sus ideas.

Pero en enero aceptó una invitación que le hizo su amigo poeta Nicolás Letelier (34): tocar juntos. Cuando llegó a la sala de ese primer ensayo también estaba el economista Felipe Mujica (32) y Sebastián Astorga (34), guitarrista de la banda Puta Marlon. Como ellos se pusieron a tocar de inmediato, Roberto se tuvo que "meter nomás" con el bajo. A la semana siguiente se les unió Clemente, que acompañaba a su papá de casualidad porque estaba de vacaciones, y empezó a tocar la batería. Y, sin querer, terminó de completarse el grupo, que por estos días termina su primer disco –aún sin nombre–, que incluye dos canciones con letras del escritor Rafael Gumucio y una en inglés con letras de Merino, entre otras composiciones. "Todo se ha dado de manera fluida. Ha sido como una especie de milagro poder coordinarse con otros", explica el barbudo cronista, que parece hoy llevar el pelo más largo de lo habitual.

Estar en una banda parece todo lo contrario al solitario proceso de escribir.

Absolutamente. Para mí, estar en la banda tiene mucho que ver con que esa soledad de escribir me parece repugnante. Y lo que más me desagrada es que esa soledad del escritor es algo que yo mismo busqué, promoví e hice muchos esfuerzos para lograr. No quiero más con esa cuestión. Llevo muchos años en esto. Estoy cansado. Me aburre, me aburre mucho. La escritura no me estaba rindiendo emocionalmente. En cambio la música, la banda, me gustan mucho. Me entretienen, me interesan.

¿Ya no vas a escribir más?

Sigo escribiendo porque mi vida está estructurada en función de eso. Escribo mucho por encargo, sobre todo columnas. Entonces sigo enganchado con ese sistema que tiene que ver con mi sobrevivencia, con ganarme la vida.

¿La banda te ha inyectado una energía que no tenías?

Aunque todavía estoy en una etapa de perplejidad porque nunca pensé que podía funcionar, el hecho de estar haciendo algo en lo que me entretengo, a estas alturas de la vida, me parece milagroso. Por lo tanto, sí: redunda en un aumento de energía. Creo que me conecto con un estado adolescente porque recuerdo que esto mismo me pasaba con la literatura cuando tenía entre 15 y 19 años. De hecho, hace poco hice un test y me salió que mi edad mental era de 22.

"Lo que yo hice dedicándome a la música –algo que no es mi campo– fue comprobar que se puede hacer cosas sin haber pasado por la academia. Y en la literatura debería ser un poco igual".

¿Crees que tienes más habilidad para la música que para la literatura?

No. Soy una especie de profesional de la literatura, a pesar de que no me gusta el rol. En la literatura manejo muchas variables, técnicas, conceptos. En cambio, en la música soy totalmente ignorante. De hecho, puedo estar tocando guitarra y me dicen "re menor sostenido" y tengo que preguntar cuál es. Es como partir de la nada. Siento como una cuestión primitiva al seguir la pista de un par de ruidos y ver cómo se conectan.

¿Te gusta eso o preferirías manejar los conceptos?

Prefiero que funcione así por ahora. Tengo la certeza de que ya no fui un músico profesional. Es raro que uno pueda hacer cosas de un modo primitivo e indocumentado, porque en general no se permiten esas experiencias, ya que se cree que hay que pasar aduanas, tener certificados. Lo que yo hice dedicándome a la música –algo que no es mi campo– fue precisamente comprobar que se pueden hacer cosas sin haber pasado por el escalafón académico. Y en la literatura debería ser un poco igual.

¿Te proyectas haciendo música a largo plazo?

Yo creo que sí. No hay ningún impedimento para seguir.

Todavía no han tocado en público. ¿Crees que te va a dar vergüenza cuando salgas al escenario en una tocata?

A estas alturas, casi no tengo sentido de la vergüenza. El único problema que veo es que, como nos rotamos mucho de instrumentos entre canción y canción, el día que hagamos una tocata vamos a ser como los tres chiflados dando vueltas por el escenario.

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