¿Por qué nos enfermamos cuando estamos de vacaciones?

Esperamos con ansias las vacaciones, organizamos cada minuto para disfrutar al máximo, pero cuando llega el momento, nos enfermamos. Cualquiera diría que es mala suerte o casualidad. Pero no es así, o al menos no siempre es así. En ocasiones la razón es que durante el año no nos damos cuenta del estrés que acumulamos sorteando las exigencias diarias de la vida, hasta que tenemos un descanso y lo vemos manifestado en nuestro cuerpo.




Un viaje que Natalia Sánchez había planificado en 2015 con su pololo se transformó en varios días de malestar estomacal incluso antes de que arribaran al destino. Llevaban nueve meses de relación y era el primer viaje que hacían juntos. “La relación iba bien, pero me daba miedo la compatibilidad que pudiéramos tener durante esos días de vacaciones. La ansiedad de no saber qué era lo que iba a pasar me hizo vomitar antes de embarcar al avión. El día anterior no había comido nada extraño, eran los nervios y el estrés manifestándose en mi cuerpo”, recuerda la periodista.

Tres años después, en 2018, hicieron otro viaje juntos, esta vez a Europa, donde los nervios volvieron a jugarle una mala pasada a Natalia, esta vez porque temía que su energía no fuera suficiente para recorrer todo lo que se habían propuesto. “Me enfermé del estómago como nunca me había enfermado. Tampoco había comido cosas extrañas, siento que el imaginar siempre escenarios negativos se termina manifestando en mi cuerpo. Los viajes son mi mayor anhelo y son lo que me motivan a trabajar y a ahorrar. Se vuelven algo tan importante para mí, que muchas veces la ansiedad termina jugándole en contra a mi cuerpo”, dice Natalia.

Así como ella, es usual escuchar a personas decir que se enferman “justo” cuando salen de vacaciones o tienen un tiempo libre para disfrutar de una actividad que esperan con ansias, y muchas veces no se trata de casualidades ni de mala suerte. Es sabido que el estrés que acumulamos en la vida cotidiana puede ser gatillante de enfermedades y que este a veces se manifiesta cuando bajamos la guardia en vacaciones.

La inmunóloga Lorena Ferreira afirma (@dr.lorenaferreira) que “esto va de la mano con dos áreas de estudio que son el cerebro y el sistema inmune y la conexión entre ambos; el cómo las cosas que afectan al cerebro, como el estrés, la ansiedad y las emociones, también afectan al sistema inmune. La percepción de la enfermedad es diferente cuando tú estás trabajando versus cuando estás de vacaciones. Mientras estás trabajando, y si tienes una personalidad autoexigente, no te das permiso para sentirte o estar enfermo. Sin embargo, al estar de vacaciones, sin la presión de rendir, lo único que te queda es tu mente y tu cuerpo, y ahí es cuando viene la percepción de sentirse mal. En el momento en el que frenas bruscamente el estrés que te mantuvo alerta, se desenmascara todo lo que estaba sucediendo”.

Autoexigencia excesiva

Berta Muñoz (@doctorabertamunoz), psiquiatra y Máster en Mindfulness por la Universidad Complutense de Madrid, dice que el estrés acumulado durante nuestros períodos de trabajo, también puede potenciarse antes de vacaciones por la urgencia de terminar los pendientes antes de la desconexión. Asegura que se encuentra con pacientes que dicen no ser capaces de relajarse, ya que al momento de tener tiempo disponible para ellos, piensan que deberían estar rindiendo, laboral o académicamente, empeorando su percepción de estrés.

“Hay personas que no son capaces de leer las señales que tenemos desde nuestro cuerpo cuando estamos enfrentados a muchas exigencias. Esto significa que al tener menos cosas que atender, surgen todas estas señales de malestar y empeora nuestra forma de percibir nuestra salud. Este fenómeno se conoce como la enfermedad del ocio y fue descrita hace más de veinte años por dos psicólogos holandeses. Surge cuando nuestro cuerpo y mente interpretan lo que nos está pasando: pocas horas de sueño, no tener espacios de autocuidado, no alimentarnos o hidratarnos como necesitamos, entre otras cosas, y lo percibe como un estado peligroso, por lo que las sustancias que nuestro cuerpo libera frente al estrés, como el cortisol y la adrenalina, quedan en una especie de superávit al cesar bruscamente ese estresor”, explica.

Escuchar al cuerpo

Daniela Urrizola (@daniurrizola), conductora del programa Viajando ando, de Mega, lleva años viajando por el mundo por su trabajo y también por placer. La primera vez que se enfermó antes de un viaje fue cuando estaría fuera de Chile por un mes y medio grabando para un programa. “Me dio una parálisis facial y me tuve que ir así. Creo que en el viaje me liberé un poco del estrés de que la gente me viera así, porque no me verían personas que conocía. Pero un viaje siempre implica que cambies tus horarios y si tu cuerpo ya está relativamente estresado, aunque lo estés pasando bien, lo estresas más porque lo sometes a ambientes a los que no está acostumbrado”.

Por la naturaleza de su trabajo y los bruscos cambios de horario, comidas y climas, Daniela se ha enfermado incontables veces en sus viajes, como una vez que tuvo parásitos en el estómago mientras viajaba entre Rusia e Israel. Sin embargo, reconoce que el estrés y la ansiedad son mayormente los detonantes de enfermedades mientras está de viaje: “Creo que cuando te estresas más, te bajan las defensas y te pones más débil; es como cuando estás en un modo más negativo y absorbes todo lo negativo. Cuando voy a partir un viaje y vengo con una carga importante laboral, generalmente me enfermo porque no estoy recargada para empezar un viaje, así que trato de dormir harto. Cuando he aplicado esto, me ha ayudado a estar mejor de salud”.

A la hora de decidir qué hacer en las vacaciones o en los tiempos de descanso, Dominique Karahanian (@psicologianarrativa), psicoterapeuta de familias, parejas e individuos, recomienda, siempre y cuando tengamos la posibilidad, detenernos a pensar qué nos hace bien y qué nos ayuda a desconectar, pero también invita a hacer pausas en el día a día para sortear mejor las cantidades de estrés a las que nos exponemos: “Hay que estar leyendo constantemente qué cosas te hacen bien y no esperar necesariamente a tus vacaciones para poder descansar. Todos los días tenemos que desconectarnos, apagar el celular a una determinada hora”, dice.

Y agrega: “La gente mayor decimos que los jóvenes no contestan el celular, que lo tienen en modo ‘no molestar’ mientras están viendo videos o haciendo otra cosa, pero es una manera que han encontrado para no contestar y no conversar si no quieren. Lo más crítico en personas sobre 35 y 40 años es que nos hemos acostumbrado a una tener una hiperdisponibilidad y sentimos que es una falta de respeto frente a las demandas de otros hacer una pausa en el día a día”.

Técnicas de autocuidado

Más que cuidarnos del estrés para que no nos afecte solo en vacaciones o en tiempos de ocio, es importante ponerle atención como una forma de autocuidado. Dominique Karahanian afirma que “necesitamos el estrés para poder sobrevivir, es parte de la vida y un instinto de supervivencia. La gran dificultad con la que nos encontramos es cuando el estrés se convierte en crónico, lo que hace que frente a una pequeña dificultad, éste se dispare y lo percibimos como si fuera algo terrible. Las manifestaciones son diversas, sobrereaccionar, sobrepensar, tener momentos donde vemos la vida desde un lugar mucho más negativo”.

Por eso –agrega– hay cosas que tenemos que hacer, como rutina, que nos ayudan a manejar el estrés y la vida que elegimos, como tener rutinas con relación al ejercicio frecuente. “Yo sé que no todo el mundo puede ir al gimnasio tres veces por semana, pero mover el cuerpo sí ayuda a que salgamos un rato de la cabeza. Por otro lado, está comprobado que meditar 30 minutos al menos cinco veces por semana, nos ayuda a reducir el estrés, no a relajarnos, pero implica que nuestro cerebro entra en otra frecuencia y con ayuda de la meditación enfrentamos las situaciones de otra manera”.

A la inmunóloga Lorena Ferreira le preguntan seguido en su consulta cómo mejorar el sistema inmune y asegura que encuentra en un cien por ciento de sus pacientes, factores de estrés grandes en los meses previos a la enfermedad. “Aparece la inflamación crónica (por estrés crónico), porque el sistema inmune produce sustancias proinflamatorias al descuidar su rol como protector. En estos casos, el aporte que pueden hacer la psicología o la neuropsicología es tremendamente importante. La personalidad es importante al momento de enfermarse. Hay gente que es más resiliente y están las personas que son altamente sensibles al estrés. Se ha visto que hay una diferencia entre el fenotipo inmunológico y cómo responde inmunológicamente entre estos dos tipos de personas”.

Frente al estrés crónico sí tenemos opciones para tratarlo, a diferencia del estrés que se produce en situaciones de peligro. La psiquiatra + Muñoz dicta talleres de mindfulness (más información en su sitio web vuelveatuzentro.cl) y asegura que los pasos clave para tomar acción consisten en “primero reconocer espacios seguros en los que podamos hacer actividades que sean para nuestro autocuidado y no por el deber ser. Lo segundo es promover el contacto con personas que sean un aporte a nuestra autocalma y estabilidad. Lo tercero es buscar formas de disminuir el estrés. Hay muchísimas actividades que producen efectos de calma que tienen evidencia científica y las personas más autoexigentes pueden esperar que esas actividades no sean una pérdida de tiempo. Estas actividades son las mejores formas de ganar tiempo, extendiendo nuestra vida y regulando los sistemas que nos salvan de los peligros a través de la lucha y la huida”, dice la profesional.

Además de la actividad física, algunas actividades que pueden contribuir al manejo del estrés son pasar tiempo con familia y amigos, estar en contacto con la naturaleza, disminuir el consumo de sustancias y practicar actividades como la meditación, el yoga, el tai chi y el qi gong.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.