¿Qué prejuicios tenemos sobre quienes piensan distinto a nosotros?




Imagina lo siguiente: estás en una conversación de un tema que genera debate, ad portas de las elecciones del Proceso Constitucional de este domingo; derechos sociales, sistema previsional, representación política, actividad económica. Y lo estás haciendo con alguien que piensa diametralmente distinto a ti. La discusión se intensifica, y te sientes frustrada porque no solo no comprendes esos puntos de vista, sino que además, percibes que esas ideas son radicales, probablemente mucho más de lo que realmente son.

Ese error en la percepción sobre quienes piensan diferente a nosotros es lo que midió el Primer Estudio Nacional de Polarizaciones, realizado en conjunto por Criteria y la iniciativa 3xi, que partió motivado por un diagnóstico que, a pocos días de una nueva elección, adquiere un mayor sentido. “Las personas que están en caras aparentemente opuestas de una moneda y que no se conocen, tienden a tener percepciones mutuas que reproducen estereotipos, que se diluyen cuando ellas se encuentran, se escuchan abiertamente y dialogan, ya que se percatan de que tenían ideas distorsionadas respecto de la otra”, dicen en el estudio.

No solo existe una exageración respecto a lo que piensa el otro, sino que muchas veces se subestima.

Así, este sondeo no sólo midió cuáles eran los temas que generaban mayores diferencias de opinión, sino además -y por primera vez en Chile-, analizó los prejuicios y desconfianzas mutuas entre quienes están en lados opuestos y que dificultan la posibilidad de diálogo. Es decir, lo que los investigadores han denominado como polarización subjetiva.

¿Qué fue lo que encontraron? Al analizar este indicador, se determinó que existe una brecha entre la percepción que tenemos sobre el otro y lo que realmente éste piensa, tanto en personas de derecha, como de izquierda. De ese modo, existe una sobrestimación o subestimación de esas posiciones. “Lo que nos sorprendió es que las distancias o brechas cognitivas son mucho más complejas y diversas de lo que uno pensaba. No solo existe una exageración respecto a lo que piensa el otro, sino que muchas veces, es al revés: se subestima. Y todo eso además está cruzado por relaciones de poder importantes”, sostiene Matías Chaparro, director de Asuntos Públicos y socio de Criteria. “Ahora, al abordar este fenómeno, hemos adoptado la perspectiva plural y hablamos de polarizaciones. Ese salto sutil nos permite entendernos mejor para tomar acciones y reducir esas distancias”, agrega.

“En contextos de alta polarización -como en el que estamos ahora por las elecciones- lo que ocurre es que las personas tienden a desarrollar evaluaciones muy positivas respecto a su grupo y negativas respecto del otro. Esa distancia es una forma de reafirmar la diferencia y se refleja en las cosas que le achacamos al otro”, analiza Carolina Segovia, académica de la Universidad de Santiago e investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES)

Uno de los ejemplos de los indicadores medidos tiene que ver con el tema del aborto. Así, para la frase “El aborto debe volver a ser prohibido, es decir, no debe permitirse bajo ninguna causal”, las personas de izquierda creen que el 75% de las personas de derecha están de acuerdo con esa premisa, pero la realidad es que solo un 44% de quienes se identifican con esa opción política aprueban esa afirmación.

Algo similar ocurre con la frase “Se deben eliminar las restricciones de ingreso de inmigrantes al país”. Las personas de derecha tienden a creer que el 59% de aquellos que se identifican con la izquierda están de acuerdo con esa idea, cuando en realidad solo un 26% la respalda. “Esto se trata de una sobrestimación y responde más bien a la figura clásica del prejuicio, o sea, de la caricatura. Identifico a un otro distinto a mí, lo veo como adversario, y le atribuyo posiciones más extremas de las que realmente tiene”, explica Chaparro.

En otros temas, ocurre lo contrario. Cuando a los encuestados se les pregunta por esta frase: “Los derechos sociales como educación y salud deben ser provistos principalmente por el Estado”, las personas de derecha creen que el 76% de las personas de izquierda están de acuerdo cuando en realidad ese consenso es mayor y alcanza un 92%. Algo similar sucede con la frase: “Se deben reducir los impuestos para potenciar la economía”. Ahí las personas de izquierda indican que un 67% de la derecha adhiere a ese enunciado, pero en la práctica un 75% está a favor.

“Aquí hay subestimación y con eso, lo que estoy haciendo es mostrar una señal de desconexión con la realidad. Es decir, hay un otro que tiene posiciones más radicales de las que yo pensaba, pero a lo mejor esa persona está conectada con algún sentido común instalado del cual yo no estoy siendo parte. O sea, lo que para mí es extremo, en realidad no lo es fuera de mi círculo más cercano, porque opera como un sentido común”, dice Chaparro y agrega: “Si bien el fenómeno se da en ambas partes, en general, la izquierda tiende a sobreestimar a la derecha y la derecha tiende a subestimar a la izquierda”.

Además, el estudio reveló que la polarización entre ciudadanos es más pronunciada en temas políticos que en cuestiones de carácter social, donde se tiende a encontrar un mayor consenso. ¿Y las materias en las que estamos más distanciados? Según el sondeo, serían la valoración del periodo político posterior al golpe de Estado de 1973 y la visión sobre el uso de armas por parte de Carabineros. “Tener más diferencias políticas que sociales se puede entender, primero, por el clima electoral en el que hemos estado en los últimos años. Pero también desde la idea de que convivimos, en el cotidiano, con personas de diversos grupos y clases sociales: con gente joven, vieja, de distintos géneros, religiones y orientaciones sexuales. Entonces es más difícil separarnos en base a estas divisiones. En política, podemos elegir con quienes conversamos”, manifiesta Segovia.

“La gracia del estudio es que permite entender que donde se pensaba que había solo un fenómeno, en realidad hay dos: la polarización y la polarización subjetiva”, dice Matías Chaparro e indica que, si bien ambos están relacionados, se puede trabajar de manera autónoma para intentar acortar las brechas ideológicas entre las personas. “La mayor conciencia sobre lo que piensa el otro puede romper barreras y hacer que las personas se sienten a conversar con un distinto, ya que justamente me acerco sin caricaturas y en base a lo que el otro efectivamente opina”.

“En política no se trata que las personas opinen igual porque no tiene sentido, sino que aprendamos a conversar”, agrega Carolina Segovia y concluye: “El tema es ¿cómo hacemos esa discusión? ¿cómo nos enfrentamos a otros que son distintos a nosotros? Porque la idea es generar un mayor entendimiento y establecer niveles básicos de confianza entre ciudadanos. Así se puede, eventualmente, llegar a acuerdos comunes”.

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